Quien en estos días, a lomos de San Valentín,  se refugie en sí mismo, en la literatura, o quiera regalar un pequeño libro de compañía para una lectura calmada, edificante o emotiva, brindo dos oportunidades recién salidas del horno.

El primer libro es de Cruz Galdón, Yo soy ellas.  Otra posibilidad, si lo deseas, 15 miradas a la soledad, un concierto coral en el que la autora toledana también deja su impronta. En tiempos de enclaustramiento forzado, esta oferta es sugerente.

Yo soy ellas es una desnuda narración sobre el caudal de sentimientos que han hilvanado las vidas de tres generaciones de mujeres: la abuela, la madre y la propia escritora, escondida en la protagonista, Sara. El libro, de cuidada y elegante portada, se llevó a la imprenta pero su origen habría que buscarlo en el confesionario, en el tuétano del alma de la autora o en el quirófano en  que abrió su corazón.

Es una historia de amor familiar y, en cierta medida,  de recuperación de la memoria emocional de un familia andaluza convencional, rural del interior jienense donde florece el olivo. La obra  atraviesa surco a surco todas las rugosidades del siglo XX en el marco familiar.

El torrente de de vida interior y una cierta ensoñación mística de la autora a raíz de la muerte de su madre le lleva a compartir con los lectores ese legado inmaterial que ha recibido de padres y abuelos. Su forja familiar, sus desvelos, contradicciones, lágrimas, alegrías, abrazos, añoranzas…. no consiente que mueran. Nadie muere mientras es recordado, mucho más cuando la vida se atrapa con el candado de la literatura.

Es una historia de amor asociativo, intergeneracional en la que la autora desnuda su mente y recuerdos empujada por la arritmia de su corazón. Lo abre y hurga como una cirujana en las palpitaciones vitales de sus antepasados.

Es, con pretensión explícita, una historia de amor, pero en buena medida el relato escabullido de una deuda de gratitud. También, de forma implícita, un duelo inacabado con el pasado y un punto y final a un desamor recientemente pasado,  que se adivina tímidamente, pero que le impulsa a la paz interior y a la felicidad externa.

Escuché a un ecologista decir que somos gua que respira. En “Yo soy ellas”, somos lo que sentimos. La naturaleza humana se transforma en amor en movimiento,  con la presencia y la fugacidad de una cometa que se bambolea y lleva el viento. 

La autora conduce el relato embriagada de musas que a veces la llevan al cielo y otras al barro de la vida misma.  La ternura de la narración acuna al lector que enseguida observa la autenticidad de la escritora.

Si has decidido tener en tus manos “15 miradas a la soledad” encontrarás con datos, experiencias, emociones y sabias reflexiones los efectos de esa compañera, a veces cruel y otras refrescante, como es la soledad.

La soledad es esa compañera que cuando es buscada, por tanto de libre elección, relaja, impulsa, crea, orienta, fortalece… Sin embargo, puede ser también, y lo es para muchos ciudadanos, una cárcel no consentida, por tanto, un pozo negro, un sentimiento miedoso y paralizante que, llevada a sus peores consecuencias,  puede conducir incluso al suicidio.

Se trata de un fenómeno poliédrico y en cada una de esas caras descansan las opiniones variopintas, contradictorias incluso, de un ramillete de personas – quince- que se han acercado a la soledad para desnudar todos sus pétalos; desde los más floridos a los más pestilentes.

La incomunicación, la angustia, el problema, el remedio, la creatividad, la discriminación, la excelencia, el liderazgo, el suicidio son aspectos que convergen bajo el mismo manto.

Este sentimiento de soledad se adueña cada vez de más personas en una sociedad en la que ya sea por la libertad individual de las personas, o por los efectos dela economía y las nuevas circunstancias vitales de cada cual la soledad es fruta de temporada. Para muchos almíbar, para otros, hiel.

Solo teclear ambos títulos en la red y en menos de tres días ambas ofertas estarán en casa y digeridas. Buen apetito.

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