Santos y Uribe, ahora enemigos irreconciliables


Es evidente que el presidente Santos, junto con toda su tropa de adláteres, ha sido duramente derrotado en las urnas. Subestimó el poder de convocatoria del ‘no’, que sin apenas hacer campaña fue capaz de derrotarle, y mostró su crónica tendencia a no escuchar la voz de la calle. Enfundado en su arrogancia de su clase y ajeno a los vaivenes de una sociedad que nunca le interesó ni lo más mínimo, Santos no supo captar la marejada de fondo, el cansancio sobre todo, de un país que asiste imparable ante una tormenta perfecta que llevará a una segura recesión económica.

Santos no supo captar la marejada de fondo

La inflación se ha disparado, por mucho que el poder trate de maquillar la cruda realidad con operaciones cosméticas y mediáticas; las exportaciones cayeron el 30%; el poder adquisitivo de los colombianos -con sueldos de risa de apenas 200 dólares- se desploma a pasos agigantados y en estos años de mucha tontada y marketing el país mostró sus peores caras en salud, educación y justicia.

Luego está la informalidad laboral, que según la mayor parte de los expertos podría llegar al 50% o más de la población activa. El país va mal, todo el mundo lo sabe y lo reconoce, menos el presidente Santos, sus ministros, los escribidores a sueldo del gobierno y los habituales pelotas de Casa Nariño, residencia del presidente de la República. La situación económica está empeorando a marchas forzadas y no por mucho mentir, aunque una mentira se repita mil veces, se acerca a la media verdad.

Mientras la nación se encamina hacia el abismo sin remisión, porque los elementos ya están dados y no hay vuelta atrás, Santos se embarcó en un proceso de paz cuyo principal fundamento programático era el de lograr la paz a cambio de impunidad de los terroristas. Los líderes de la organización terrorista Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) no pagarían por sus delitos y nunca responderían por los miles de crímenes cometidos. Esa era, en cierta medida, la esencia del proyecto. Millones de colombianos, como se ha visto en las urnas, no aceptaban esa premisa y dieron la espalda a un acuerdo que quizá no entendían ni tampoco comprendían.

Santos se embarcó en un proceso de paz cuyo principal fundamento programático era el de lograr la paz a cambio de impunidad de los terroristas

El voto ‘no’, más del 50% sobre el 38% del censo, no solo era uribista, como pretenden algunos líderes de esta línea política, sino que provenía de otros sectores sociales y políticos. Había votos del descontento por la marcha de la economía, víctimas de las regiones más golpeadas por el terrorismo, agricultores y ganaderos que ven como el gobierno Santos les desprecia y les ignora, jóvenes que ya están hartos de tanta politiquería y la corrupción galopante… Sería una simpleza decir que este voto es un cheque en blanco al expresidente Álvaro Uribe, ganador moral de la contienda, pero no cabe duda que si hay vencedores y vencidos el líder del uribismo está entre los primeros y Santos entre los segundos. 

Otro aspecto fundamental en esta consulta, es que el presidente Santos tiene los índices de popularidad más bajos de todos el continente, con apenas el 21% de aceptación, muy por debajo de los índices de Uribe y otros líderes del país.

Convocar un plebiscito, bajo esos mínimos, fue una apuesta no arriesgada, sino suicida y provocó el resultado que cabía de esperar: un voto de castigo sin precedentes en la historia colombia. Pero como Santos no tiene dignidad política, a diferencia de David Cameron cuando dimitió a causa de su derrota en el referéndum acerca del Brexit, ni ha dimitido ni se espera que lo haga; se comporta como el típico oligarca bogotano ajeno a la voluntad de su pueblo y sin ningún polo a tierra con la realidad.

VICTORIA POLÍTICA DE LOS ADVERSARIOS DE SANTOS

La victoria del NO en las urnas ha sido una victoria política, electoral y moral de los adversarios de Santos. Contra todo pronóstico, y con todos los medios de comunicación, el Estado colombiano y el Establecimiento en contra, el NO ha conseguido un resultado en las urnas absolutamente inesperado que ha dejado boquiabiertos a todos los sectores del oficialismo y también a una buena parte de la comunidad internacional. ¿Es qué todos los diplomáticos destinados en Bogotá están ciegos y no fueron capaces de atisbar el tsunami que se venía encima? ¿Para que sirven unas embajadas que no se enteran de nada de nada de lo que ocurre en el país?

Luego el proceso fue muy largo y costoso en términos de desgaste de imagen. Estar negociando casi seis años, mostrando los tiras y aflojas entre las partes, tenía que tener un coste y le pasaron factura al proceso de paz. Y a las dos partes: al ejecutivo de Santos y a las FARC. Tenía que haber sido más corto, con tiempos acotados y pactados y, quizá, sin necesidad de embarcarse en una consulta de inciertos resultados. Si se hubiera llegado a un gran pacto nacional, con un consenso incluido con los uribistas y con una negociación más corta, seguramente hoy los resultados hubieran sido otros y no estaríamos en la situación de bloqueo en la que estamos.

Finalmente, hay que reseñar la influencia mayor que cada día tienen las redes sociales, el uso de internet y el boca a boca a través de Twitter, donde los partidarios del No se movilizaron activamente e hicieron una verdadera campaña movilizando a los suyos. Colombia se unió a la modernidad, como antes había pasado en otros países del mundo donde a través de las redes sociales se convocó a la revolución contra el sistema, como fue en los casos de Egipto y Túnez, y mostró que se podía articular y vertebrar un discurso alternativo frente al de los medios obedientes al gobierno. Menudo papelón han hecho en este campaña los oficialistas El Tiempo, El Espectador, Semana y los dos canales de televisión, que patética imagen de sumisión y adulación ante el poder establecido que defendía el SI. Aparte del presidente Santos, los directores de los grandes medios de comunicación deberían dimitir por indignidad ante la sociedad y ante sus lectores.

1 COMENTARIO

  1. DEL ACUERDO DEL PTE. SANTOS CON LAS FARC.- … no, no, soy español pero no apruebo el acuerdo alcanzado entre el Pte. Santos y las FARC. Colombia – su Gobierno- en esta ocasión no ha hecho sus deberes correctamente, sino que ha buscado un atajo, y los atajos – bien se sabe – suelen consistir en pretender salirse del camino correcto para llegar al buen lugar sin tener que pagar el precio o esfuerzo requeridos. De ahí puede desprenderse fácilmente que el ejercicio de la violencia con todo tipo de atrocidades, es rentable, sirve a sus miembros en definitiva para salir impunes y, además, incluso con prebendas personales añadidas. Es muy deseable, cómo no, lo mejor para el pueblo colombiano, pero nos tememos que no se ha dado con el instrumento adecuado, puesto que nos hallamos en el año 2016 del Siglo XXI y desde luego no a principios del siglo XIII. ¿ Comprenden…? Hoy, los modos, lo requerido en función de principios y valores, como bien saben y sienten, es absolutamente diferente. Ya no estamos en tiempos de «supervivencia» sino de cooperación, sí, pero a la vez justicia cívica y democrática en cualquier caso. Estimamos que, como decía y dice Isaías, la paz únicamente puede proceder de la justicia y no la justicia de la paz; es decir, creemos que han puesto los bueyes delante del carro. Y parece ser que ahora, en el referéndum, el pueblo lo ha expresado muy, muy claramente a pesar de la fastuosidad del evento, de la ONU con sus bendiciones incorrectas y los jefes de Estado con traje de gala. En fin, triste, triste haber intentado pasarse los mil pueblos sin abonar el peaje correspondiente. Porque, al barquero, no se la cuela nadie. Saludos.

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