Nos ilustra Julián Marías en su libro “Introducción a la filosofía” sobre las relaciones del individuo con la verdad, enumerando varias posibilidades: vivir en el ámbito de la verdad, en el horizonte de la verdad, al margen de la verdad, para añadir: “Por último, en cuarto lugar, es posible una situación anormal y paradójica, que es la de vivir en contra de la verdad.” Decir que en política es habitual la posición enfrentada a la verdad sería excesivo, pero es demasiado habitual, más de lo conveniente para la salud de la vida pública y partidaria, que se actúe por motivos pocos confesables y contrariar a la verdad sea una estratagema imprescindible para algunos actuantes de la vida pública. Toda criatura al acecho, escribe Elías Canetti refiriéndose al poder, desaparece, se embosca en el secreto como en otra piel y permanece largo tiempo a su abrigo. No puede actuar con su propia verdad porque ser reconocido como depredador le haría perder su objetivo.

La grave crisis moral y política que vive España es porque existen demasiados actores en la vida pública emboscados en el secreto de sus neblinosos propósitos, individuales y colectivos, con lo cual la verdad constituye el primer enemigo a batir. Apóstatas ideológicos, iconoclastas de la visibilidad de los valores que dicen defender, son definiciones certeras de estos políticos al acecho y emboscados en el secreto de sus verdaderas intenciones. Los novelescos avatares vividos por el PSOE desde el golpe de mano del 1 de octubre, muestran como el sector del partido que propició ese esperpéntico acontecimiento, en un asalto drástico al poder orgánico, ha venido justificando sus actos en una lucha constante contra la verdad.

Ninguno de los argumentos dados por los “susanistas” para su actitud se compadecen con la realidad y, por si esto no bastara, se complementa esta lucha contra la verdad con una constante proyección psicológica de atribuir al adversario sus propias destilaciones de estercolero. Susana Díaz dice en el vergonzoso comité federal refiriéndose a Pedro Sánchez: “A este le quiero muerto hoy”, pero son los otros los que generan odio, y Miguel Ángel Heredia no sólo decapitó onerosamente a la verdad sino que realizó groseras filigranas de improperios, pero son los otros los que insultan. Por otra parte, que los que han dado un golpe de mano al secretario general elegido por la militancia, los que impidieron que Pedro Sánchez pudiera tener la mayoría parlamentaria suficiente para poder formar gobierno, con imposibles líneas rojas, los que generaron el malestar de las bases, intenten vender el miedo de que si no vencen ellos en las primarias se puede partir el partido que ellos ya han roto, parece una broma de mal gusto. Es el resultado de la lucha contra la verdad.

Como era una lucha contra la verdad subscribir que la estabilidad política consistía en facilitar que gobernara Rajoy, un ejecutivo en el cual cada día hay más evidencias de que está supuestamente utilizando los instrumentos del Estado para tapar corruptelas y apoyar actitudes dudosas del Fiscal General del Estado y del Fiscal Anticorrupción o estén siendo puestos en evidencia los ministros de Hacienda, Interior y Justicia por supuestas reuniones y apoyos a imputados e intentar parar investigaciones o cesar fiscales poco “dóciles.” El propio presidente del Gobierno tiene que declarar ante la Audiencia Nacional por la corrupción en su propio partido que ha llegado a ser declarado por la judicatura como “organización criminal.” Propiciar que desde el gobierno el Partido Popular intente transgredir todos los resortes democráticos de control y salvaguardia de la salud de la vida pública, no es, desde el plano cívico y ético, un acto de regeneración sino al contrario una actitud que perpetúa desde la complicidad institucional todas las tumoraciones degenerativas del sistema.

¿Qué futuro puede tener el PSOE gobernado por unos dirigentes cuya metafísica política consiste en estar en permanente lucha contra la verdad? Es algo que por el bien del Partido Socialista y la regeneración democrática en España no deberíamos llegar a conocer.

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