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“Las mujeres aparecen en los medios como adornos para satisfacer las fantasías eróticas de los varones”

Entrevista a la escritora Elia Barceló

Nuria Coronado Sopeña
Nuria Coronado Sopeña
Es periodista feminista, autora de Hombres por la Igualdad (Ed LoQueNoExiste), editora, organizadora de eventos feministas y responsable de Comunicación y RR.PP. de Juan Merodio. Además es Máster en Producción Radiofónica (RNE), Biblioteconomía y Documentación (Universidad Complutense) así como Mujer y Liderazgo (Escuela Aliter). Fue becaria “Erasmus” y “Leonardo” en Roma. En la actualidad colabora con Diario 16, Público, El Español, 20 minutos y AgoraNews, entre otros medios. También es formadora en periodismo con perspectiva de género y ha sido galardonada con el “Premio de Diario 16” por la labor profesional y personal en la defensa de la igualdad (2018), el de “Embajadora de honor de yocambioelmundo.org” (2018) y el de “Candidata a las Top 100 Mujeres Líderes en España” (2018) en la especialidad de medios de comunicación.
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Elia Barcelo escribe por pura necesidad vital. Porque a través de la palabra, de los personajes femeninos que inventa o que quizá salen a su encuentro, todo en ella cobra sentido. Por eso le salen historias tan feministas, tan únicas y tan necesarias como las de las mujeres fuertes que protagonizan El color del silencio (que ya va por décima edición) o Las largas sombras.

En plena madurez esta filóloga anglo germánica e hispánica y doctorada en literatura hispánica por la Universidad de Innsbruck, intenta saborear cada minuto de su vida como si fuera el último, aunque no siempre lo consigue. “Me acuerdo siempre de lo que decía mi abuela y trato de llevarlo a cabo. Ella, que era muy sabía, me decía que cuando comprendiese que la vida no es un día más sino un día menos, empezaría a valorar lo que realmente importa, y en ello ando. A veces la vida van tan deprisa que no da tiempo a saborearla como quisiera», nos cuenta. Con el fin de conocer a la autora de ciencia ficción más destacada de las letras españolas y galardonada con el Premio Ignotus y del Edebé, conversamos con ella de la vida misma.

 

¿Qué verdades son las que más nos duelen?

Las que aciertan precisamente con lo que nosotras creemos de nosotras mismas y procuramos ocultar a los demás. Cuando alguien da con eso que hemos estado escondiendo de las miradas ajenas y sabemos que en el fondo la persona que nos acaba de decir esa verdad tiene razón, eso duele mucho. Si es mentira, es menos preocupante; podemos encogernos de hombros y decir “no tienes ni idea” o “todo es pura envidia”, pero si sabemos que han dado en el clavo y es algo que nos gustaría cambiar y no nos sentimos capaces de hacerlo… entonces duele mucho.

 

Lo del invento del “sexo débil” ha funcionado hasta ahora muy bien a la sociedad machista ¿se le ha acabado el chollo? 

Quiero pensar que sí, que ya se les ha acabado. Hace mucho que los hombres se han dado cuenta de que las mujeres no solo no somos más frágiles, sino que solemos ser bastante más resistentes psíquicamente, aunque en la parte de pura fuerza muscular seamos, por regla general, menos fuertes que ellos. Pero hoy en día ya casi no se necesita ni social ni profesionalmente la fuerza bruta. Hay máquinas para todos los trabajos que antes requerían mucha fuerza, y esas máquinas pueden ser manejadas por hombres y por mujeres. Antes también se referían a nosotras como “el bello sexo” y, aunque ahora ya no se lleva decirlo, parece que es una batalla que aún no hemos conseguido ganar. Las mujeres siguen apareciendo en los medios audiovisuales como adornos, como muñecas pintadas y arregladas para satisfacer las fantasías eróticas de los varones. Y, lamentablemente, también muchas mujeres siguen pensando que vale la pena sufrir para estar bella, llevando zapatos con los que no puedes correr ni casi andar, por citar sólo un ejemplo de lo que aún consideramos bello en una mujer.

 

¿Cuándo una mujer en lugar de salvar a otros se salva a sí misma es una victoria para ella y para quienes pueden tomar ejemplo de ella?

Cuando una mujer reúne el valor necesario para actuar con un poquito más de egoísmo y se salva primero a sí misma (para poder luego salvar a los y las que la rodean) sí es un ejemplo que puede ayudar a otras mujeres que viven aplastadas por el peso de las necesidades de los demás. Y si hablamos de malos tratos, físicos o psíquicos, el que una mujer se salve a sí misma es absolutamente necesario y admirable, y un gran ejemplo para sus hijos e hijas y para otras mujeres en la misma situación.

 

¿Cómo te sientes ante tanta desigualdad y violencia contra nosotras?

Encuentro francamente incomprensible la desigualdad. No hay que ser particularmente brillante para darse cuenta de que es injusto que no se retribuya igual un trabajo a hombres y mujeres. A mí me parece que cae por su peso que a igualdad de formación y prestaciones, haya igualdad de salario. Por eso creo que el feminismo y la lucha feminista debe ser llevada a cabo tanto por mujeres como por hombres, porque se trata de mejorar la sociedad y la convivencia para todos, y eso tiene que interesarle y preocuparle en la misma medida a mujeres y varones.

La violencia es algo que tampoco comprendo en una sociedad como la nuestra en que todo el mundo goza de muchos años de formación, de educación y de ejemplo de vida pacífica. No se arregla nada a puñetazos y navajazos. Tenemos que dar ejemplos de actuación pacífica para resolver problemas de relaciones entre hombres y mujeres. Me alegra mucho y participo en la medida de mis posibilidades en esa lucha por la igualdad y la justicia entre hombres y mujeres. Llevo haciéndolo desde que tomé conciencia de ello, a los trece o catorce años. Lo que pasa es que yo creo que no se trata en absoluto de que las mujeres empecemos a comportarnos como los hombres cuyo comportamiento despreciamos. Tenemos que actuar de un modo que a nosotras nos parezca justo y correcto, del modo en que nos gustaría que se comportaran con nosotras.

 

¿La vida ahora es más fácil con todo lo que has aprendido como mujer?

Sí, mucho más. Supongo que tiene que ver con la edad, con el estar más allá de la menopausia y haber adquirido más experiencia del mundo. Cuando era jovencita siempre oí decir que las mujeres, con la edad, nos volvemos sabias, y yo me pasé años y años esperando que llegara esa sabiduría, sin mucho éxito, la verdad. Luego me di cuenta de que lo que llamaban sabiduría probablemente era una especie de serenidad que se instala en las mujeres cuando los hijos ya no nos necesitan, los estrógenos se van reduciendo y vamos segregando más testosterona, lo que nos lleva a ser más claras, asertivas y directas (nos iguala un poquito a los hombres, en sentido químico). Llega un momento en la vida en el que te vas dando cuenta de que no es necesario que te quiera todo el mundo, que no tienes que gustarle a todos y que tienes perfecto derecho a ser quien eres, a decir que no sin dar mil justificaciones, a pensar un poco más en tu propia felicidad y un poco menos en la de los demás.

 

¿Qué les pasa a los hombres con las mujeres?

Que los han educado para una sociedad que poco a poco va dejando de existir y, de repente, han perdido los papeles y no saben cómo comportarse. Si son hombres a la antigua -“machos”- no nos gustan y sienten ese rechazo. Si son demasiado delicados y empáticos y lloran más que nosotras, tampoco nos gustan. Muchos de ellos no se sienten capaces de comprometerse con una mujer porque, como vivimos en una sociedad donde hay tanta oferta de todo y uno siempre quiere tener el último modelo, la idea de comprometerse con una sola y hacerle promesas resulta arriesgada, da miedo. Pero quedarse solo también da miedo, y no saben bien qué hacer. Hoy en día ser hombre debe de ser realmente difícil. Hay que darles modelos que puedan seguir, que los hagan sentirse bien siendo ellos mismos, siendo hombres en una sociedad paritaria de hombres y mujeres (no como antes, donde la sociedad era por y para los hombres, y no tenían que contar con nosotras salvo para cuestiones de “corrección social”, como decir “con su permiso, señora” cuando se encendían un puro bajo tus narices, sin esperar a que realmente les dieras ese permiso)

 

De ti dicen que hablas de cosas imposibles “porque de lo posible se sabe demasiado”. ¿El feminismo es un sueño cada vez menos imposible?

Yo siempre he creído que antes o después llegaríamos a una sociedad igualitaria donde hombres y mujeres tengamos las mismas oportunidades, el mismo sueldo, la misma visibilidad y presencia. Me angustia un poco que estemos en pleno siglo XXI y tengamos que seguir luchando por las mismas cosas que en mi primera juventud, pero no hay más remedio que seguir haciéndolo. Cada vez hay más hombres que también se han dado cuenta de que es justo y es lógico y tengo la sensación de que pronto lo conseguiremos, al menos en esta zona del mundo. En otras aún les queda mucho camino por recorrer.

“Ser independiente es simplemente bueno para el alma”

 

Si el mundo se niega a escucharnos y darnos el mismo valor a mujeres que a hombres ¿Qué acabará pasando?

En nuestra sociedad pronto tendremos lo que deseamos; vamos por muy buen camino. En otros lugares las mujeres y los hombres inteligentes tendrán que llevar a cabo esa misma lucha para conseguirlo, pero al menos nos tienen como modelo para saber que es posible, que se puede conseguir, y antes o después se hará posible en todas partes. Como escritora -especialmente cuando pienso en términos de ciencia ficción distópica- se me ocurren muchos escenarios donde las mujeres se radicalizan. La historia nos enseña que no se puede mantener a un colectivo siempre aplastado; antes o después ese grupo se rebela. Por eso es de desear que elijamos con buen tino a nuestros gobernantes para que trabajen por la igualdad y no nos lleven a situaciones de enfrentamiento.

 

¿Has cumplido todos tus sueños gracias a tus personajes y libros?

Yo siempre he tenido sueños e ilusiones de dos clases: los que eventualmente se pueden cumplir y los que no, los sueños posibles y los sueños imposibles, para entendernos… De los posibles he cumplido la mayor parte. De los imposibles, lógicamente, muy pocos… pero la gracia de los sueños imposibles es que te estimulan para seguir en marcha aunque sepas perfectamente que no los alcanzarás. Es como querer alcanzar el horizonte. No puedes hacerlo, pero el deseo, aunque sea imposible, te mantiene en movimiento.

 

¿A que sabe la libertad de poder ser tú y ser libre?

La libertad es lo más grande a lo que puede aspirar un ser humano. Para mí siempre ha sido fundamental, desde muy joven. Nunca he querido mandar sobre otras personas, pero tampoco he querido que me manden a mí. Ser independiente es simplemente bueno para el alma. De todas formas, parte del buen uso de la libertad es poder tomar decisiones sobre con quién y con qué comprometerse; en cuestión de amor, lo que decía Luis Cernuda: “libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío”. Ahora me encuentro en un buen momento, tengo más libertad de horarios y puedo decidir con más autonomía cómo repartir mi tiempo y a qué dedicarlo. La libertad sabe a aire fresco, a perseguir el horizonte, a disfrutar de ser quién eres.

 

Si se leyera más literatura escrita por mujeres ¿cómo sería todo?

Sería todo más completo, más redondo, en el sentido de que muchas personas que nunca han entendido cómo piensa y siente la mitad de la población ahora tendrían la posibilidad de ver el mundo a través de los ojos de muchas y diferentes mujeres y eso les ampliaría las miras considerablemente. También deberíamos leer más literatura escrita por autores y autoras no occidentales, no blancos, no primermundistas, no cristianos, no de clase media… no todo lo que nos parece habitual. Sólo podremos hacer un mundo más tranquilo, agradable, respetuoso y rico en diversidad cultural si conocemos otros puntos de vista y nos damos cuenta de que todo el mundo tiene sus verdades y está convencido de que son las únicas posibles. Si, además, conseguimos que todos estén dispuestos a exponerse a otras y tratar de comprenderlas, esa sería una excelente base de diálogo y el mundo mejoraría mucho.

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