El pasado domingo y en un programa de prime time como “Salvados” España pareció reencontrase de pronto y de la mano del ácido Jordi Evole con su propia desmemoria, esa que ha dejado enterrada en  las fosas comunes del tiempo la historia de un país que asumió el silencio a favor de la transición para construir una sociedad de convivencia entre vencedores y vencidos. Fue así como se construyó sobre los pilares del franquismo un estado del bienestar que hoy sufre de aluminosis por una crisis caníbal que ha puesto en jaque al modelo de estado en su conjunto. Y es que parece ser que la desmemoria, sigue siendo hoy componente del ADN genético de una España en donde la democracia ha perdido la dignidad ante su incapacidad de poner blanco sobre negro sobre la guerra, la represión y el exilio sufrido por miles de Españoles y Españolas.

Fueron las dos Españas, las del frentismo y la radicalidad sin puentes de transición las que nos llevaron antaño a un tiempo de oscuridad y fanatismo. Esos en donde la oscuridad cercenó el progreso y la transformación de un país que fue capaz de ver nacer en su seno a la generación del 27 y del 98, a Ramón Carande o Clara Campoamor, a una generación de hombres y mujeres  condenados a la represión y al destierro.

Hoy de nuevo, España se enfrenta a un tiempo de cambios, de retos y desafíos de importante calado para la configuración de un marco de convivencia democrática entre quienes conformamos este proyecto de país, y de nuevo como antaño la historia cíclica parece repetirse en esa afirmación máxima marxista permanente en el tiempo con la configuración de las dos Españas, las del proyecto nacional y el nacionalista, las del españolismo patrio y las del nacionalismo excluyente que hoy galopa al abrigo de los postulados radicales de la izquierda nacidos al abrigo de una democracia fallida e incapaz de dar respuesta a las necesidades básicas de miles de españoles y españolas que hoy sufren la pobreza, la exclusión laboral y la pérdida de derechos básicos y fundamentales.  Es esta y no otra la gasolina de quienes con soflamas leninistas buscan la imposición hoy de un nuevo modelo de estado aún a riesgo de recuperar el frentismo de la cainita alma española. Estamos así ante una crisis económica, social y territorial que conformada en tormenta perfecta hoy pone sobre el tablero de la realidad la fuerza de unos nacionalismos catalán y ahora vasco crecidos por incomparecencia de un estado ausente en el avestrucismo de un Mariano Rajoy cuyo mejor servicio a España sería dar un paso atrás en el liderazgo de un partido como el PP necesitado de un profundo centrifugado de renovación en toda su estructura.

En definitiva, hoy España se enfrenta a la configuración de una nueva transición que tendrá que ser capaz de construir  un nuevo marco colectivo de convivencia y desarrollo, de progreso pasado en la construcción de puentes entre todas las fuerzas políticas y sociales de un país en donde la exclusión sólo conlleva al enfrentamiento, un país en donde la falta de diálogo entre quienes hoy tienen la responsabilidad de representar a una ciudadanía que exige cambios nos condenaría a un callejón sin salida de difícil resolución.

Hoy en resumen es el tiempo de la política, esa en mayúsculas y en trazo complicado de arduas negociaciones para consensuar el interés general frente la partidista, el colectivo frente al regional , el progreso frente a la inacción, la pregunta es clara ¿Estaremos a la altura de este tiempo?

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