Desde la academia hay quienes siguen categorizando el caso venezolano como el de un ‘autoritarismo competitivo’, entendiendo como tal entendiendo como tal a aquel régimen en el que ‘las instituciones democráticas formales son ampliamente vistas como medios principales para obtener y ejercer la autoridad política.’, donde ‘Los funcionarios violan estas reglas con mucha frecuencia, hasta el punto que el régimen no logra tener los estándares mínimos convencionales para la democracia’, donde ‘los funcionarios abusan constantemente de los recursos del Estado, no ofrecen a la oposición un cubrimiento adecuado de los medios y manipulan los resultados de las elecciones’, y donde ‘las reglas democráticas simplemente sirven para legitimar un liderazgo autocrático existente’. Utilizan para esta descripción el concepto acuñado por los politólogos Steven Levitsky y Lucan A. Way.

Ahora bien, hace ya bastante tiempo que Venezuela ha dejado de serlo, como también hace ya bastante tiempo que dejó la senda del socialismo del Siglo XXI que promovía el Comandante Hugo Chávez. El régimen de Maduro no es la continuidad del chavismo, muy por el contrario, en muchos casos es su antítesis.

Más allá de las opiniones que se puedan tener sobre la política y las políticas implementadas por Chávez, uno de los principales argumentos que no podían rebatir sus críticos era el aval electoral con el que contaba, puesto que elección tras elección, supervisadas por veedores internacionales, el pueblo venezolano acompañaba a su líder.

Sin embargo tras la muerte del Comandante, todo cambió. De hecho hace ya bastante tiempo que Venezuela no tiene elecciones, y cuando las tuvo triunfó la oposición.

Ya no se puede seguir hablando, entonces, de autoritarismo competitivo en el caso venezolano. Venezuela hoy es una dictadura, aunque no en el sentido clásico de las dictaduras que conocimos en América Latina a finales del siglo pasado, ya no es necesaria la intervención militar porque, como se ve en el caso venezolano, las Fuerzas Armadas son parte importante del gobierno y el Estado.

Hoy en día están al frente de casi un tercio de los Ministerios nacionales, varios Gobernadores son ex militares y conducen empresas claves del devenir económico venezolano. En consecuencia, las Fuerzas Armadas bolivarianas no pretenden reemplazar al gobierno venezolano porque las Fuerzas Armadas bolivarianas son el gobierno venezolano, pero con una salvedad, quien es la cara visible del gobierno es un ex colectivero, no un ex militar.

Afirman Levitsky y Way que ‘aunque los funcionarios en los regímenes autoritarios competitivos puedan manipular frecuentemente las normas democráticas formales, no pueden eliminarlas o reducirlas a una mera fachada’, pues bien, en Venezuela sí. Y así quedó de manifiesto en el rifirrafe vivido entre la Asamblea y el Tribunal Supremo de Justicia, cuando este último decidió dejar sin competencias a aquella y tras la presión internacional, e incluso interna de actores del propio bolivarismo, decidieron dar un paso atrás y evitar la obscenidad del gesto, aunque no la utilidad de las acciones.

Hoy ciertas instituciones de la República no son más que meros hologramas de lo que supieron ser, y así lo entienden los restantes países de la región cuando convocaron una reunión de Cancilleres de la Organización de Estados Americanos. Esto, que no contó con el apoyo de Venezuela, provocó que el país caribeño anuncie que se retirará del organismo continental, convirtiéndose así en el primer Estado que en los 65 años de existencia de la OEA, decide retirarse voluntariamente. Sólo había hasta ahora los antecedentes de la exclusión de Cuba en 1962 y la suspensión temporal de Honduras en 2009.

Si bien en el seno de la organización hubo quienes apoyaron decididamente a Venezuela, Bolivia por ejemplo, y quienes lo hicieron con matices, Ecuador y Nicaragua como así también algunas de las pequeñas naciones que tienen más relación económica con Venezuela por los intercambios petroleros, la mayoría del organismo sigue dando pasos en pos de acorralar al gobierno de Maduro.

Sin embargo estos Estados aún no se deciden a aplicar la Carta Democrática, y en ese contexto Venezuela decide huir hacia adelante, se va antes que lo echen. Y acusa de poco democrático al organismo que, a su vez, acusa de poco democrático al país caribeño. Y ambas realidades son ciertas.

Es momento entonces de decir las cosas por su nombre. La OEA no es democrática y necesita actualizar su funcionalidad para dotarse de más democracia. Venezuela es una dictadura y debe recuperar la senda democrática para beneficio y bienestar de sus ciudadanos.

Mientras todo siga siendo una lucha sin cuartel por política nada cambiará, es necesario que la lucha sea por políticas, sólo así los venezolanos podrán vivir un poco mejor cada día.

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