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Las contradicciones del Sistema

Resistencia XVII

Antonio Periánez Orihuela
Antonio Periánez Orihuela
Maestro de Primera Enseñanza. Licenciado en Filosofía y Letras (Historia del Arte) Doctor en Comunicación Audiovisual. Tesis: La Imagen de Andalucía en el Cine Español (1940-1960) Diplomado por la Universidad de Valladolid. Historia y Estética Cinematográfica. Colaborador varios años del Periódico Comarcal, "El Condado".
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análisis

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Los grandes imperios de la Antigüedad eran politeístas, adoraban a dioses muy diversos, en algunos casos había dioses locales y del hogar, sin embargo no hubo, en su mayoría, una casta sacerdotal como las reconocidas religiones del libro: el Judaísmo, Islamismo o Cristianismo, donde los fieles necesitan una interpretación del cuerpo doctrinal. En Grecia la religión pertenecía a los ciudadanos y, si era necesario, cualquiera podía ejercerla. Aunque fueron muchos siglos en los que la civilización griega estuvo desarrollándose paralela a la romana, cunde la idea que los romanos siguieron a los griegos, una cosa sí es cierta, los romanos dominaros a los griegos en su etapa final. Importantes cuestiones culturales, incluidos mitos y dioses de los pueblos conquistados fueron aceptados por el mundo romano, pero también impusieron el culto al Emperador. ¡Ah! Que no se olvide, ambas eran sociedades esclavistas. De entre los dioses particulares de los romanos reconocemos a Jano. Dios venerado como guardián de la ciudad, el que posee las llaves, su singularidad es que tiene dos cabezas, de tal forma que, una mira hacia la entrada de la ciudad y la contraria hacia su salida. Jano supone el sentido del dominio total, nadie escapa a su visión, Jano “tiene doble cara, ejerce su poder en cielo, mar y tierra”. El tiempo ha dejado la huella de Jano en nuestra cultura con el dicho, “tienes dos caras como Jano”, aplicado a las personas se dice de aquellos que son “falsos y embusteros”.

Es conveniente no olvidar las dos caras de Jano. Sigamos. El sistema dominante occidental vive en clara contradicción, cosa que ocurría menos en los imperios absolutos anteriores. En la historia de la humanidad, el poder no ha ocultado su absolutismo, éste se ejercía de forma coercitiva y despiadada sin disimulos ni miramientos. Se devastaban regiones, se quemaban pueblos y ciudades, se desplazaban poblaciones enteras de un lado a otro, se asesinaban en masa comunidades y se convertían en esclavos aquella parte de la población rentable, pero todo se hacía, proclamaba y difundía como un ejercicio necesario y garantista del poder imperial, sólo basta leer la “Guerra de las Galias” de Julio César. Por otra parte, se habla de las atrocidades cometidas por los imperios orientales contra sus enemigos, pero, ¿es posible imaginarse el suplicio que supondría para un indígena del Nuevo Mundo entender el misterio de la Santísima Trinidad? De igual modo, no están divulgados suficientemente los resultados del exterminio colonial sobre los pueblos originarios, no obstante, la población autóctona quedó tan mermada que se importó población africana como mano de obra, comenzando el esclavismo en la Modernidad. Y, para qué decir, lo presenciado por los espectadores del mundo entero en películas de John Ford, Raoul Walsh, entre otros maestros de Hollywood, aunque a veces los del Séptimo de Caballería “murieran con las botas puestas”, ahora sí, los cinéfilos saben bastante sobre el despiadado asesino indio. Imperios. Imperios que han arrasado regiones, sin el menor disimulo, es más, haciendo gala de ello porque los triunfos militares y económicos suponían dotar a la barbarie de cultura, lengua, religión y progreso. Pese a sus ideales y refinado pensamiento, los europeos no tuvieron límites dominando, colonizando, evangelizando, modificando sistemas económicos, sociales y raciales, en su aplaudido progreso.

El Poder actual pretende justificarlo todo, se excusa de todo, planea primero el discurso defensivo que la atrocidad a punto de cometer. No tendría que dar explicaciones, pero atosiga, prepara el terreno de intoxicación utilizando los medios, que son muchos, para convencer, manipular, engañar y, es que a veces, se gasta más en propaganda que en tratar de solucionar el problema. ¿Cuántas veces tuvimos que escuchar, lo de “armas de destrucción masiva”, “daños colaterales”, “eje del mal” y cosas parecidas? Como tantas veces el Imperialismo actual insiste en demostrar ser ofendido, atacado, se define como la víctima contra el Mal absoluto. Decir que “los chinos han creado el virus”, descalifican la capacidad científica del mundo rico.

Tras la crisis de 1929 el mundo capitalista quiso hacernos ver que el sistema era “un Estado del Bienestar”, para hacer frente a la URSS que empezaba, y debilitarla. Antes de la Gran Guerra se menospreciaba al enemigo, pero el nuevo Estado soviético se negó a pagar los compromisos del Zar Nicolás II con las potencias occidentales. Ninguna de las guerras mundiales salió como esperaba occidente, sencillamente porque tuvieron que contar con el molesto coloso ruso. Recuerden que terminada la Segunda Guerra, Churchill pudo decir aquello, de “si se habrían equivocado de enemigo”, pero el Imperio lo tomó como cierto Desde su aparición, hace siglos, la trayectoria del sistema capitalista avanza entre “evasiones de la realidad”, monopolios, multinacionales, restricciones y deslocalizaciones del mercado libre. El señor Keynes tuvo su tiempo, pero se quedó atrapado entre Adam Smith y la Escuela de Chicago. Tal vez, el maestro de Roosevelt, no supiera para quien trabajaba tratando decisiones políticas. Los pueblos de la historia no han podido liberarse de la ambición de los Imperios, hoy la muerte toca a la puerta de millones de seres vulnerables, fijémonos en la política, porque tiene la responsabilidad de dar una solución justa a esta crisis.

“Separar economía y motivaciones políticas es algo estéril”.

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