Dra. Mercedes Vegas analizando materiales cerámicos. Foto: Peter Witte

¿Cuál es la imagen que nos viene a la mente cuando pensamos en un arqueólogo? La mayoría de la gente contestaría que Indiana Jones, o quizá Juan Luis Arsuaga (quien, por cierto, no es arqueólogo) o quizá Eudald Carbonell. A pocas personas se les ocurrirá imaginarse a una mujer. Esto en parte, claro está, se debe a la nula neutralidad del lenguaje (para imaginarse a una mujer nos tendrían que preguntar que pensáramos en una arqueólogA, así, con A, especificando el género femenino. Pero incluso entonces todavía nos costaría encontrar un ejemplo. Lo cierto es que las mujeres han tenido que luchar por su puesto como profesionales y que a las pioneras no les fue fácil hacerse hueco. De hecho, ni siquiera las grandes historias de la Arqueología las nombran y solo el esfuerzo que en estos últimos años han realizado, cómo no, un grupo de mujeres dentro de la profesión (y, admitámoslo, algunos hombres), ha logrado sacar a relucir varios de sus nombres.

En España encontramos a las primeras profesionales en los museos de los años treinta, a veces como directoras de la institución, ellas solas haciéndose cargo de todo y su número continúa aumentando después de la Guerra Civil. Es una salida profesional que les resulta más cómoda, menos expuesta, más aceptable para la mentalidad del momento. En todo caso en cierta forma en paralelo, otras compañeras comienzan a dar clases en las universidades, pero siempre en puestos menores, ya que habrá que esperar hasta 1975 para que una de ellas consiga llegar a catedrática. Pero ¿quiénes eran todas estas mujeres? No las encontramos, ya se ha comentado, en las historias de la Arqueología. ¿Cuáles fueron las dificultades que tuvieron que superar? ¿Se las trató como universitarias en su periodo de aprendizaje igual que a sus compañeros masculinos y recibieron la misma ayuda para avanzar en la profesión? Y, ¿cómo influye el pasado en el presente? ¿Puede ser que la falta de roles femeninos influya sobre las que empiezan en la profesión hoy en día?  

Un grupo de diecisiete arqueólogas y arqueólogos repartidos por toda la geografía peninsular dirigidos por Margarita Díaz-Andreu, profesora de Investigación de ICREA en la Universidad de Barcelona, van a intentar responder precisamente a todas estas preguntas que se acaban de plantear. Provenientes no solo de la Barcelona, sino también de la Universidad Complutense de Madrid, la de Alcalá de Henares, de Alicante, Málaga, Evora y la Escuela Superior de Igualdad Real, Humanidades, Comunicación y Cultura (ESIRHCC), del Museo Arqueológico Nacional y del Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, además del Ayuntamiento de Mairena (Casa Bonsor. Castillo de Mairena) y de la Comunidad de Madrid y con financiación del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y la Agencia Estatal de Investigación, su labor en los próximos tres años consistirá en recuperar la memoria de todas aquellas (anti-)Indiana Jones que han logrado que el estudio de nuestro pasado a través de las antigüedades sea posible desde su labor como conservadoras de museos, profesoras de universidad, gestoras en los servicios de arqueología estatales o autonómicos, trabajadoras en arqueología comercial, o quizá como mujeres en la sombra realizando labores para sus colegas – a veces incluso maridos – masculinos. Rescatar a todas estas mujeres del olvido es importante para reescribir la historia de la Arqueología, dotando a la narración de una diversidad de género de la que ahora carece. Se trata de una cuestión de justicia histórica.

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