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Las andanzas de Pompeo en el traspaso de mando en República Dominicana

Narciso Isa Conde
Narciso Isa Conde
Revolucionario socialista, político, escritor y ensayista dominicano.
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análisis

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EE.UU le dio relevancia a  la toma de posesión del nuevo Presidente dominicano, Luis Abinader: se hizo representar por Mike Pompeo en compañía de su Subsecretario para Asuntos Hemisféricos, Michael Kosak.

Bastante tiene esto que ver con la importancia geopolítica que esa superpotencia le ha dado a este país y a esta isla compartida con Haití, luego de la liberación de Cuba; hazaña histórica en nuestro Caribe, definido como frontera imperial y bisagra entre el Pacífico y el Atlántico. Ahora, además, en la cercanía de dos países también emancipados del coloniaje estadounidense: Venezuela y Nicaragua.

Esta es una isla con dos naciones intervenidas, víctimas de reiteradas invasiones imperialistas; y, en nuestro caso, apresada férreamente por el Pentágono, luego de nuestro más reciente intento de convertirnos en 1965 en país soberano (siguiéndole los pasos a Cuba con nuestras propia modalidad); precisamente a raíz de la revolución democrática-popular de 1965, encabezada por el coronel Caamaño y obstruida por el desembarco de 42  mil marines.

Desde entonces no hemos podido romper tan poderosas cadenas. Cada vez que afloran aires de cambios fuera del control de EE.UU se refuerzan los grilletes.

El imperio no pestaña para imponer sus recetas, no pocas veces envueltas en papel de regalos y adornada con frases bonitas. Cuando se le gasta una fórmula, construyen y amarran la que la releva.

Eso ha pasado.

Eso está pasando.

Para darle continuidad a esa tarea imperial vino el Super-CÍA que hace las veces de Canciller estadounidense.

El relevo es fresco y bastante oxigenado al montarse sobre la ola anti-corrupción y anti-impunidad que erosionó el régimen del Partido de la Liberación Dominicana-PLD y su intento de continuidad forzada, luego de ejercer gobierno y control estatal durante 16 años corridos con el respaldo del Norte Brutal.

Ya no era posible sostenerlo, sin grandes riesgos para la estabilidad del sistema de dominación; y por eso, desde hace meses, Washington y  las fuerzas de oposición bajo su tutela  prepararon su reemplazo. A Pompeo le tocó  dirigir la orquesta con variadas muletas, entre ellas la inefable OEA.

Pompeo vino a la consumación de esta primera fase de readecuación del coloniaje y especialmente a amarrar aspectos fundamentales articulados a su política hemisférica de EEUU.

LOS TRAJINES DE POMPEO: DOS REUNIONES A DESTACAR

Dos entrevistas y dos invitados de la región simbolizan la obra re-colonizadora en marcha, debidamente remozada.

Primero, su encuentro de despedida con el derrotado ex-presidente Danilo Medina, desacreditado al extremo de ser, junto a sus principales colaboradores, eventuales sujetos de procesos judiciales.

Un encuentro lleno de hipocresía y simulaciones, en el que Pompeo concluye elogiándolo como aliado en la lucha por la democracia.

…Y a continuación la entrevista con el presidente entrante, Luis Abinader, destinada a sellar la nueva alianza para “promover democracia, transparencia y seguridad” en el Continente, en los términos que saben hacerlo el Pentágono, la CÍA y el Departamento de Estado y su OEA.

Sobre todo “seguridad hemisférica” contra cualquier pálpito de independencia y todo proyecto o ejercicio de soberanía y anti-neoliberalismo; lo que incluye órdenes para limitar las relaciones con China y mayor distanciamiento de Cuba.

 Pero no podía faltar, claro está, el asunto clave: el nuevo Gobierno, su Canciller y su Presidente, salen de esa reunión, realizada en el Palacio Nacional (tipo Capitolio), amarrados,  formalmente comprometidos a aplicar el acuerdo concertado entre el Grupo de Lima, el Comité Internacional de Enlaces, la Unión Europea y EE.UU.

Ese convenio formaliza la decisión de luchar conjuntamente por una “transición de Venezuela a la democracia”, previa parcialización con la opción mafiosa y colonialista que encabeza Guaidó y con la apelación al TIAR, en su condición de instrumento útil para viabilizar los esfuerzos por revocar la principal conquista del proceso bolivariano: la autodeterminación del pueblo venezolano.

Todo esto, en el contexto de una ceremonia nacional, en la que entre los pocos invitados, resaltaba la presencia de dos expresiones de la escoria política latino-caribeña: el Presidente Jovenel Moises de Haití y el representante del Presidente Juan Orlando Hernández de Honduras.

Al cierre de la visita de Pompeo, irónicamente en el 157 aniversario de la Guerra Restauradora de la República frente a la Anexión a España, el llamado Gobierno del Cambio, agrega a nuestra condición de país intervenido por EE.UU, la condición de país interventor, a la cola del decadente imperialismo occidental. ¡Vergüenza! Decisión imperdonable.

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