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Lagarde, una neoliberal radical al frente del Banco Central Europeo

Polémicas declaraciones contra las clases trabajadoras y el Estado de Bienestar, y algún que otro asunto turbio, jalonan la biografía de la nueva presidenta del BCE

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análisis

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Que una mujer llegue a ocupar un puesto de responsabilidad política siempre es una buena noticia. Pero si esa mujer es Christine Lagarde hay motivos más que sobrados para rebajar la euforia. La nueva presidenta del Banco Central Europeo (BCE) proviene del ala más dura del neoliberalismo económico, como demuestra su nutrido currículum de polémicas declaraciones.

Lagarde, azote de la socialdemocracia y de los defensores del Estado de Bienestar, acostumbra a despacharse a gusto con las clases trabajadoras más desfavorecidas y con los países que peor lo han pasado durante la crisis. En 2012, cuando ya dirigía el Fondo Monetario Internacional, se filtró un informe de este organismo en el que se advertía de los riesgos que para la economía supone “que la gente viva más de lo esperado”. El informe del FMI denominaba “riesgo de longevidad” al aumento de la esperanza de vida, lo cual sería un problema, ya que “si el promedio de vida aumenta tres años más de lo previsto para 2050 eso podría conllevar que el coste del envejecimiento –que ya es enorme para los gobiernos, las empresas, aseguradoras y particulares− aumente un 50% con referencia al PIB”.

Un año después –en 2013 y todavía en plena crisis–, el organismo de Lagarde lanzó una “recomendación formal” para que España redujese hasta un diez por ciento el salario medio de sus trabajadores. Es sabido que Lagarde siempre ha sido partidaria de la política de austeridad y de la contención de los sueldos, además de la flexibilización del mercado laboral, es decir, del despido libre como forma de crear empleo. Su drástica medida para las clases obreras provocó la airada protesta de los partidos de izquierdas y de los sindicatos.

El siguiente escándalo llegó en el año 2015, cuando Lagarde propuso “combinar aumentos de la edad de jubilación (obligatoria o voluntaria) y contribuciones a los planes de pensiones con recortes de las prestaciones futuras”. Otro misil a la línea de flotación de las políticas progresistas.

Durante los años más duros de la crisis, Lagarde se mostró como el peor de los azotes del Estado de Bienestar y de la socialdemocracia. Que se lo pregunten si no a los miles de usuarios griegos de Facebook que hartos ya de las medidas de austeridad propuestas por la directora gerente del FMI llegaron a crear una página de protesta contra ella. Días antes, la eminente abogada y economista −una de las mujeres más poderosas del planeta según la revista Forbes−, había acusado al pueblo heleno de no pagar impuestos. En aquella ocasión la dura Lagarde llegó a decir: “Pienso sobre toda esa gente que está intentando evadir impuestos todo el tiempo. Toda esa gente en Grecia que está intentando escapar de los impuestos”. Tal valoración fue considerada una humillación por los griegos y aquella entrevista a The Guardian en la que Lagarde se mostró reacia a que los organismos internacionales aprobaran el rescate financiero para Grecia todavía se recuerda como una afrenta en aquellas latitudes.

La biografía de la nueva ejecutiva del BCE no solo está jalonada de agrias polémicas mediáticas, también de turbios escándalos judiciales. Ministra de Comercio, de Agricultura y de Economía de Francia, en 2016 el FMI “reafirmó su confianza plena” en su directora gerente después de que la Justicia francesa la declarara “culpable de negligencia” en un caso de desvío de dinero público del que se benefició el empresario Bernard Tapie. La sentencia en aquel caso de corrupción no incluyó condena penal para ella.

Según el relato fiscal, Lagarde actuó de manera negligente en uno de los escándalos políticos de la época del presidente Nicolas Sarkozy. Nombrada ministra en junio de 2007, dio luz verde cuatro meses después a un arbitraje privado para resolver el contencioso que enfrentaba al Crédit Lyonnais, entonces entidad pública, con Bernard Tapie, que había apoyado la campaña de su amigo Sarkozy. Aquel arbitraje, anulado por los tribunales e investigado por presunta estafa, se resolvió rápidamente en 2008 en el ministerio con la adjudicación al empresario de 403 millones de euros. Lagarde aseguró que se sentía “absolutamente tranquila” porque había actuado correctamente en todo momento.

Ese es el perfil de la nueva directiva que va a dirigir los destinos del eurobanco en los próximos años. Según Pedro Sánchez tenemos que felicitarnos por el éxito de esta mujer que supuestamente es el éxito de todos. Pero revisando su historial, cuesta trabajo creer que con ella al frente de las finanzas europeas los trabajadores vayan a vivir mejor.

¿No podrían cambiar a Christine Lagarde por Marcela Lagarde?

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