Podría decir, sin mentir, que Lafcadio Hearn es mi escritor de relatos favoritos desde que descubrí en un libro recopilado por Harold Bloom una pieza titulada REFLEJOS, que aconsejo leer a cualquiera, y aún más especialmente si tiene hijos.
La vida de Lafcadio es totalmente novelesca, de novela de Dickens: huérfano desde muy niño, tuerto a los dieciséis años, acosado por sus compañeros y marginado por sus familiares, va rebotando de país en país: Irlanda, Inglaterra, Francia, Estados Unidos… hasta que encuentra uno, un país, en el que no se siente un raro: Japón. Y tras casarse con la hija de un samurai, se hace japonés, convirtiéndose en Koizumi Yakumo. Y a partir de ese momento su vida es feliz (aunque breve), y produce cantidad de libros interesantísimos.
Sus relatos son una maravilla y la edición que ha hecho de una selección de los mismos la Editorial Edelvives, acompañándolos con ilustraciones de Benjamín Lacombe, un pequeño prodigio, un objeto de deseo, que enamora al tacto y a la vista.
“Espíritus y criaturas de Japón”, así se titula el volumen que ahora mismo, mientras escribo sobre él, miro con arrobo y alegría y afecto. ¡Qué bonito es! ¡Y qué buenos son los cuentos!
Aún no los he leído todos, voy despacio para que me duren y no se gasten. Pero -desde que lo tengo- paseo por las páginas del libro: las hay en papel digital y habitadas por fantasmas, y también puede encontrarse un apartado dedicado a los JUEGOS DE YOKAI en el que aún no he profundizado… pero esta misma noche voy a pasear por la zona de los juegos: está lleno de dibujos sugestivos, y quizá me atreva a bucear en su interior hasta donde me llegue el oxígeno.
En suma, un libro que es un regalo para los sentidos y para el espíritu. Lafcadio Hearn, que ahora es fantasma porque ya no tiene un cuerpo físico, es para mí una inspiración y un amigo.
(Mecanografía: MDFM)