La voz de las víctimas de la violencia de género

Habla David en el Congreso, hermano de una mujer asesinada

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Dicen testigos que el pasado lunes hubo lágrimas en el Congreso tras escuchar a David, el hermano de una mujer asesinada por su marido en el 2013 delante de su propia hija.

«Por favor, intenten poner las cosas un poquito más fáciles». Es la súplica de David, que lleva desde entonces sumido en una carrera de obstáculos para hacerse cargo de su sobrina huérfana, que presenció el crimen cuando apenas tenía tres años, según informa la agencia EFE.

Ahora la pequeña vive con él y su mujer porque así lo decidieron «de corazón», pero lo cierto es que a esta pareja joven y sin hijos les ha cambiado la vida por el costoso procedimiento de adopción en el que todavía se encuentran inmersos y por los gastos que conlleva la manutención de la niña.

En la jornada parlamentaria celebrada la tarde del lunes en el Congreso para visibilizar la situación que viven los 40 menores que cada año se quedan huérfanos como consecuencia de la violencia machista, David ha querido ofrecer su testimonio para alertar sobre la «realidad oculta» que se esconde en cientos de familias que han padecido esta lacra.

Desde el día del asesinato hasta que el autor fue detenido tres meses después, los que tardó la Policía en reunir los indicios suficientes para que el instructor decretara su ingreso en prisión incondicional, la familia materna no supo «absolutamente nada» de la niña.

El motivo, que su progenitor, con el apoyo de sus padres, la sumieron en el «desarraigo más absoluto y total«, dando de baja a la niña del colegio y alejándola de todo aquello que pudiera recordarle a su madre.

Aunque esa situación terminó cuando su padre entró en la cárcel, el juez, que acabó entregando la patria y potestad de la menor a la familia materna, paralelamente estableció un régimen de visitas semanales supervisadas a los abuelos paternos en un punto de encuentro familiar gracias al informe favorable de los servicios psicosociales.

«Sus análisis y recomendaciones parten de una visión idílica de lo que sería lo mejor para la menor», y en su opinión fue que esas visitas eran más beneficiosas que perjudiciales, sin tener en cuenta que la niña, cada vez que tenía que afrontar una de esas visitas, exteriorizaba sus sentimientos «con vómitos».

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