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“La vida, a veces quema cada vez más hasta llegar a un punto insoportable, a veces se aplaca a base de hacer callo”

Elisa Victoria disecciona visceralmente en ‘El Evangelio’ lo cuesta arriba que se pone la existencia para los más jóvenes y el pundonor que ponen en el empeño de superar las adversidades del sistema

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análisis

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Con El Evangelio (Blackie Books), la escritora sevillana Elisa Victoria (1985) consolida y acrecienta el impacto que produjo con su primera novela, Vozdevieja. Una escritura cercana, limpia de aditamentos y subterfugios literarios, y sobre todo de una madurez que le otorga por méritos propios situarse entre las voces más personales del panorama literario español actual. Eulalia, Lali, una joven de 20 años que comienza a hacer prácticas de Magisterio en una clase de Infantil en un colegio religioso, trabaja en una pizzería a destajo por la noche y además tiene que soportar al llegar a casa las impertinencias de un familiar anciano en las puertas del averno. Como muchas jóvenes actuales que se pueden ver reflejadas en ella, la protagonista recompondrá las innumerables piezas del puzle que la vida nos pone a todos por delante para saber hacia dónde encaminar nuestros pasos de futuro, con los que dejamos volar definitivamente los pájaros de la juventud.

En sus dos primeras novelas, Vozdevieja y esta El Evangelio, hay dos poderosas voces femeninas y jóvenes como protagonistas, en un entorno, su Sevilla natal, como claros referentes narrativos y argumentales que hacen de lo narrado algo verídico y cercano. ¿Lo autobiográfico o vivido transpiran en cada línea que escribe o realmente toma distancia con la realidad circundante aunque la intenta plasmar lo más fidedignamente posible?

A la hora de abordar una novela de estas características intento escribir con verosimilitud, lo autobiográfico puede ser en ocasiones un punto de partida que me sirve para construir algo que a veces acaba siendo distinto de lo vivido dependiendo de las exigencias de la narración, pero no es esencial como tampoco lo es la realidad. Persigo un enfoque realista pero la realidad en sí no es importante para el texto, que tiene sus propios requerimientos.

Eulalia, la protagonista de El Evangelio, se pregunta en un momento determinado después de terminar su dura jornada de cajera en un Telepizza: “Cuándo llega el punto en que deja de quemar la vida”. Muy duro. ¿Cuándo? ¿Hay respuesta para tanta desolación?

No lo sé, la gente que se siente también abrasada por la vida va encontrando o no diferentes respuestas que ayuden al acomodamiento deseado, a veces quema cada vez más hasta llegar a un punto insoportable, a veces se aplaca a base de hacer callo y con suerte encontrar recursos para la supervivencia.

¿Por qué llega una joven a pensar eso con toda la vida por delante aunque no le haya tocado vivir en una familia opulenta con sus problemas opulentos, sino en una familia modesta con sus modestos problemas?

Tener toda la vida por delante no tiene por qué suponer una perspectiva apetecible, incluso puede llegar a concebirse como un largo camino cuesta arriba, y que la familia que te ha tocado no cuente con grandes recursos humanos y/o económicos puede complicar muchísimo ese camino.

“Pienso mucho en el primer hombre que cercó un terreno y dijo que le pertenecía y en todos los que le siguieron la corriente”

Probablemente la palabra que mejor defina lo que la protagonista, su amiga y muchas otras jóvenes de su generación sienten en su día a día sea desesperanza. ¿Quiénes son/somos los culpables de tanta resignación a una vida sin ilusiones casi desde la misma infancia y adolescencia?

Pienso mucho en el primer hombre que cercó un terreno y dijo que le pertenecía y en todos los que le siguieron la corriente.

El amor que siente hacia su perro Goro y la apatía, o incluso antipatía sin más, hacia otros semejantes, ¿es una licencia marca de la casa que refleja la pasión por los animales de la propia autora de El Evangelio?

Eulalia también siente una gran simpatía por el tipo de ser humano que no está contaminado por los mandatos del sistema.

Eulalia vive ahogada en las congojas existenciales propias de la adolescencia, y sobre todo ella, una adolescente de origen humilde hecha a sí misma en un entorno hostil. ¿Es esta una etapa transitoria que se supera con la edad o pervive muy dentro de cada uno de nosotros una vez pasada esta fase vital?

La angustia existencial es algo que le es propio al ser humano independientemente de la clase social y puede manifestarse en cualquier etapa vital si es que no se manifiesta en todas.

Durante su duro trabajo en una pizzería mientras lo acompasa con sus prácticas de sus estudios de Magisterio Infantil en un colegio religioso, se rebela ante la ingratitud de unos clientes impertinentes con “un gapo bien cocinado” en su pizza. ¿También tiene sus pequeñas satisfacciones la rebelión de las clases pobres ante las superiores?

Incluí esa estampa por representar el sentimiento de malestar e injusticia estructural capaz de embargar a una persona que trabaja en tan malas condiciones y encima tiene que soportar faltas de respeto por parte de la clientela.

Probablemente el tema que trasciende toda la novela es el amor profundo que tiene la joven protagonista por el placer de una enseñanza ajena a los manuales mercantilizados que cuadriculan a los alumnos y parece que los sacan en serie de la fábrica. ¿No lo cree así?

La protagonista alberga enormes sentimientos de empatía y compasión hacia los niños y desearía que el mundo pudiera ofrecerles otro plan.

¿Cuando la religión entra en las aulas la enseñanza salta por la ventana?

La religión entra en prácticamente todas las aulas, incluso en los colegios públicos donde la asignatura es optativa la mayoría de alumnos la escogen, además de que casi todas las editoriales de libros de texto que se usan en los colegios, sean religiosos o no, pertenecen a grupos católicos y su discurso se vislumbra. A mí me parece tramposo inculcar a personas en edades tan vulnerables doctrinas religiosas, la fe debería ser un asunto de libertad personal que no venga impuesto porque esta dinámica puede dar lugar a procesos mentales peliagudos, lo que no implica que si sacásemos la religión de las aulas la enseñanza quedara perfecta. Muchos problemas como el fomento de la competitividad o la falta de flexibilidad seguirían vigentes, aunque sería un buen paso.

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