La última carta de Guaidó: golpe militar en Venezuela

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En la madrugada del martes 30 de abril la oposición radical se jugó su carta militar. Algunos efectivos militares y policiales, muy pocos según se aprecia en los videos, liberaron al líder derechista Leopoldo López quien se encontraba preso en su casa y se posicionaron con varias  tanquetas antidisturbios, junto a Guaidó, en la autopista frente al aeropuerto la Carlota en el este de Caracas, la histórica zona de confort de la oposición.

El movimiento que se generó a partir del autojuramento de Guaidó, en enero de este año, luce muy debilitado. Su figura ha venido diluyéndose y su desplace se ha venido achicando. Así que esta jugada podría parecer, a primera vista, más una acción desesperada que una con planificación y apoyo sólido de las Fuerzas Armadas.

Salía el sol y rodaban dos noticias desde los medios venezolanos que transmiten desde Miami (ETV noticias).  Los insurrectos habrían tomado la base aérea La Carlota y entre ellos se encontraba el Mayor General Ornella Ferreira, un militar de peso.  Al pasar los minutos, ambas informaciones fueron desmentidas. Desde la base, el mayor general Alexis Rodríguez Cabello, jefe militar de Caracas, negaba dicha información y se proclamaba leal a Maduro. Ornella hacía lo propio desde su cuenta de Twitter. Los manifestantes civiles fueron  disueltos en varias ocasiones.

Desde el lugar del atrincheramiento, por los videos que han salido, se nota la presencia de López y Guaidó  con pocos soldados y civiles. Hubo varias ráfagas de fusil que parecían de disuasión por parte de los golpistas.

Lo que aún no logra comprenderse es por qué el líder socialdemócrata y segundo vicepresidente de la asamblea nacional, Edgar Zambrano,  un experimentado político moderado, habría llegado al sitio a apoyar a los golpistas. ¿Calculaba un desenlace exitoso? ¿tenía alguna información extraordinaria?

Desde muy temprano, el alto mando del gobierno llamó a movilizarse y enseguida comenzó a llegar el chavismo a Miraflores, sede del poder ejecutivo. El Presidente Maduro esperó hasta las 10 de la noche para  pronunciar un discurso en el que expresó cautela en la forma de resolver la situación. El Gobierno ha sorteado muchas veces situaciones similares, y siempre lo ha hecho con mucha paciencia, dando largas para que los golpistas se diluyan, en tanto no controlan ningún espacio de importancia. En esta ocasión se repitió la estrategia y Maduro consiguió su objetivo. Al menos por la jornada, ya que hay una convocatoria opositora para el 1ero de mayo y seguramente ocurrirán nuevos hechos.

Pareciera que la oposición intenta, según se refleja en las declaraciones, forzar un escenario estilo Sudán, donde una concentración pacífica que duró algunos días terminó contando con el apoyo militar y sacando al Presidente Omar Al Bashir de su cargo. Guaidó declaró “calle sin retorno”. Ya en la noche no quedaban manifestaciones y no se sabía de la suerte de Guaidó.

En Venezuela un evento de este tipo recuerda  a las manifestaciones de 2002, cuando decenas de generales y civiles tomaron la Plaza Altamira, a dos cuadras de La Carlota y se mantuvieron por meses, haciendo proclamas que desvelaban el carácter racista y supremacista de los sublevados y fortaleciendo el gobierno del entonces Presidente Chávez.

El levantamiento del 30 de abril puede generar fractura de sectores militares y terminar de debilitar el gobierno de Maduro en varios días o meses.  Pero puede también significar una frustración definitiva para la oposición, el atornillamiento de Maduro y la legitimación de medidas represivas contundentes. El peor escenario es sin duda una división tajante que conlleve a la conformación de dos grandes fuerzas militares, lo que podría conducir a una guerra civil.

Un golpe confuso

Llamar al pueblo a manifestarse en la calle cuando hay tropas dispuestas a batirse a tiros, como se demostró, es un llamado cuando menos irresponsable.  Algunos videos muestran como efectivos militares plegados al golpe respondían con tiros de fusiles a las bombas lacrimógenas lanzadas por la Guardia Nacional. Todo ello  en medio de manifestantes desarmados. ¿Buscaban una respuesta armada del Gobierno para provocar una masacre? En todo caso, las imágenes invitan a pensar que no fue un golpe planificado que tendría éxito en un lapso perentorio,  sino una acción de desespero político que buscaba un desenlace azaroso.

Una vez generada la confusión,  el liderazgo opositor se dirigió hacia la Plaza Altamira, aquella  plaza donde hace unos 15 años un grupo de generales se mantuvo durante unos 3 meses esperando ver la caída de Chávez. Dicha plaza es también el signo de que la oposición venezolana,  comandada por la oligarquía local, puede gobernar apenas algunas cuadras del este de Caracas y que parece estar muy lejos de comandar un proceso de cambio político nacional.

Una vez en la plaza decidieron marchar, junto a los militares armados,  hacia el palacio de Miraflores, en momentos en que la manifestación en apoyo a Maduro era ya un acto masivo. De lograr su  objetivo el enfrentamiento armado hubiera sido inminente, pero a pocas cuadras fueron disueltos. Los militares alzados terminaron asilados en la embajada de Brasil y Leopoldo López en la de Chile. Según su embajador en “calidad de huésped”.

¿Terminó todo?

Este evento de ayer tiene una causa central. La decisión de  Estados Unidos de no jugarse aún la carta de la invasión, lo que tiene frustrada a la oposición radical que la espera desde el autojuramento.  Hace semanas, Elliot Abrams , designado por Trump para los asuntos sobre Venezuela, declaró que no estaba contemplada por ahora una intervención y que el derrocamiento de Maduro quedaba solo de parte de los venezolanos. La depresión opositora a partir de esta declaración viene acelerando salidas desesperadas como la de este martes.

Lo cierto es que el movimiento militar de hoy legitima medidas más duras de Maduro  en cuanto al orden público y la persecución a opositores y deja desprotegido a los sectores de oposición que aceptaron la convocatoria.

El chavismo, incluyendo el disidente, el descontento, el crítico, según los diferentes grados de malestar, puede terminar cohesionado en torno a la figura de Maduro que días antes incluso  detestaba. Por su parte, a la oposición se le debilitan los liderazgos y queda dividida, perseguida, escondida. La comunidad internacional aliada a la oposición venezolana, se mantuvo mucho más cauta en comparación a situaciones anteriores como la de febrero de este año, cuando se intentó  introducir por la fuerza la ayuda humanitaria. A partir de ese día el grupo de Lima y muchos gobernantes y medios europeos han aprendido a actuar con mayor cautela en los eventos que planifica la oposición venezolana. Saben que ya no pueden dar espaldarazos automáticos a las acciones opositoras que suelen  terminar en acontecimientos   que surfean entre el drama y la ridiculez. Es algo que ya ha aprendido el pueblo venezolano que prefirió esta vez quedarse en casa.

Habrá que evaluar que las acciones de hoy pueden terminar de compactar a las fuerzas militares y que éstas tendrán cada vez más poder dentro del Gobierno.  La mano dura que han venido pidiendo los sectores radicales del chavismo contra el gobierno paralelo de Guaidó podría estar por venir. No obstante, en su alocución, Maduro no lució vengativo, más bien cauteloso.

El gobierno  sorteó la situación nuevamente y como un luchador de jiu-jitsu ha sabido aprovechar la fuerza del contenedor. Por sobre todas las cosas no ha salido a rematar, habiéndolo podido hacer. Y con ello manda un mensaje  al pueblo que sufre la situación nacional: entre los males existentes es sabio escoger el mal que puede mantener la paz. La oposición en cambio sigue enviando el mensaje contrario.

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