Cuando la hija de Boris Pérez era pequeña, llegó un día a la casa contando que la habían castigado en el colegio. La habían mandado a la silla de pensar.
Boris no entendió el castigo y al día siguiente fue con su hija a ver a la maestra, quien le explicó que no era ningún castigo. La hija de Boris había tenido un mal comportamiento con un compañero de clase, algo sin importancia pero una de esas cosas que acababan en la silla de pensar, o a veces en el rincón de pensar, cuyo objetivo era conseguir que reflexionaran sobre lo sucedido.
Boris manifestó que no estaba de acuerdo. Aceptaba el criterio de la maestra para decidir qué situaciones debían ser objeto de castigo, y también la autoridad de la profesora para establecer castigos, pero siempre que los castigos fueran razonables, y le parecía que este no lo era.
Los niños y las niñas de la clase acabarían asociando que pensar es un castigo. Ocurriría lo mismo si les mandaran hacer cualquier otra actividad apartados del grupo, solos en una silla. Si fuera la silla de cantar bajito, pasaría igual. Pero era muy grave, insistía Boris, educar a la infancia en la idea de que pensar sea un castigo. Cuando crezcan tendrán asignaturas como matemáticas o física, por ejemplo, en las que tendrán que pensar las soluciones de los problemas. Cualquier asignatura en la que tengan que pensar la entenderán como un castigo colectivo. Eso era una barbaridad.
Boris continuó explicando que la humanidad avanza precisamente gracias a la capacidad de pensar que tienen las personas. Los avances médicos, científicos o filosóficos se basan en la cualidad del pensamiento humano. Para acabar Boris invitó a la maestra a que pensara en casa sobre el tema y que planteara formas alternativas de tratar estas situaciones.
Durante el camino de regreso la hija de Boris permaneció en silencio. Cuando llegó a la casa entró corriendo y buscó a su madre. “Mamá, mamá. Papá ha castigado a la maestra. La ha mandado a su casa a pensar”. Boris, atónito, no intentó explicarlo, miró a su mujer, se sentó en su silla y se puso a pensar.