Estamos en las mismas. Siempre se ha dicho que la economía española necesitaba crecer por encima del 2% para crear empleo, y que ese ritmo es demasiado alto para mantenerlo de forma sostenida. De ahí el origen del principal problema del país: el paro. Y de ahí que el Gobierno de Rajoy decidiese acometer, en 2012, la reforma del mercado laboral  más drástica de las llevadas a cabo, que permitiese la creación de empleos, con un ritmo de crecimiento menor. Un estudio de la fundación Funcas, elaborado por Daniel Fernández Kranz, señala que se están destruyendo menos puestos de trabajo con crecimientos inferiores. Pero dicho informe añade una salvedad: se contrata más pero con carácter temporal. La precariedad sigue siendo la tónica dominante.

El estudio de Funcas destaca que, a partir de 2012, la economía española destruye menos empleo por cada punto porcentual de crecimiento del Producto Interior Bruto de incremento. De hecho, en los dos trimestres posteriores a la reforma laboral, en los que el PIB creció entre un 1% y un 2%  se creó empleo neto. Son las consecuencias de lo que se ha dado en llamar “la flexibilidad interna” de las empresas.

Pero esta consecuencia, aparentemente positiva, tiene un doble efecto negativo. Todo el empleo creado por debajo del 2% de crecimiento económico es temporal, y los salarios registran un descenso mientras el trabajo a tiempo parcial aumenta. El autor del informe se pregunta si la disminución salarial se debe a que se están renegociando las condiciones laborales entre empresarios y trabajadores o, por el contrario, los trabajadores son despedidos y se recolocan en un puesto de trabajo con remuneración inferior. Fernández Kranz ofrece un dato revelador al respecto: “aún cuando la senda bajista de los salarios precede a la reforma laboral de 2012, es a partir de ésta cuando cobra mayor velocidad, lo que sugiere que la reforma ha actuado como coadyuvante de la flexibilidad interna. El principal meca¬nismo por el que opera esta flexibilidad interna es la reducción de la retribución por hora, más que una reducción del número de horas trabajadas. Por tanto, el aumento de la incidencia del trabajo a tiempo parcial que se constata en las estadísticas, resulta de la movi-lidad laboral forzosa tras la pérdida del empleo, y no es consecuencia de un ajuste dentro de las empresas”.  En otras palabras, la búsqueda activa de un nuevo empleo obliga al demandante a aceptar “lo que sea” con tal de salir de la situación en la que se ha metido”. De ahí la reducción del precio de la hora de trabajo. Así pues, dicha reducción no se puede achacar a los reajustes internos de las empresas.

El otro aspecto negativo es la temporalidad. El informe dice que “hay que ser especialmente prudentes en este sentido porque la tendencia podría deberse al carácter todavía incipiente de la recuperación económica y será, por tanto, interesante ver si en un futuro, con la recuperación más afianzada, el empleo con contrato permanente crece a ritmos parecidos o incluso superiores a los que se daban antes de la reforma de 2012”. Cuatro años después de la promulgación de la misma, parece que tal consecuencia no tiene lugar.

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