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La reconciliación de México

Alejandro Robles
Alejandro Robles
Académico; maestro en derecho por la UNAM; defensor de derechos humanos. Actualmente, activista del Movimiento de Regeneración Nacional. Hombre de izquierda con una militancia en el PRD, por el que fue diputado a la VI legislatura, electo por el distrito XXX de Coyoacán. Padre de dos hijos: Sahara de 6 años y Fidel de 2 años, casado con Sara Zuñiga.
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análisis

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El júbilo del 1 de julio debe traducirse en un gobierno modelo que sirva para retomar la democracia, esa que aún incipiente se perdió en la elección del 2000 con la alternancia del PAN que terminó en una simple evolución del PRI y conocemos como el gobierno del PRIAN.

La alternativa al neoliberalismo es este nuevo régimen de salvación, es la concertación nacional por acabar con la corrupción. Los agoreros ya andan queriendo echarnos a perder la esperanza, que sí los nombramientos del gabinete no significan un cambio, o que ganó Andrés Manuel y la gasolina no ha bajado, o que amaneció el 2 de julio y México no cambió, o que si estrechar la mano del presidente, o que el abrazo con la oligarquía evidencia continuidad.

La reacción no digiere la derrota, le apuestan a que el cambio se agote en el recambio de poder, que tan sólo se trate de un gobierno replica en el que persista el abuso, pero sus malos deseos se quedan en eso, en sólo deseos.

Habrá reconciliación a través de la paz. Es una proeza pacificar un país en el que en lugar de alimentos se cosechan cadáveres. ¿Qué es lo que tiene al país envuelto en la violencia si no la incertidumbre, la desconfianza, el miedo y el odio? ¿Cómo se combaten estos síntomas?

No hay recetas mágicas, sin embargo, la aplicación de la Ley es un signo que puede detonar un poderoso efecto dominó que abone a la certeza, confianza, seguridad y solidaridad.

Que el poder sirva para dar verdadera vigencia a la Ley y no impunidad a los poderosos es la base de la pacificación. Es la premisa de la reconciliación, cumplir con la elemental obligación de no dañar a nadie.

El presidencialismo puede convertirse en el factor, así como es acusado de ser el origen de la maldad, sí se ejerce con rectitud puede ser el origen del bienestar.

Andrés Manuel López Obrador era criticado por responder al ¿cómo cumpliría su promesa central de acabar con la corrupción? Con la sencilla receta del ejemplo. La crítica asumía la respuesta como una vacilada, pero ya veremos que ministros, gobernadores y demás titulares habrán de estrenar su modesto modo de vida.

En esencia la promesa es obedecer la Ley, el recto proceder del poder es el principio del cambio, porque detrás hay miles de víctimas. Un país de víctimas es terreno fértil para el odio, principal fuente de violencia.

En este país la costumbre es que la pague quien ni la debe ni la teme, la Ley se compra como si se tratara de un producto más del mercado, en medio de la pobreza son los pobres los que la pagan, son los débiles los que asumen la culpa.

El camino para la Paz es la reconciliación, esta es la vía pacífica y se pavimenta con la aplicación de la ley. El México del primer cuarto de siglo XXI tiene grandes pendientes con la justicia, Ayotzinapa y Odebrecht son el sello de la impunidad y del atraco, son la firma del PRIAN.

La sed no es de venganza, es tan sólo el ansia es de justicia, este país come ansias de llevar a los responsables de la tétrica noche de Iguala y del robo a Petróleos Mexicanos ante los tribunales.

Los agravios son heridas y hay que ir cerrando todas, una a una, esa es la vía de la reconciliación, de ninguna manera ha de ser el borrón y cuenta nueva, el lo hecho, hecho está, este es el pensamiento mafioso.

Pensamiento que promueve la crítica porque habrá un fiscal que no pondrán, se les olvida que el fiscal carnal fue la intención del régimen de un fiscal que lo exonerara de sus crímenes, desde la casa blanca hasta Ayotzinapa pasando por un interminable etcétera.

El fundamento del 1 de julio es la reconciliación y esta supone la reivindicación de lo público, de ninguna manera es un mandato de contradicción, es de concentración de poder frente a los intereses grandes u obscuros, es separar lo político del poder económico, objeto también de esta cuarta transformación de la República.

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