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La rebaja fiscal de Ayuso se traducirá en 25 euros para los pobres, 134 para las clases medias y 519 para los ricos

La promesa estrella de la candidata del PP es claramente regresiva, según los expertos del sindicato de técnicos de Hacienda Gestha

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análisis

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La promesa estrella de Isabel Díaz Ayuso –un recorte de medio punto en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas– es en realidad otro bluf de la presidenta en funciones de la Comunidad de Madrid. Los técnicos de Hacienda del sindicato Gestha se han puesto a echar cuentas y han llegado a la conclusión de que reducir ese 0,50 en el IRPF autonómico no solo no beneficia a la mayoría de los madrileños, sino que solo repercutiría positivamente en los bolsillos de los más ricos y pudientes. Y basta con echar un vistazo somero a los números para comprobar que así es. El 9,3 por ciento de los ciudadanos de Madrid con rentas más altas (unos 300.000 contribuyentes) se beneficiaría de un ahorro de 519 euros per cápita. Si vamos al tramo de las clases medias, la reducción será de apenas 134 euros por declarante y si nos fijamos en las clases más desfavorecidas, es decir, aquellos que declaran unos ingresos de alrededor de 12.000 euros anuales, el tremendo regalazo que promete Ayuso no pasaría de 25 euros. Qué generosa.

Queda claro, por tanto, que una vez más la lideresa ha tirado de manual populista al lanzar una oferta que poco ayudará a resolver el día a día de los madrileños y que no tiene más objetivo que captar el voto inmediato de cara a las elecciones del 4 de mayo, que prometen ser ajustadas. Por si fuera poco, los propios funcionarios de Gestha califican la medida fiscal de “regresiva”, un concepto que traducido del farragoso lenguaje del Derecho tributario viene a definir un impuesto que recauda un menor porcentaje de los ingresos en la medida que la persona gana más, mientras que representa una mayor carga para las personas de bajo estatus socioeconómico.

Por definición, el impuesto regresivo que propone Ayuso es lo contrario al impuesto progresivo, redistributivo y equitativo, tres requisitos que inspiran desde 1978 nuestro ordenamiento jurídico en materia tributaria. En concreto, el artículo 31 de la Constitución Española (esa misma tantas veces invocada por sus señorías del PP y también de Vox) establece claramente que “todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá alcance confiscatorio”. “Claro que el que tiene más tiene que pagar más impuestos, pero llega un límite que comienza a ser confiscatorio y paralizan el sistema y quien tiene más se va a otro país donde le traten mejor”, le dice la candidata popular a Antonio Ferreras en Al rojo vivo. Es decir, justicia social sí pero mientras no le toque las narices al rico. Con eso está dicho todo.

Sin embargo, y pese a que es evidente que detrás de la promesa de Ayuso solo hay humo, la aprendiz de trumpita madrileña sigue insistiendo en sus mítines y entrevistas televisivas, una y otra vez, en que piensa bajar los impuestos para contrarrestar la codicia de Sánchez, a quien trata de presentar como un insaciable Gollum que viene a saquear los ahorros de los madrileños. La señora candidata está que tira la casa por la ventana y cada día recuerda más a aquellos viejos vendedores ambulantes que antañazo iban con su furgoneta, de acá para allá por los barrios periféricos de la ciudad, gritando aquello tan costumbrista de “cinco melones veinte duros, vamos nena que se acaban”.

Ayuso ya lo vende todo y cualquier día pone en venta Madrid, con un lazo rojo, para que lo compre Florentino y pueda organizar su Superliga de millonarios. La lideresa hoy promete una rebaja fiscal en el IRPF que en realidad es un tocomocho para el obrero y un regalo caído del cielo para ricos y mañana ofrece “deducciones fiscales” que vaya usted a saber lo que es eso o la “simplificación de las trabas burocráticas” para abrir un negocio, una medida que agradará mucho a la burguesía del barrio de Salamanca pero que al proleta de Usera que se despierta a la seis de la mañana para meterse en un Metro hirviente de coronavirus se la trae bastante al pairo.

No hacía falta que llegaran unas elecciones para comprobar de qué madera está hecha la lideresa castiza, se la veía venir a la legua, pero la campaña está desenmascarando, una por una, todas sus mentiras, trampas y falacias. Estamos sin duda ante una reaccionaria ultraliberal que invoca la libertad de las élites frente al trabajo esclavo de la mayoría; ante una regresiva de manual que se carga el principio elemental de la redistribución de la riqueza (consagrado en la Constitución) para dar satisfacción a las clases altas, o sea cayetanos y borjamaris; y ante una nostálgica de lo cañí que promete toros y fiestas, como aquellos emperadores romanos decadentes daban pan y circo a la plebe para que no se le sublevara. Según Ayuso, los que menos tienen son unos “mantenidos”, unos parias, unos parásitos. Ella niega que haya dicho tal cosa, pero ahí está la hemeroteca para comprobar que el subconsciente le traiciona en los mítines, donde se viene arriba, se deja llevar y le sale la supremacista que lleva dentro.

Ayer mismo, sin ir más lejos, se echó en falta unas palabras de la presidenta condenando el infame cartel de Vox con el que la extrema derecha trata de transmitir el mensaje de que los “menas” (jóvenes inmigrantes que llegan solos a España) reciben más ayudas del Estado que las mujeres viudas y pensionistas, una de las peores trolas xenófobas que ha soltado el partido de Abascal y que ya está siendo investigada por la Fiscalía como un supuesto delito de odio. Por descontado, Ayuso no dirá ni media palabra en contra de esa nauseabunda campaña racista sencillamente porque necesita a Vox para gobernar y porque en el fondo, de alguna manera, ella también alberga parecidas ideas reaccionarias y enfermizas.

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2 COMENTARIOS

  1. Que sorpresa! Calamidad Ayuso defiende como buena cancerbera a sus amos. Para eso está, para resguardar y sostener a la oligarquía madrileña, ya cobrará al final con un puesto bien remunerado en una empresa robada (perdón, privatizada) sin hacer nada. La oligarquía tiene que cuidar a sus perros de guarda, sino desaparecerían. El problema son los madrileñ@s humildes que votan a sus verdugos, ellos simplemente cumplen su cometido.

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