El actual vicepresidente del BCE y ex ministro de Economía Luis de Guindos

Mientras que la economía heterodoxa puede ser definida en términos de instituciones-historia-estructura social, la economía ortodoxa se define en términos de racionalidad-individualismo-equilibrio. La heterodoxia considera a la economía como una ciencia social, donde el comportamiento de los actores se caracteriza por su imprevisibilidad y donde las interpretaciones son subjetivas, mientras que la ortodoxia tiende a identificar a la economía como una ciencia exacta, racionalizando el comportamiento de las personas y el curso de acción a emprender con resultados previsibles. Mientras que la economía ortodoxa es el conjunto de las previsiones de aquello que pretende alcanzar, por tanto, encasillar la economía para que sea lo que pretenden los bancos centrales y los Estados, en la economía heterodoxa el principal reto son las incertidumbres que se originan con las dificultades y crisis que se dan en las sociedades y el análisis de los acontecimientos imprevisibles a los que hay que dar respuesta. Como dice el refrán, ante nuevas realidades nuevas soluciones.

El principal problema en Europa no es tanto los planteamientos ortodoxos y heterodoxos, sino los que realizan cada uno de los bloques económicos de la zona euro.

Mientras que los países nórdicos, de raíz exportadora y con superávit presupuestario, pueden y deben mantener una política económica ortodoxa, y quieren que también lo realice el BCE en su política monetaria y mantener un euro fuerte, por el contrario, los países del sur de Europa necesitan una política monetaria y económica heterodoxa para poder sufragar sus déficits presupuestarios, siendo, por tanto, las políticas monetarias del BCE necesarias y convenientes para sus políticas económicas porque tendrían serias dificultades por mantener su moneda y su cambio.

Ante esa bipolaridad en la Unión Europea, no puede mantenerse con unas políticas monetarias del BCE que para unos son inadecuadas y para otros son insuficientes.

Se necesitan, junto a lo anterior, políticas de armonización fiscal de los países de la Unión Europea, junto con una planificación económica y presupuestos compensatorios para que los desequilibrios estructurales de unos países puedan ser equilibrados con los superávits de los otros.

Junto con el equilibrio presupuestario de los países de la zona euro, hay que realizar políticas y medidas estructurales ante los desajustes que inciden especialmente de una manera cruenta en los países con desequilibrios.

Una de las cosas en las que hay que insistir es que la zona euro no es el conjunto de los países, como partes sin conexión entre ellas, sino que cuanta más interconexión, complementariedad e interdisciplinariedad exista entre el conjunto de los países, más visible y efectiva será la Eurozona.

Después de la crisis financiera mundial de 2007, los gobiernos de muchos países tuvieron que rescatar algunas de sus entidades y los bancos centrales empezaron a apostar por políticas heterodoxas (política monetaria no convencional) para salir de la crisis. Fueron medidas extraordinarias que aumentaron y, por tanto, abarataron la financiación para los bancos, familias y empresas no financieras y siempre a personas físicas y jurídicas con capacidad  y solvencia para reintegrar dichas líneas de liquidez.

A continuación, vamos a examinar las políticas monetarias heterodoxas del Banco Central Europeo, para explicar las estrategias de salida y sus posibles consecuencias.

Políticas heterodoxas del BCE

A partir de mayo de 2009, el Banco Central Europeo empezó a aplicar políticas diferentes a las utilizadas entre 1999 (fecha de creación del BCE) y 2007 para dinamizar la economía de la eurozona en situaciones normales. Por otro lado, debemos advertir que la clasificación de una decisión de política monetaria como heterodoxa o convencional depende de la percepción o del capricho del economista, político o analista de turno. Algunas medidas de política monetaria heterodoxa son:

  • Tipos de interés del BCE «superbajos». Los bancos de la Eurozona pidieron prestado, a un tipo de interés del 1%, más 442.000 millones de euros entre 2008 y 2009 al BCE, quien les proporcionó una liquidez ilimitada con períodos de devolución que iban desde una semana hasta los seis meses. Posteriormente, se amplió el vencimiento de las operaciones hasta un año con el fin de dar a los bancos más financiación a largo plazo para aumentar así las posibilidades de que concediesen más créditos. Líneas de liquidez que se ampliaron con las TLTRO ampliaron amplio el balance en más de 2 billones de euros. Su madurez era por un periodo de cuatro años. La primera línea que aportó vence este año y el BCE ya tiene preparada una nueva línea de liquidez para el mes de septiembre a la que los bancos podrán acogerse para devolver la primera línea abierta.
  • En medio de una crisis en la que parecía escasear el dinero, el BCE aceptó temporalmente como garantía de dichos créditos activos menos líquidos y de menos calidad. Fueron, incluso, aceptados activos de entidades en graves dificultades, como los bancos griegos durante la crisis de deuda, donde se aportaron más de 700.000 millones, muchos de ellos sin garantías suficientes.
  • Las entidades necesitaban dólares para financiar los activos que tenían denominados en esa moneda. Entonces, el BCE les proporcionó cientos de millones de dólares. Lo heterodoxo en este caso no fue ofrecer liquidez sino hacerlo en una moneda extranjera.
  • Operaciones de mercado abierto (open market operations) también llamadas facilidades cuantitativas (quantitative easing), consisten en imprimir dinero y comprar con él activos, como pueden ser cédulas hipotecarias, deuda pública o bonos de las empresas. El objetivo de esta medida es aumentar la base monetaria y con ello la oferta monetaria evitando, en alguna medida, la intermediación bancaria.

Aunque es probable que, como sostienen muchos expertos, el BCE hiciera menos que otros bancos centrales para que su economía saliese de la crisis, también es cierto que el esfuerzo fue mayúsculo. Llegó a ampliar la Base Monetaria (el pasivo de su balance) en más de un 46 por ciento y, a fecha de hoy, el balance lo ha ampliado en más de un 400 %.

La continuación de las compras de valores en el marco del APP se tradujo en un incremento del balance consolidado del Eurosistema, que aumentó en un 5 % hasta la cifra de 4.702 millones de euros (4.468 millones en 2017). Las tenencias del Eurosistema de valores mantenidos con fines de política monetaria se situaron en 2.651 millones de euros (2.386 millones en 2.017) tras incrementarse en 265 millones de euros. Las tenencias relacionadas con el APP se incrementaron en 284 millones situándose en 2.570 millones de euros, mientras que los valores mantenidos en el marco de los dos primeros programas de adquisiciones de bonos garantizados y del SMP descendieron en 2 millones y 16 millones de euros respectivamente debido a amortizaciones.

También es cierto que estas políticas fueron y son el último recurso que le quedaba al BCE para combatir la crisis mundial de 2007. Su finalidad, dinamizar la economía y los mercados del crédito para reforzar el consumo, parecía completamente razonable en aquel momento.

Sin embargo, hay dudas sobre su eficacia y sus consecuencias negativas. En primer lugar, no existen criterios objetivos adecuados que permitan una evaluación del impacto de las medidas heterodoxas. Por otro lado, su éxito parece tan peligroso como su fracaso: ¿y si el sistema acaba dependiendo de unas políticas anormales para funcionar con normalidad?

Una de las medidas que realizan la mayoría de los Bancos Centrales del mundo es el de ser prestamista de último recurso, cosa que el BCE no se ha planteado en sus políticas monetarias, facilitando la liquidez a la banca privada, y siendo esta la que compra la emisión de deuda tanto pública como privada, consigue importantes beneficios, que son pagados, en caso de la deuda pública, por los Presupuestos Generales de cada gobierno, retrayendo las inversiones de los Estados en educación, sanidad, servicios sociales y en nuevas inversiones, en concreto en nuestro país el pago de los intereses de la deuda representa en el año 2018 el 9% del gasto de los presupuestos del Estado, siendo un total de 31.547 millones,  un 2,6 % del PIB.

Una de las medidas que toman cada día más relevancia es la que propugna la Teoría Monetaria Moderna (TMM) por la que «un Estado monetariamente soberano es el proveedor monopolista de su moneda y puede emitir moneda de cualquier denominación en formas físicas o no físicas. Como tal, tiene una capacidad ilimitada para pagar los bienes que desea comprar, cumplir con los pagos prometidos en el futuro, y posee una capacidad ilimitada para proporcionar fondos a los otros sectores, por lo que la insolvencia y la bancarrota de este Estado no es posible, siempre puede pagar».  De acuerdo con la TMM, como cuestión contable, se deduce que los déficits presupuestarios del Estado agregan activos financieros netos al sector privado. Esto se debe a que un déficit presupuestario significa que el Estado ha depositado más dinero en cuentas bancarias privadas de lo que ha eliminado en impuestos. Un superávit presupuestario significa lo contrario: en total, el Estado a través de impuestos ha retirado más dinero de las cuentas bancarias privadas que ha invertido en gastos.

En resumen, por definición, los déficits presupuestarios son equivalentes a agregar activos financieros netos al sector privado; mientras que el superávit presupuestario elimina los activos financieros del sector privado. Esto está representado en la teoría macroeconómica por la identidad del ingreso nacional.

Por todo lo anterior, otra de las políticas monetarias que debe estudiar el BCE, e implantar en breve, es la del helicóptero monetario. Siendo la realidad nueva, con una inflación muy baja, casi con deflación, y con un estancamiento económico a nivel de la zona euro, hay que adoptar nuevas soluciones, puesto que las convencionales pueden traernos lo que a lo largo de estos últimos 30 años ha sido el ejemplo en la teoría de la japonización de la economía. La enfermedad japonesa asusta porque es un escenario en el que se sabe cómo se entra, pero no cómo se sale. En distintas variantes, el país asiático lleva desde los años noventa del siglo pasado atrapado en las arenas movedizas del estancamiento. El riesgo para la economía europea es caer en una situación similar: una mezcla de atonía en el crecimiento y en la inflación, aderezada además con un acelerado envejecimiento de la población y una productividad incapaz de tirar del carro.

Para finalizar, las políticas monetarias del BCE deben insistir sobre la oferta monetaria, y no solamente para la banca privada y para que consiga más beneficios a base de disminuir las inversiones y políticas sociales de los gobiernos, sino aumentar la base monetaria y los balances del BCE, tanto siendo prestamista de último recurso a los gobiernos como, a través del helicóptero monetario, poner liquidez en aquellos ciudadanos que por carecer de recursos, pueden incentivar la demanda del mercado,  e incrementar tanto la inflación como la riqueza de cada país.

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