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La poesía del aire

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análisis

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Vivimos unos tiempos tan disparatados, tan absurdos e irracionales, que uno al leer un periódico, escuchar la radio o ver la televisión le cuesta trabajo distinguir entre la verdad y la mentira, entre el hecho real y contrastado y la burla, bufonada, payasada o inocentada que ahora ya no se limita al día 28 de diciembre, sino que tenemos la desasosegante impresión de que todos días son el día de los inocentes.

Leyendo una delirante entrevista a un tal Peter Schweigen, presidente de “Plataforma Europea en apoyo a la prohibición de la música” sí, han leído ustedes bien, existe, o al menos así aparece en el escrito, una plataforma europea para hacer realidad ese absoluto desatino. Si, como decía el escritor y poeta José Manuel Caballero Bonald, la literatura es una forma de defensa contra las ofensas de la vida, la otra gran forma de defensa contra las ofensas de la vida bien podría ser la música. Y esto que yo creía que era algo compartido por todo  bicho viviente con al menos un dedo de frente resulta que no, que hay gente que quiere prohibir la música. Incluso, como ya hemos dicho, hay una plataforma europea encargada de ese delirio. Después de leer por segunda vez la entrevista publicada a finales de septiembre en el suplemento “El Cultural” del periódico El Mundo, el presidente de esta estrambótica plataforma, un pálido y reseco caballero de diseño anglosajón, de esos que parece que los han echado en vinagre como los boquerones y después en salmuera, dice que “son muchos los estudios que llevan años advirtiéndonos de las peligrosas alteraciones que la música puede ocasionar en nuestra capacidad cognitiva, en nuestro estado de ánimo, en nuestra capacidad de raciocinio… de hecho, sigue diciendo este siniestro rostro pálido, a lo largo de la historia, la música ha sido utilizada en numerosas ocasiones precisamente como un mecanismo para romper la voluntad”. Al leer eso se me viene a la memoria la canción “Born in the USA” de Bruce Springsteen que ponían a todo volumen y a todas horas, día y noche, a los supuestos terroristas que los norteamericanos tenían presos en Guantánamo. Pero eso era tortura pura y dura, en ningún caso esa magnífica canción del Boss escuchada con el volumen y a la hora adecuada puede hacer daño por sí misma sino todo lo contrario: levanta el ánimo a cualquiera que la oiga.

Sigue diciendo este hombre que “está totalmente comprobado que en los primeros meses de vida somos capaces de responder antes a una melodía que a una comunicación verbal con nuestros progenitores. “Con ello, sigue largando Schweigen, puedes hacerte ya una idea del increíble poder que ejercen las ondas armónicas en la estimulación del cerebro,  siendo además el mecanismo que más partes activa del mismo frente a cualquier otro estímulo humano”. Pero esto es algo que ya sabíamos y es absolutamente maravilloso. Salta a la vista que este hombre no lo entiende así, sino que lo ve como una amenaza capaz de “corromper la sociedad”, nada menos. Sigue abundando en el tema y añade que “la música es capaz de alterar la propia química del cerebro, tal y como lo confirman diversos estudios neurocientíficos y de afectarnos incluso a nivel fisiológico, modificando el latido de nuestro corazón, el pulso o la presión arterial, entre otros. Por todo ello, queda de manifiesto que el poder que ejerce sobre nuestra mente y sobre nuestro cuerpo es inmenso, por lo que muchos han aprovechado para utilizarla como mecanismo de control para lograr sus oscuros objetivos. Se ha demostrado, por tanto, que la música corrompe a la sociedad”.

Al leer esto recordé mis tiempos jóvenes, todavía faltaba mucho para Internet, sin duda uno de los grandes inventos de la historia de la humanidad, cuando para escuchar la maravillosa música que se hacía en esa época prodigiosa, los sesenta y setenta, solo contaba con un viejo radiocassette y cuatro cintas de cassette mil veces grabadas y regrabadas, y siempre tenía los dedos índices listos como los de un pistolero  para apretar las teclas que grababan la música que en esos momentos se oía en la radio. Y cuando conseguía grabar alguna canción, que se sonaba bastante mal por cierto, no podía sonar de otra manera habida cuenta del estado del material, la ponía una y otra vez hasta que la cinta se rompía y había que remendarla con cinta adhesiva. De tal manera que había canciones que tenía que oír  entre continuos cortes de extraños ruidos, así como  la intromisión de algún maldito locutor que se ponía a hablar en medio de la canción. Algo que debería haber estado prohibido desde siempre porque una canción al igual que una película o cualquier obra de arte debería ofrecerse entera, tal y como la concibió su creador, sin cortes para hacer comentarios y menos usarla para meter anuncio publicitario alguno. Pero por desgracia siempre hemos vivido en un mundo donde todo está supeditado al jodido consumo, y los publicitarios no han tenido nunca ni tienen el menor reparo y miramiento en envolver su mercancía con algo atractivo como reclamo para que el potencial consumidor la asocie a ella y la compre. De tal forma que hemos oído por ejemplo “From Me to You”, una maravillosa canción de Los Beatles para anunciar un banco, o la no menos genial Across The Universe, otra fantástica canción de los cuatro fabulosos y eternos chicos de Liverpool, para vender no recuerdo ahora qué jodida mercancía.

Y volviendo a nuestro asombroso presidente de la plataforma para acabar con la música  al que, definitivamente, no se le puede tomar en serio, decir que sigue soltando desatinos a cual mayor, seguramente antes de continuar la entrevista echó un buen trago del botijo que en vez de agua debía contener algún aguardiente letal. Porque de otra manera no puede entenderse que hable de unos mecanismos llamados “earworm” algo así como “gusanos musicales”. Según él, estos “gusanos musicales” son “canciones con melodías y ritmos aparentemente simples que se adhieren involuntariamente a nuestro cerebro, controlándolo en ocasiones por completo e incluso produciendo un síndrome crónico en el peor de los casos”. Aquí puede que tenga algo de razón, más de una vez y más de dos se nos ha metido alguna tonta y pegadiza canción en la mollera, estoy pensando en alguna cancioncilla del verano, perpetrada por Georgie Dann y otros de su cuerda, y no nos la hemos podido quitar de la cabeza en varias horas, incluso las hemos canturreado de forma involuntaria y culpable, pero de eso a decir que son “gusanos alojados en nuestro cerebro que nos controlan la mente…” va un buen trecho. Sobre esto, Schweigen sostiene que “la sensación es la de ser incapaces de quitarnos esa canción de nuestra mente y por lo tanto de deshacernos de la manipulación  que pretende transmitir, repitiéndola en bucle constantemente tras su escucha. Algunos, sigue diciendo este buen hombre que  solo quiere salvarnos del terrible mal que constituye la música, llaman también a esta sensación “picor cognoscitivo”, o incluso puede ser tipificada como un tic o un ataque. Y acaba alertando una vez más de “los riesgos actuales que la música puede representar para la sociedad” . Y  remata a modo de traca: “ La verdad es que no me ha pillado por sorpresa que se haya prohibido la difusión o creación musical en España, tanto pública como privada, hasta nuevo aviso. Era algo necesario en estos momentos y estoy más que convencido de que será positivo para la sociedad española”.

Al llegar a estas últimas palabras de este absurdo personaje, ya sabemos que todo esto solo puede ser una broma, un ejercicio de ficción por no decir un cachondeo, pero de haber sido cierto, que tampoco habría sido de extrañar, peores cosas se han visto, sus palabras en contra de la música habrían sido el mejor y mayor alegato, argumento, defensa, apoyo, fundamento y banderín de enganche a favor de la música que se ha escrito en mucho tiempo. Qué mejor reclamo que “está comprobado que la música es capaz de alterar la química del cerebro, afectarnos incluso a nivel fisiológico, modificando el latido de nuestro corazón, el pulso o la presión arterial” algo que todos hemos comprobado en nuestras propias carnes, y ay de aquél o aquella que no lo haya experimentado nunca porque entonces podría decirse que no ha vivido  porque  “La vida no se mide por las veces que respiras sino por los momentos que te dejan sin aliento”, como dice un personaje de una vieja película ya olvidada.

Sobra decir que estas palabras usadas como publicidad para amar la música todavía más, no tienen precio. Larga vida a la música, esa “poesía del aire” según la feliz definición del escritor Jean Paul Richter, y además de al Rock and Roll, a cualquier tipo de música desde la grandiosa música sinfónica a la más humilde que se hace rascando una botella de anís con una cuchara para acompañar a una jota manchega.

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