No hay pobres, lo que sobran son seres explotados por la falacia manipuladora de otros que los explotan.

El argumento secular propio de las oligarquías dice que «es inevitable la miseria».

Mentira.

Embusteros de profesión.

El problema de todo ello es que el pueblo se cree cualquier cosa, por estúpida que sea, si se la presentan como un axioma insistente.

En definitiva, el escollo reside en que la población no se cuestiona prácticamente nada trascendental, no quiere aprender a pensar y su indolencia es la propia inercia asesina.

En este sentido, los ciudadanos son responsables de sus destinos y sus pasividades.

Nunca en la historia la obediencia ciega, la resignación o cobardía enmascarada, ha producido ningún cambio en los sistemas políticos para acabar con tiranías.

Hablando de resignación, que bien les ha venido a las creencias religiosas, fábricas en serie de gregarios dependientes.

Todo es por algo.

El azar existe, pero hay más causalidades que casualidades.

El avance humano en relación con la justicia y los derechos igualitarios, jamás nos ha sido regalado, siempre ha costado mucho conquistarlo desde ámbitos de lucha.

El voluntarismo es otra máscara.

Hay que despertar o dormir para siempre el «sueño de los esclavos».

Millones de habitantes eligen el síndrome de Estocolmo para evitar con su miedo la confrontación activa contra las injusticias, por más que las vean.

Tan nefasta y perpetuadora como mirar hacia otro lado es esa actitud floja de indefensión que se basa en la falsa creencia de que «no hay otra forma de hacer política», que «hay que aguantar lo que nos echen» y poner la otra mejilla dando gracias por no ser más desgraciados.

Todos los medios de comunicación tienen ideología, como la tiene la ciencia y las creaciones artísticas.

Es hora de pedir cuentas a los que difunden sin escándalo moral los abusos de poder, las violaciones de acuerdos humanitarios, los crímenes a los que llaman sólo «muertes», los apoyos explícitos o implícitos a los ladrones de los pueblos.

También a aquellos que disculpan con su falta de rotundidad y sus «bromas catetas para cortos» a la primera y más sangrienta forma de explotación: el machismo.

Parece que la moda de algunos es escupir exabruptos como: «hay que trabajar más y cobrar menos».

Menos aún.

Analicemos quién lo dice, qué gana insultando a nuestra inteligencia, en qué restaurantes lujosos come, qué hoteles frecuenta o qué gama de coches conduce.

Profundicemos.

Sobra riqueza para todos, si esos mediocres personajillos no la retuvieran a base de trampas, abusos y engaños.

La mejor vacuna para las mentiras es la lectura exclusiva de los hechos, no de las palabras.

Un día, cuando las conciencias despierten y se unan, serán imparables como mares que se embravecen con la espuma de cada una de sus olas.

Habrá que verlo.

En los hechos.

2 COMENTARIOS

  1. Estupendo artículo, muy breve y muy conciso.
    Si el mal impera no es porque sea más fuerte es porque las personas buenas no hacen nada por acabar con él…

  2. Hola Luis.
    El conformismo es el peor de los males en política.
    Creer que las «cosas son así», es la base donde se sustenta la tiranía.
    Un abrazo y buen día.
    Francisca García Algarra

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre