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La pobreza infantil aumenta en los hogares en los que solo trabaja uno de los progenitores

El estudio del Observatorio Social de 'la Caixa' destaca la estrecha relación entre pobreza infantil y mercado de trabajo

Agustín Millán
Agustín Millánhttp://pompona22.wixsite.com/agustinmillan
Foto periodista especializado en manifestaciones y actos sindicales. Desde 2011 fotografiando la crisis más dura de la historia moderna. Responsable de redes sociales de la Cumbre Social España. Fotógrafo con 5 campañas electorales entre ellas la de Manuela Carmena y la de Enrique Santiago en IU Madrid.
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análisis

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El riesgo de pobreza infantil anclada ha aumentado el 35,5 % en los hogares donde solo trabaja uno de los progenitores. Es una de las conclusiones del monográfico Objetivo: paliar la pobreza infantil, publicado por el Observatorio Social de ”la Caixa”.

El informe principal del dosier, “El impacto persistente de la crisis económica en la pobreza infantil”, está firmado por Sara Ayllón, investigadora del Departamento de Economía de la Universidad de Girona. La autora destaca la estrecha relación entre pobreza infantil y mercado de trabajo, y no solo como consecuencia de la crisis económica.

El artículo especifica que el riesgo de pobreza infantil varía según la composición familiar y la situación laboral de los progenitores. Cuando solo uno de los dos progenitores está empleado, vivir con ambos no garantiza una vida digna. Al inicio del periodo estudiado, en 2008, más de tres de cada diez niños en esta situación vivían bajo el umbral de pobreza anclada (35,5 %). El panorama para este grupo no ha mejorado: en 2018, el 48,1 % de los niños en este tipo de hogares vivían en la pobreza.

Los más vulnerables son aquellos niños en familias en las que ninguno de los dos progenitores trabaja. En 2018, eran pobres ocho de cada diez menores en esta situación, frente a los siete de cada diez de 2008. A estos les siguen los niños que crecen en familias monoparentales en las que el padre o la madre no trabaja (siete de cada diez son pobres).

Además, según el estudio, en 2008 eran pobres el 71,7 % de los niños que vivían en hogares con baja intensidad laboral —es decir, donde las familias apenas tienen ingresos del mercado laboral y trabajan menos del 20 % de su potencial—. En 2018, esta cifra aumentó, y ya son más de ocho de cada diez.

Ayllón hace un diagnóstico de la evolución de la pobreza entre los años 2008 y 2018, y examina cómo la recesión económica tuvo importantes consecuencias en los niños, agravando una situación ya preocupante antes de la crisis.

La radiografía muestra cómo España tiene actualmente una de las tasas de pobreza infantil más elevadas de Europa. Tomando como referencia la pobreza relativa (indicador que considera a aquellos que viven en hogares con rentas inferiores al 60 % de la renta mediana equivalente), la tasa era alta ya en 2008 (26,9 %), y alcanzó su máximo en 2014 (30,2 %), bajando ligeramente después a medida que crecía la economía. En 2018, el 26,6 % de los niños se encontraban por debajo del umbral de pobreza relativa en España.

Los datos de pobreza anclada no son más optimistas. En seis años, entre 2008 y 2014, la pobreza anclada se incrementó en 12 puntos porcentuales entre la población infantil, del 26,9 al 38,9 %. Al igual que sucedió con la pobreza relativa, a partir de la mejora de la situación económica general, la tasa de pobreza infantil disminuyó hasta el 29,9 % en 2018.

Eficacia de las ayudas a la infancia El dosier también contiene el estudio «Las transferencias a la infancia como mejor método para luchar contra la pobreza infantil», de Elena Bárcena, M. Carmen Blanco y Salvador Pérez, investigadores de la Universidad de Málaga. Según este informe, concentrar las ayudas monetarias en la infancia es tres veces más eficaz para combatir la pobreza infantil que canalizarlas hacia toda la población en función de su nivel de renta.

Los autores estiman que un incremento del 1 % en el gasto en transferencias condicionadas a la renta, como por ejemplo los subsidios de desempleo, reduce la probabilidad de que un menor esté en riesgo de pobreza entre el 2 y el 2,3 %. En cambio, si se incrementa el mismo porcentaje en el gasto destinado únicamente a la infancia, como puede ser la prestación por nacimiento y cuidado de un menor, esa probabilidad disminuye entre el 5,7 y el 6 %. Los autores destacan que estas diferencias se mantienen independientemente de la fase del ciclo económico analizado (2012 o 2016).

En términos relativos, en 2016 nuestro país apenas destinaba el 3,3 % del total de transferencias a la infancia, frente al 9 % de la media europea. Este dato sitúa a España en uno de los cinco países por la cola en la Unión Europea en este tipo de ayudas a la infancia.

La cuantía de las transferencias infantiles es escasa, pero además estas ayudas tienen un impacto reducido. Los datos sugieren que España es uno de los países europeos que menos reducen la tasa de riesgo de pobreza infantil mediante el conjunto de ayudas monetarias.

Como expone el informe, la reducción de la pobreza infantil gracias a estas ayudas fue mayor en 2012 que en 2016, lo que refleja la especial importancia del efecto amortiguador de las transferencias durante la recesión. Sin embargo, a pesar del mayor impacto en 2012, fue precisamente en el periodo de crisis cuando España redujo más en términos relativos la cantidad destinada a ayudas monetarias a la infancia.

Según los autores, Austria, Dinamarca, Suecia y Alemania tienen un gasto social más elevado y cuentan con ayudas universales de protección a la infancia, como por ejemplo la prestación por hijo, que benefician a una población más amplia y tienden a ser más generosas, lo que genera un considerable apoyo social y, por lo tanto, un menor riesgo de sufrir recortes en épocas de austeridad.

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