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La pérfida Albión

Enfriar el consumo

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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Llevo años escribiendo sobre el declive de nuestra democracia y, aunque no se me esconde quiénes son los enemigos de la libertad, culpo a la izquierda de este declive por falta de un compromiso ideológico real: el PSOE ha tenido en sus manos este país y claro que ha hecho cosas buenas, pero un cierto optimismo electoral (que es denominar finamente al hecho de abandonar la política para convertirse en un negociado de votos) ha degenerado la estructura de nuestro Estado de Derecho y eso es una responsabilidad histórica que, hasta que no la asuman, lastrará su imagen, su labor y su organización. PODEMOS debería haber tomado nota.

La idea que quiero transmitir, una vez más, es que el abandono en el progresismo de las políticas de izquierda, de reequilibrio de lo económico, pone en las manos del populismo (alter ego del fascismo) los problemas de la mayoría de una sociedad; ese abandono de lo ideológico tiene como consecuencia lógica que los no-políticos se apropien del discurso y lo rellenen como a un pavo de soluciones demagógicas que son imposibles sin suprimir la democracia. La gente corriente tiene miedo a todo cuanto pueda suponer una ruptura de la estabilidad, la conservación es el instinto básico de toda sociedad, conservadora por naturaleza; saber cambiar sin violentar es el Arte de la Política… pero cambiar, porque no cambiar es conservar. Progresismo y conservadurismo son tendencias legítimas. Vuelta a lo básico.

El desacuerdo con la Unión Europea ha sido una posición tradicional de la izquierda, el Brexit o posiciones similares han sido defendidas por la izquierda atrevida; cuando Pablo Iglesias no tenía ni partido proponía salir del euro, cambiar la participación en la UE, calificaba a esa entente como una mera representante de los poderes económicos que deshumanizaba a la población que la sustentaba. Eran otros tiempos, yo lo oía con interés y pensaba: coño, frescura, novedad, riesgo, valentía, cambios…

Al final, el Brexit de la extrema derecha, el de las “noticias-bulo” es el que ha triunfado blandiendo un programa nacionalista y de restauración de las fronteras, puteando a los más débiles porque lógicamente la economía, a pesar de los miedos, no se verá afectada: sólo tiene el criterio del beneficio, por tanto el acuerdo será o perderán todas las partes, esto es: la frontera parará al desgraciado… pero el negocio pasará libre.

Soy contrario a toda forma de nacionalismo salvo el cultural, es decir: si asimilamos Nación a tradición literaria, artística, científica… me parece maravilloso, el Estado es otra cosa mucho más simple, gigante empero: una herramienta legal para regular la convivencia, un creador del marco regulatorio que debe combinar derechos y obligaciones. Por eso no entiendo al independentismo catalán ni al unitarismo españolista, me huelen a nazi, y con esto espoleo; como progresista no soporto el intento de disfrazarlos de “modernidad” alternativa.

Europa es su Cultura. Si algo hemos aprendido en estos años es que la globalización económica sólo ha servido para destruir el planeta y para convertir la economía de la miseria, amparada bien por la pobreza bien por el totalitarismo o por ambas, en un modelo único de explotación contra el que ya no cabe lucha alguna. China, todo un dechado de virtudes democráticas y libertarias, es la capital acaparadora de esta nueva provincia llamada Tierra. Revertir esto se me antoja casi imposible, pero el sacrificio es inevitable y urgentemente necesario: enfriar el consumo.

El Calentamiento Global nos obliga a volver a dimensiones más pequeñas, el mercado global obliga a dejar una huella ecológica criminal. Europa debe disminuir los beneficios de las grandes empresas a través de una subida de los salarios y de una recuperación de los derechos de los trabajadores, lentamente eso debería generar un consumo de mayor calidad y un estímulo de la economía real (productiva) en lugar de la especulativa amparada por los movimientos de la explotación semiesclavista. De no ser así, con el tiempo y para sobrevivir Europa terminará siendo un continente invadido por la pobreza y la mano de obra servil para los emergentes, que serán la nueva fase del capitalismo mundial. El horror se mire como se mire, ¿nuestra aspiración política es que el modelo chino se imponga en todos lados?

El conservadurismo nos lleva a eso. Por ello el papel trascendente de la izquierda, que siempre se movió previendo y no sólo gestionando la miseria diaria, es hoy capital. No estoy de acuerdo con el Brexit pero sí con la necesidad de reforma: la UE no puede ser un foro de “lobbies” con criterios de multinacional rentabilísima. La salvación de la Tierra y de la dignidad humana pasa, al menos de momento, por un cambio en el sentido de la ruta: hablo de política, hablo de decretos… de democracia, de nada más. Eso es la izquierda hoy.

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