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La patria de Errejón

Guillermo Del Valle Alcalá
Guillermo Del Valle Alcalá
Licenciado en Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid y diplomado en la Escuela de Práctica Jurídica (UCM). Se dedica al libre ejercicio de la abogacía desde el año 2012. Abogado procesalista, especializado en las jurisdicciones civil, laboral y penal. En la actualidad, y desde julio de 2020, es director del canal de debate político El Jacobino. Colabora en diversas tertulias de televisión y radio donde es analista político, y es columnista en Diario 16 y Crónica Popular, también de El Viejo Topo, analizando la actualidad política desde las coordenadas de una izquierda socialista, republicana y laica, igual de crítica con el neoliberalismo hegemónico como con los procesos de fragmentación territorial promovidos por el nacionalismo; a su juicio, las dos principales amenazas reaccionarias que enfrentamos. Formé parte del Consejo de Dirección de Unión Progreso y Democracia. En la actualidad, soy portavoz adjunto de Plataforma Ahora y su responsable de ideas políticas. Creo firmemente en un proyecto destinado a recuperar una izquierda igualitaria y transformadora, alejada de toda tentación identitaria o nacionalista. Estoy convencido de que la izquierda debe plantear de forma decidida soluciones alternativas a los procesos de desregulación neoliberal, pero para ello es imprescindible que se desembarace de toda alianza con el nacionalismo, fuerza reaccionaria y en las antípodas de los valores más elementales de la izquierda.
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análisis

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Si la próxima encuesta electoral ofreciera una estimación de un 5 % más de votos a Vox, no es descartable que Errejón se fotografiase con una bandera de España tan grande como aquella con la que un día posó Pedro Sánchez. «Hay que disputarle a la derecha la idea de patria» ha afirmado tajante Errejón en una reciente entrevista digital.

Patria. En la tradición del pensador argentino Ernesto Laclau, Errejón vuelve a implementar el método populista de los significantes vacíos. No se trata tanto de dotar de contenido a las palabras, sino de usar palabras con las que la gente se identifique para, a través de ellas, alcanzar cierta posición de hegemonía. La pregunta que se sigue es inevitable: ¿alguien puede creerles?

De una lectura exhaustiva de dicha entrevista, uno identifica sin excesiva dificultad los problemas. Refiere Errejón que la patria debe responder a una amalgama de «pueblos con identidad nacional». Eso es lo que supura junto al «problema catalán». No haber dado respuesta a las particularidades de dichos pueblos. ¿Pueblos? ¿Qué pueblos? ¿Identidad nacional? La intencionalidad subyacente al brumoso sintagma sí parece clara: particularismo, diferencia, excepcionalidad. Ni rastro de la igualdad.

La patria de Errejón responde, indudablemente, a la estrategia populista. No exento de perspicacia política, el candidato de Podemos a la Comunidad de Madrid ha leído las claves más evidentes de la actualidad y ha sido capaz de pulsar el hartazgo de millones de personas. De personas hartas de la involución fragmentaria y particularista de una izquierda presa de una profunda patología política: repudiar el Estado y, con ello, renunciar expresamente a su bandera más genuina y esencial, la de la igualdad de todos los ciudadanos de España. Sí, esa palabra tabú. Su antaño amigo Iglesias ya lo dejó claro: «yo no puedo decir España».

La solución que esgrime Errejón es incorporar al discurso el significante del que abominaba Iglesias. ¿Y qué hay del significado? El significado puede ser uno u otro, lo importante es disputar el significante, que será dotado de un contenido u otro según donde se emita, según las coordenadas espacio-tiempo, en función de las necesidades o urgencias electorales, en base a las alianzas electorales que sea pertinente tejer en cada momento.

El drama de este país es que la izquierda oficial, vieja o nueva, defiende que un conciudadano de Gerona es desigual en derechos y oportunidades a uno de Fuenlabrada; que uno de Bilbao es acreedor de mejores derechos que uno de Badajoz. El lugar de nacimiento o el lugar de residencia dentro de un mismo Estado justifican, según esta cosmovisión errejoniana de patria, diferentes derechos para unos y para otros. Barreras interiores, por ejemplo idiomáticas, que determinan que parte del mercado laboral esté vedado para millones de personas. O que no exista una tarjeta sanitaria única o un historial clínico centralizado. O que los contenidos educativos comunes no sean más que una quimera. Es más, una realidad que determina que quien haga suyas estas reclamaciones de igualdad se convierta automáticamente en un facha. El mundo al revés.

La patria de Errejón, la patria a lo Laclau, no es más que un latiguillo retórico para disputar la hegemonía política desde una perspectiva eminentemente populista. No es cosa distinta que un significante flotante, vacío, que puede dotarse de un contenido o de otro. Incluso de significados contarios y opuestos entre sí. Es la patria que en Madrid significa una cosa y en Cataluña otra. Es la patria que a su vez puede conjugar un barniz sentimental y folclórico con implicaciones tangibles netamente centrífugas. La patria que quiere disputar a la derecha Errejón, convertida en la reunión amalgamada de ¡pueblos con identidad nacional!, es la que sacraliza derechos históricos y desigualdades, la que blinda esa tenebrosa diferencia de derechos que le imponen sus socios secesionistas, la que pivota en torno a la inmersión lingüística que fractura el derecho a usar la lengua común, la patria de los conciertos económicos más insolidarios o de los pactos fiscales para los potentados que invierten la redistribución entre los que más tienen y los más débiles. Es la patria del derecho a decidir, esto es, del privilegio de unos pocos a romper la unidad de decisión y justicia, la unidad de redistribución. Diputarle España a la derecha sin entender que el territorio político no es la yuxtaposición de identidades, sino el ámbito de ejercicio de nuestros derechos de ciudadanía – donde todo es de todos y nada es privativo de nadie, una idea en última instancia eminentemente comunista – implica de facto regalarle de nuevo a la derecha la idea de España, al minuto siguiente de verbalizar la presunta intención de disputársela. La estrategia populista que nos ofrece Errejón es la mejor garantía para seguir instalados en el desastre político y en la debacle electoral.

La patria aparece ahora como concepto ubicuo en boca de los que hasta ayer mismo hacían campaña en Andalucía proponiendo medidas de reequilibrio social… sin Estado. Renunciando expresamente a la defensa del Estado. La más demencial cuadratura del círculo. ¿Qué reequilibrio social puede implementarse sin el instrumento político realmente existente para acometer esas políticas? A Errejón, adalid del populismo, no le es ajena la realidad: ninguna estrategia política que renuncia a identificarse con su propio país puede ser ganadora. Sin embargo, el propio Errejón encontró acertada la campaña electoral de sus compañeros de Adelante Andalucía. Los que troquelaban el himno para sustituir España por los pueblos. Los que fueron incapaces de interpelar a toda la ciudadanía superando la infame retórica de las identidades regionales. Los que se llenaron la boca de grandilocuencia redistributiva… siendo incapaces de reivindicar el territorio político en el que empezar a implementar esas políticas. Porque quien no puede entender que la redistribución empieza con nuestros conciudadanos, dentro del propio territorio político, es incapaz de entender nada.

Así están las cosas, en efecto: con la izquierda sociológica desmovilizándose a marchas forzadas y la estrategia populista, rayana en el peronismo, instalada como hegemónica en la nueva izquierda. Que ni es nueva ni es izquierda. Un movimiento político que guarda sepulcral respeto por los retazos más retrógrados del Antiguo Régimen: los privilegios forales, los pretendidos derechos históricos, el blindaje estamental que hace saltar por los aires la noción más elemental de igualdad, la herencia más genuina de las revoluciones democráticas.

Mientras tanto, algunos seguimos y seguiremos defendiendo la integridad del territorio político, no como sublimación de una identidad unívoca ni de una esencia eterna e inacabable, sino como perímetro de igual ejercicio de nuestros derechos de ciudadanía. Ampliable, por supuesto, pero nunca fragmentable. Nación política y Estado vs patria peronista. Ciudadanos igualmente libres, condición necesaria para cualquier proyecto reconocible de emancipación humana. Frente al atavismo ultra reaccionario de los pueblos con identidad nacional, frente a los patriotas de nuevo cuño electoral, los falsos patriotas de la desigualdad.

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2 COMENTARIOS

  1. en las últimas elecciones cansado de PP-SOE os voté a vosotros pero visto lo visto en las siguientes votaré a VOX, no es la bandera es la pela, que creo que todavía no os habéis enterado de qué va el tema, hay que echar por lo menos a 500.000 que están pululando por el país sin papeles y mi pregunta es si no reciben subvenciones y sueldecitos pagados por los tontos que trabajan? De qué viven de trabajar en B? de robar? Alquien me lo puede explicar? Gracias espero noticias de alguien

  2. Informativo:

    1.- 4 de noviembre de 2017: Errejón: «Un partido progresista que no reivindica la identidad nacional no es útil»

    «Le emociona tanto la bandera de España como el rock radical de La Polla Records, riega la carne cruda con cerveza artesana y, aunque es madridista, no se pierde los partidos del Aravaca»

    (…)

    Pregunta a Errejón: ¿Y lo de las banderas? Respuesta de Errejón: A mí me gustan cuando sirven para estrechar lazos. Me gusta cuando la gente levanta la bandera de España en el Mundial. No me gusta cuando alguien te la enseña como si tú no formaras parte… Esto sólo pasa aquí. ¿Tú te imaginas a un noruego que le grite a otro noruego que le caiga mal «viva Noruega»? Y por eso es más fuerte Noruega… Por eso el proyecto nacional noruego… Bueno, no conozco el proyecto nacional noruego… Pero lo que quiero decir es que un proyecto es más fuerte cuanto más te incluye y menos te separa.

    (…)

    P: ¿Ha sufrido algún feo verbal por la calle? R: Sí. El otro día en Madrid. Me crucé con un señor que se me quedó mirando. Iba con sus hijos. Se me acerca y dice: «¡Viva España!». Y yo: «Pues claro que viva, pero quién se ha pensado que soy yo». Y el hombre: «Ah, muy bien». Me dejó preocupado. ¿Qué está pasando para que un ciudadano español se cruce con otro y le diga «viva España» como si eso fuera una línea de demarcación entre unos y otros? Como si él fuera más español que yo. Y que se sorprendiera de mi respuesta. ¿Pero qué se pensaba?, ¿que le iba a gritar viva Islandia? Una fuerza progresista que no puede reivindicar la identidad nacional tiende pocas posibilidades de transformar el país y, por consiguiente, de ser útil. A mí me emocionan mucho los pueblos que se emocionan con su bandera.

    https://www.elmundo.es/papel/2017/11/04/59fc67ce46163f0e328b468e.html

    2.- Año 2014. Pablo Iglesias hablando de la bandera:

    https://www.youtube.com/watch?v=mv6LqH6iy7g&feature=youtu.be&t=431

    Como nota curiosa: En ese acto en la sede del círculo repúblicano de Madrid, se conocieron Iglesias y Montero.

    Saludos.

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