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La paradoja del pedagogo

La paradoja del pedagogo es una súplica del docente que se siente solo e incomprendido

Antonio Guerrero
Antonio Guerrero
Antonio Guerrero colecciona miradas, entre otras cosas. Prefiere las miradas zurdas antes que las diestras. Nació en Huelva en 1971 y reside en Almería. Estudió relaciones laborales y la licenciatura de Filosofía.
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análisis

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Dice un buen amigo mío que hay profesiones que bien merecen un salto. Y con esto se refiere a una reflexión. La del pedagogo es una de ellas.  Según la definición oficial, se trata de quién no solo es un experto en el proceso educativo sino también de quién enseña a los docentes. Esa premisa es la que nos da pie a la paradoja propuesta. Suponiendo que el pedagogo es quién en efecto enseña a enseñar, es lógica la siguiente proposición.

El pedagogo fue enseñado a enseñar por alguien que lo enseñó a él. Y este a su vez también aprendió de otro pedagogo. Desde ahí podemos imaginar una larga cadena de personas que enseñaron a enseñar a los que enseñan a enseñar. De estas premisas podría entreverse una conclusión: que la figura del pedagogo es esencial en la cadena educativa. Y eso haría tautológica a la derivación lógica, salvo por un pequeño detalle. ¿Quién enseñó a enseñar al primer pedagogo?

En algún momento surgió el primer pedagogo  que no fue enseñado por nadie y que por lo tanto tuvo que aprender por sí mismo. Esto significa que la máxima de la esencialidad del pedagogo se convierte en una contradicción puesto que pensando en el primero de ellos carece de sentido. Si el primer pedagogo no fue enseñado por nadie ¿cómo sabemos que su metodología es la adecuada?

Eso convierte en dudosa a toda la cadena. Y a la vez afirma que el docente, el que practica la educación, no necesita tanto al pedagogo. A la luz de las legislaciones políticas e históricas ha quedado claro que la teorización de la educación no guarda similitud con la praxis real. Es más, el docente no encuentra apoyo en la teoría sino confusión. La ambigüedad legal le corroe tanto como su soledad profesional. Nadie piensa que es él/ella y solo él/ella quién está delante de los pupitres y quién debe aprender por sí mismo a enseñar porque la secuencia de quienes enseñan a enseñar no le deja muy claras las ideas.

La paradoja del pedagogo es una queja de muchos docentes, una súplica que nadie escucha. Nadie da voz a la hora de legislar al docente y en su lugar es el pedagogo político quién le sustituye en el  momento de diseñar la educación del futuro; sigue la larga cadena de pedagogos que mantienen la tradición teórica por inercia. Y eso es todo, un docente solo en el aula a la hora de la verdad haciendo lo mejor que puede su trabajo; uno que cada dia se hace más necesario.     

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