Todos hemos recibido algún mensaje con alguna cura milagrosa contra el coronavirus COVID-19. Y lo hemos recibido a pesar de que los médicos especialistas de todo el mundo, liderados por la Organización Mundial de la Salud, aseguran que de momento no hay tratamiento ni vacuna contra esta enfermedad.

Este fenómeno de la desinformación está poniendo en riesgo vidas, ya que hay personas con síntomas de estar enfermos por el coronavirus que prueban remedios no comprobados con la esperanza de «curarse» a sí mismos.

El miedo es el caldo de cultivo de la desinformación, los rumores y las falsas esperanzas. Sin embargo, la información veraz y fiable puede darnos una visión de la realidad en la que puedan nacer esperanzas ciertas.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura lidera los esfuerzos para contrarrestar las falsedades y promover los hechos sobre el virus.

No existe área sin tocar por la desinformación

Mucho antes del brote del virus, esa Organización, también conocida por sus siglas como UNESCO, advirtió sobre el impacto que la transformación política, tecnológica, económica y social ha tenido en la forma en que intercambiamos información en los últimos años y especialmente de la contaminación que causan algunas campañas de desinformación orquestadas.

En un momento de grandes temores, incertidumbres e incógnitas, existe un terreno fértil para que las fabricaciones florezcan y crezcan.

Esas campañas representan una amenaza para el periodismo basado en los hechos y, particularmente durante la pandemia actual, para la vida de las personas.

Guy Berger, director de Políticas y Estrategias sobre Comunicación e Información de la UNESCO, y uno de los principales expertos de esa agencia de la ONU en materia de desinformación explica que las falsedades relacionadas con todos los aspectos de COVID-19 se han convertido en algo común.

“Parece que apenas hay un área que no haya sido afectada por la desinformación en relación con la crisis COVID-19, desde el origen del coronavirus, hasta la prevención y ‘las curas’ no comprobadas, incluidas las respuestas de los Gobiernos, las empresas, los famosos y otros”.

Agregó que “en un momento de grandes temores, incertidumbres e incógnitas, existe un terreno fértil para que las fabricaciones florezcan y crezcan”.

El gran riesgo es que cualquier falsedad que gane fuerza puede anular la importancia de un conjunto de hechos verdaderos: «Cuando la desinformación se repite y amplifica, incluso por personas influyentes, existe el grave peligro de que la información basada en hechos  verdaderos, termine teniendo un impacto marginal».

El peligro de promover medicamentos no probados

Debido a la magnitud del problema, la Organización Mundial de la Salud, que lidera la respuesta de la ONU a la pandemia en materia sanitaria, ha agregado a su sitio de internet la sección Consejos para la población acerca de los rumores sobre el nuevo coronavirus. En ella, se refuta una asombrosa variedad de falsedades, incluidas las afirmaciones de que beber bebidas alcohólicas potentes, la exposición a altas temperaturas o, por el contrario, el clima frío, pueden matar el virus.

Berger señaló que algunas personas creen, erróneamente, que los jóvenes o los afrodescendientes son inmunes (cierta desinformación tiene un tono racista o xenófobo), o que aquellos que viven en climas cálidos o países donde el verano está en camino, no tienen que preocuparse demasiado. La consecuencia probable de estas mentiras es una complacencia o falsa seguridad, que podría provocar más muertes prematuras.

El funcionario de la UNESCO también señaló un ejemplo más dañino de desinformación: alentar la toma de medicamentos, aprobados para otros fines, pero aún no clínicamente probados como eficaces contra COVID-19.

De mala o de buena fe

Berger indicó que, lamentablemente, algunos han aprovechado la pandemia para difundir desinformación con el fin de favorecer sus propias agendas:

«Los motivos para difundir desinformación son muchos e incluyen objetivos políticos, autopromoción y atraer la atención como parte de algún modelo de negocio. Quienes lo hacen, juegan con las emociones, los miedos, los prejuicios y la ignorancia, y afirman aportar significado y certeza a una realidad que es compleja, desafiante y cambia rápidamente «.

Pero, agrega, no todos los responsables de difundir falsedades lo hacen de manera maliciosa. Las personas bien intencionadas también divulgan sin ningún sentido crítico  contenido dudoso. Independientemente de las razones, advierte, el resultado es el mismo:

«Estos motivos diferentes requieren respuestas distintas, pero no debemos perder de vista el hecho de que, independientemente de la intención, el efecto de compartir falsedades es desinformar y deja inerme al público, con un potencial mortal».

Suministrar y exigir la verdad

Frente a esto, ¿qué se puede hacer para garantizar que la información fiable, útil y potencialmente salvadora de vidas gane mayor importancia? La respuesta de la UNESCO, dice Berger, es mejorar el flujo de información veraz y garantizar que se cumpla su demanda.

Los Gobiernos, para contrarrestar los rumores, deberían ser más transparentes y divulgar más datos de manera proactiva.

“Estamos subrayando que los Gobiernos, para contrarrestar los rumores, deberían ser más transparentes y divulgar más datos de manera proactiva, de acuerdo con las leyes y políticas sobre el derecho a la información. El acceso a la información de fuentes oficiales es muy importante para la credibilidad en esta crisis».

«Sin embargo, esto no  sustituye a la información suministrada por los medios de comunicación, por lo que también estamos intensificando nuestros esfuerzos para convencer a las autoridades de que vean al periodismo libre y profesional como un aliado en la lucha contra la desinformación, especialmente porque los medios de comunicación trabajan abiertamente en la esfera pública, mientras que mucha desinformación está fuera del radar, en aplicaciones de mensajería social», explicó el especialista.

También comentó que la UNESCO insta especialmente a los Gobiernos a «no imponer restricciones a la libertad de expresión que puedan dañar el papel esencial de una prensa independiente, sino reconocer el periodismo como un poder contra la desinformación, incluso cuando publica información verificada y opiniones documentadas que molestan a  quienes ocupan en el poder”.

«Existe un argumento de peso para afirmar que los medios de comunicación merecen ser reconocidos y apoyados por los gobiernos como un servicio esencial en este momento», añadió.

Para satisfacer la demanda de hechos fidedignos, la UNESCO difunde, a través de distintos medios y canales, y en asociación con agencias de la ONU como la Organización Mundial de la Salud, la mayor cantidad posible de información fiable sobre salud pública.

Piensa antes de compartir, piensa antes de hacer clic

La UNESCO también trabaja para que  las personas adquieran un sentido más crítico con lo que se les ofrece en línea y en otros medios, de modo que sean menos propensas a creer y difundir falsedades.

Para contrarrestar la desinformación, la agencia usa en Twitter las etiquetas #ComparteConocimientos, #PiensaAntesDeCompartir y #PiensaAntesDeHacerClick, al tiempo que promueve la idea de que los derechos a la libertad de expresión y de acceso a la información son los mejores recursos a los peligros de la desinformación.

Estos derechos, dice Berger, «permiten a los Gobiernos y al público tomar decisiones basadas en evidencias reales y poner en práctica respuestas basadas tanto en los valores de la ciencia como en los derechos humanos, y que pueden ayudarnos a superar la pandemia de la mejor manera posible”.

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