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La Nueva Europa

Si no le gusta invierta en otro lado

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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Hay un cierto movimiento de fondo que me esperanza. No soy iluso, la fuerza de la pomposa estupidez es enorme y cruel, por tanto no va a ser fácil, quizá no vaya a ser. Verán, he llegado a un punto en el que ¡me duele tanto la Historia! No entiendo cómo se puede estar orgulloso de nada; lo que somos hoy como seres humanos, en el mejor sentido, lo mejor de lo que somos hoy está basamentado sobre el crimen sistemático y la explotación de la mayor parte de las personas que han transcurrido por la Tierra…

Somos un bicho de una crueldad extrema, enferma, blasfema. Por eso he llegado a la conclusión de que cualquier programa de actuación humano es un riesgo. Igual que no creo en “más allás” no creo en bondades ideológicas, sí en la vida de las ideas, en la reflexión permanente y la revisión crítica. Detrás de un programa ideológico hay un asesino, casi siempre.

Tengo la sensación de que estamos acabando una era, una época. La pandemia y sus consecuencias no son la causa, sino un catalizador de los límites de nuestro sistema. El aviso es advertencia: la explotación del medio ambiente es garantía de vida o suicidio. De momento nos estamos suicidando, aunque, por fortuna, los grandes cambios sociales no son de un día para otro, todo es lento y circular, no hay dirección predefinida porque cada rumbo altera el sentido del que lo generó; sólo propendemos. Quiero decir que cabe aún la intervención.

Europa ha sido la semilla de la basura que nos corroe. Europa debe ser el origen de la solución. Pretender competir con el capitalismo globalizado usando sus armas (China, Rusia, India, USA…) es ya evidentemente una batalla perdida; Europa es una ruina, viste galas decadentes pero su mundo de primera clase ha muerto. Europa sólo tiene la opción de reinventarse y para ello se debe revertir la idea de la globalización o, al menos, redefinirla. Europa debe dejar de depender de la importación, entiéndase menos como un corte del intercambio comercial y más como la reconstrucción de nuestra estructura económica: productos de calidad, prioridad medioambiental y vuelta a la idea del Mercado Común para dar salida a estos productos, en principio aislándonos del comercio-basura oriental y de los grandes grupos de inversión.

Progresivamente (la calidad requiere sueldos de calidad para ser comprada y empleo de calidad para ser manufacturada), con el estímulo de los Estados y sus Gobiernos, entendido sólo como la agilización burocrática y una carga fiscal justa que penalice sobre todo al capital inerte, debemos volver a tener capacidad productiva real pero no según la fórmula del Mercado actual: esto es, elevación del beneficio como estímulo único y a cualquier precio y en cualquier lugar, no, no sólo se trata de números sino de generar trabajo cualificado y respetuoso con el Medio Ambiente pero en combinación con un programa educativo ambicioso continental que ponga las bases de una sociedad abierta, crítica y laica que huya como de la peste del turismo y del lujo estúpido, cánceres de la economía actual.

Turismo y lujo, no he dicho viaje y gasto: por supuesto que se ha de viajar y gastar libremente en género de altas prestaciones, no hablamos (lo decíamos al comienzo) de un programa ideológico sino de librarnos de lo que nos hace daño… no decimos el qué, sí evitamos lo que hiere. Sentido común: la gentrificación, verbigracia, es la expresión radical de un liberalismo mal entendido en el que una supuesta libertad del dinero ha acabado con la libertad de la ciudadanía y la vida real en el centro de las ciudades históricas; ser progresista de verdad no es prohibir la inversión, sino hacer respetar a las personas por encima de las leyes económicas. Y si no le gusta invierta en otro lado, su dinero no nos gusta.

La clave del futuro es el Medio Ambiente. Nuestro consumo debe obligadamente vincularse a la sostenibilidad y Europa, en principio, debe encerrarse sobre sí misma. Coches, por citar algo, eléctricos o lo que sean: debemos poner nuestras normas y construirlos y comprarlos aquí y exportarlos, caros, muy caros; agricultura y ganadería, energía, una red de transportes pública continental, la ropa, la ropa, la ropa (el modelo que todo el mundo piensa es pernicioso), todo debe estar vinculado a normas medioambientales estrictas que no podremos vender fuera pero, aunque sea perdiendo grados de “riqueza” (y ésta es la clave progresista), sí comprar dentro provocando un reparto más equilibrado y respetuoso con la Naturaleza.

Respeto a la manufactura, al producto, tenemos que volver a respetar a los materiales y a su elaboración, puede parecer una tontería pero es la diferencia entre lo sostenible o el agotamiento desestructurante. O damos este salto o estamos muertos, el mundo ha cambiado y sólo un negacionista trasnochado puede no asumirlo. El problema es que nos gobiernan éstos… Europa necesita una Neoilustración y ha de volver a los valores racionalistas pero desembarazándose de lo que genera sufrimiento y mal: deberíamos haber aprendido algo, sin renunciar a los valores del Humanismo; porque la Razón puede soñar monstruos pero ha sido y es el único medio para expulsarlos.

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