Para que haya democracia en la sociedad tiene que haber una dictadura en el poder”, la frase es de un político ruso de la época en la que el capitalismo internacional explicó a los exsoviéticos de qué iba la vida. Y me ha hecho pensar mucho en estos días, sobre todo mirando a una izquierda de nuevo desarbolada ideológicamente en España. Marx tenía razón, las ideas son el reflejo del modelo económico vigente; y tras la zozobra de la quiebra, una vez establecida ésta como sistema, hemos convertido en normalidad todas sus consecuencias… y a esto lo estamos llamando “salir de la crisis”, y el PPSOE con sus adláteres ciudadaniles lo tiene claro, pero cuando uno despierta de esta pesadilla recurrente se pregunta otra vez: ¿Dónde está esa izquierda?

Don Pablo Errejón y don Íñigo Iglesias, lamentamos decírselo, se han convertido ya en fibra muscular de este lobo voraz. Y todo por no saber valorarse; no han sido conscientes de que la fuerza la obtuvieron con su discurso revelador, el de denuncia de una podredumbre orgánica compuesta por la clase dirigente (económica) que vive de la explotación de quienes no tienen la posibilidad de invertir. Suena a rojo, pero es lo que tiene ser de izquierdas, qué se le va a hacer.

Es muy sencillo, muy claro. El problema es que una mierda vista al microscopio es apasionante, y uno puede, como una especie de Narciso coprófago, terminar sumergiéndose en ella hasta ahogarse. No den más vueltas; justifiquemos a los bienintencionados que los habrá hasta en el PSOE e, incluso, en el PP, seguro, pero las instituciones públicas están dominadas por intereses de clase muy evidentes expresados por valores con una deriva también muy nítida: desmontaje del prestigio de lo Público y del concepto de funcionariado como garante de la Ley; destrucción de la Sanidad en favor del negocio privado; persecución de la Enseñanza Pública para evitar el análisis crítico del modelo social…

Y sus consecuencias: servilismo laboral, incremento del sector de los servicios fabricando toda una clase social destinada a la subcontratación como semiesclavos de los pudientes; mientras un tercio de la población es pobre y acude en todas las ciudades a las mismas franquicias en los grandes centros comerciales, de ropa miserable, comida miserable, arte miserable, turismo miserable, nos hacen creer que está de moda la moda, la alta cocina, la hostelería de lujo y el viajar, con campañas publicitarias que curiosamente pagamos las víctimas (Televisión Española, verbigracia).

La izquierda vuelve a perder. Porque quiere ganar con la connivencia del confesor, queremos pecar y que nos dé Dios las gracias. Craso error. No abogo por ninguna clase de violencia ni mala educación, se puede ser parlamentario sin ser un rufián, pero sí decir las cosas claras por dos motivos: primero por una obligación ética, porque vamos hacia una sociedad peor, injusta y extremadamente violenta, peligrosa -basta mirar el contexto internacional- o, si quiere volar más bajo, el comportamiento y las ideas de muchos de nuestros jóvenes, y después será peligroso hasta arrepentirse; segundo por estrategia, el moderado connivente no va a votar jamás a la izquierda, lo hará antes al pseudosocialismo profesionalizado de Susana Díaz o a la derecha modernísima de Javier Maroto y Pablo Casado o Albert.

La izquierda tiene que aprovechar (dejénme hablar así de rastrero) el evidente malestar de los explotados, porque si se los azuza es posible que haya una oportunidad; lo demás es claudicación, don Pablo Íñigo, rendición pura y dura disfrazada de debate ideológico. ¿Es consciente de la sensación de fracaso que está instilando en esa gente que el día de san Isidro de 2011 tuvo la impresión de que se hundía parte de algo y nacía otra cosa esperanzadora? Cada vez que usted, don Íñigo Pablo, salía en una entrevista moría un gatito banquero en el Mundo del Poder; ahora usted casi es y somos nosotros ya sus raspas de sardina favoritas.

Hay que enfriar la economía, el consumo, hay que dejar este modelo de vida y virar hacia el conocimiento, el placer del cuerpo, dejar atrás las fantasías religiosas (que son opio para una población dominada y drogada, ¿le suena?) y reivindicar la Muerte para vivir hedonista e intensamente; la izquierda es más sexo, amigas y amigos, pero el “sexappeal” perdido de la coleta y el becario deja paso al pureta de discoteca de pueblo. Hay que regular contra el sistema y poner reglas a la economía, y a quien no interese que se vaya a Rusia o China, allí se vive muy bien; aquí hay que empezar a preparar a la gente para una vida diferente, porque si no ya se lo digo apocalípticamente: la única salida será una gran guerra, el colapso es inminente. En USA ya han contratado al actor protagonista, y por ahí se preparan los secundarios.

“Para que haya democracia en la sociedad tiene que haber una dictadura en el poder”. Ya es así. La Nueva Democracia es sólo estética: mantener unas formas detentado una voluntad popular a la que se utiliza para mayor gloria de los inversores, votando a lo que hay que votar, regulando lo que hay que regular, penando a quien hay que condenar, haciendo lo que Dios manda, ya hay dos niveles en todo: si estafa usted unos millones le reconvendrán, si manga seiscientos euracos irá al infierno de la pastilla de jabón… O aprovechamos los resquicios que nos quedan o el futuro es terror puro y duro, y no hablo sólo de salarios; el 15M ha sido un agua bendita para quienes hemos sido conscientes de la degradación de la democracia basada en los ideales ilustrados, desmontada por un liberalismo anarcoide antiestatal de origen norteamericano; Podemos debería encauzar esta marea de cambio y libertad, a ver si al final no es sólo Agua de Vichy…

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