A menos de un mes de lo que promete ser una elección histórica es de pronosticarse el fin del salinismo, es el fin de una era marcada por la alianza entre el PRI y lo que originalmente fue su oposición, Acción Nacional, esto es la muerte del PRIAN.
La alternativa neoliberal en México es una realidad, la esperanza representada en la candidatura de Andrés Manuel López Obrador toma forma de nuevo régimen y como tal representa un terreno en el que la lucha será entre los que quieran un cambio estético y los que queremos una verdadera transformación.
El obradorismo será ese nuevo marco de la lucha política y los moderados serán los arrepentidos del régimen, todos los que colaboraron con el PRIAN querrán entrar al debate con la condición de los cambios consensados, ellos son el chicote de la transformación porque tendrán la puerta abierta de regreso a su origen.
Los radicales seremos quienes promovamos la derogación del las reformas neoliberales e identificados por el apoyo histórico a Andrés Manuel López Obrador, siendo mayoría esteremos en una lucha equilibrada porque, aunque los moderados serán los menos ellos contarán con posiciones estratégicas.
Este nuevo horizonte es de advertirse frente a la ruptura entre la oligarquía y su corte, es la división entre los poderosos, los hombres de negocios y los hombres de los cargos, hoy los primeros han ordenado ir con Ricardo Anaya y los segundos asumen sin entrar de lleno.
Peña Nieto y Felipe Calderón están de brazos caídos, el primero sostiene la candidatura de José Antonio Meade que, aunque cumple el papel de candidato testimonial no deja de hacerle sombra a Ricardo Anaya, en tanto Margarita Zavala acató bajarse, pero sin levantarle el brazo.
La oligarquía va coja a intentar el fraude, tiene a su servicio a las instituciones, el Instituto y al Tribunal electoral dispuestas a cumplir su papel de revertir el resultado siempre bajo el supuesto del resultado competido.
El país está polarizado, sin embargo, las candidaturas no están polarizadas, la elección es terciada y con una marcada ventaja para López Obrador soportada en un amplio movimiento social que abarca desde luchadores sociales que confrontaron a narcogobiernos como Nestora Salgado y José Manuel Mireles hasta operadores del PRIAN como Germán Martínez y Esteban Moctezuma.
La polarización es entre los que queremos el cambio y los que se aferran al régimen de corrupción y privilegios, los primeros estamos representados por Andrés Manuel López Obrador y los segundos se dividen entre la oligarquía que apoya a Ricardo Anaya y su corte volcada en el apoyo a José Antonio Meade.
Esta contradicción entre la oligarquía -hombres de negocios- y su corte -hombres de los cargos- se intenta ocultar acusando a Andrés Manuel López Obrador de pactar con Peña Nieto.
La matemática es infalible por lo mismo el triunfo de Andrés Manuel López Obrador se antoja inevitable, aunque la oligarquía intentará atacarlo incluso durante y después de la elección. Pasará de la criminalización a la descalificación hasta intentar su deposición.
Esta será la apuesta de la oligarquía desde la oposición y este es el lugar que desean ocupar los que están de brazos caídos, mantenerse como la corte de esa oligarquía y ser los protagonistas de la lucha contra el nuevo régimen, porque en caso de que la oligarquía impusiera a Ricardo Anaya quedarían aniquilados.
La corte de la oligarquía, sean los Peña y los Calderón tienen en López Obrador su razón de ser: combatirlo. Que sea su mal menor o sobrevivencia política de ninguna manera significa pacto con él, se trata de pura y llana lógica de poder, la corte se resiste a ser despedida y por eso es capaz de hasta apostar al perjuicio del patrón -oligarquía-.
La mafia partida combinada con la poderosa voluntad de cambio es la que está por evitar un fraude más en la historia y ese triunfo será la victoria inédita de los más sobre los menos, de los débiles sobre los fuertes, será sencillamente la muerte del PRIAN.
