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La Movida madrileña

Julián Arroyo Pomeda
Julián Arroyo Pomeda
Catedrático de Filosofía Instituto
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análisis

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Este movimiento tuvo su mayor éxito con Tierno Galván, uno de los mejores alcaldes socialistas de Madrid, en la década de los 80. No puede olvidarse la atención del alcalde a los más jóvenes, que se plasmó en su conocido grito: “¡Rockeros el que no esté colocado, que se coloque… y al loro!”. Esto lo dijo en 1964. El viejo profesor tenía entonces 66 años. Con un punto de malicia y astucia habló de ‘colocar’, que significa poner algo en su sitio, y ‘colocarse’, es decir, el estado de euforia, al tomar alguna droga. Y terminó con ‘al loro’, frase coloquial de los barrios periféricos, algo así como vigilar o estar atentos, disfrutar.

Unos le criticaron por esto y otros aplaudieron y rieron, como pasa siempre. Había entonces muchas ganas de cerrar el periodo negro del franquismo y gozar de la libertad. Quería decir a los jóvenes que estaba cerca de ellos. También se atrevió a recibir al Papa con un discurso en latín. Era un hombre único, que supo enrollarse bien. En el ayuntamiento recibía a los niños por la mañana y se pasaba un buen rato con ellos. Cuando uno de sus colaboradores le preguntó, sorprendido, que si no se cansaba de estar tanto tiempo con ellos, contestó raudo: no, no, ¿por qué me van a cansar?

Parece que ahora ha renacido la movida en Madrid, pero con la salvedad de que en este momento es política. Estábamos aburridos, desaminados, hartos de oír frases de gente antigua, moribundos por falta de ilusiones, resignados a lo que pudiera llegar, aunque fueran las formaciones derechistas, o de ciudadanos. Todo daba igual. Una de las ciudades con más contagios del país, con mayor número de muertos, con la vacunación a la cola, los bares y establecimientos hoteleros abiertos, recibiendo extranjeros con las manos abiertas, cuando sus países estaban cerrados, porque la buena marcha económica es lo único que cuenta.

Nos estaba volviendo tarumba una presidenta que podía presumir de su pésima gestión, porque la gente la aplaudía. Era imposible comprender. Parecía que los dioses querían destruir a los madrileños y por eso empezaban volviéndolos locos. Sin embargo, no se producía ninguna reacción, aunque ella se situara en el lado bueno de la historia, es decir, en el fascismo.

De pronto, el pistoletazo de salida se dio en Murcia con una moción de censura, que presentaba Ciudadanos a causa de las corruptelas producidas en aquella región. Todo hacía pensar que triunfaría, pero no fue así, debido a que tres diputados de esa formación, que habían firmado apoyarla, luego se desdecían, uniéndose al Partido Popular gobernante, por lo que neutralizaban la iniciativa

La Comunidad de Castilla y León también se movió y otra vez amenazaba al gobierno de esa región, pero solo asomó las orejas, porque pronto se desinfló.

Ahora bien, el bombazo lo dio Madrid, al disolver Ayuso la Asamblea, presentar su dimisión como presidenta y convocar elecciones a primeros de mayo. ¿Qué había pasado? Que cayó su confianza en Ciudadanos, porque  entendió que estaban también a punto de presentar moción de censura contra la presidenta, que destituyó a todos sus socios de esa formación. Con gritos, protestas y críticas acusaban a Ayuso de irresponsable y de inventarse todo, porque no era esa su intención. Se rompió el pacto firmado.

¿Por qué semejante embrollo? La intención de Ayuso fue unirse con Vox y destruir a los naranjas o engullírselos. A medio plazo, Ayuso blanquearía a la ultraderecha para avanzar hacia una sola formación. Esto es lo que buscaban los antiguos dirigentes populares. Fraga lo hizo y también Aznar con la derecha unida. Casado no servía para esto, porque su relación con Vox había quedado rota durante la moción de censura que estos presentaron para desbancar al actual gobierno. Entonces Casado pretendía marcar diferencias con Vox para ser identificado como formación centrista y representar a la oposición. Vox no contaba. A más largo plazo, si Ayuso consiguiera unir a las derechas, liderándolas, y destruir a Ciudadanos,podría promocionarse para presidir el gobierno de la nación. Además, las encuestas eran favorables, como se encargaban de proclamar sus seguidores y los medios de comunicación interesados. Ayuso es una mujer muy ambiciosa y por eso se arriesgaba tanto.

Las cosas estaban al rojo, pero todavía faltaba un movimiento último. Y en esto apareció Pablo Iglesias, que dejó la vicepresidencia del Gobierno y se presentó a las elecciones de Madrid para competir con Ayuso. Su intención es buscar la unión de las izquierdas para presentarse en coalición. Si lo consigue, Ayuso estará en peligro. La unión Ayuso-Monasterio no es sólo un peligro para Madrid, sino también para toda España e Iglesias no puede permitirlo Por eso llama a la unidad para echar a Ayuso. Esta actitud decidida y valiente ha puesto en pie a derechas e izquierdas, proclamando la necesidad ineludible de ganar Madrid.

La movida madrileña ha escalado hasta las cimas más altas. Se trata de escribir una ética con grandeza en el ejercicio de la alta política. El deber de un militante político es estar allí donde se le necesita. Ganar o perder no es lo más importante, sino la ejemplaridad. No se trata de aferrarse al sillón, sino del ejercicio de la libertad sin el manoseo que hace de ella la actual presidenta de Madrid, quien la ha convertido en su juguete preferido. La libertad no se puede utilizar para prevaricar, para corromper las estructuras económicas, políticas y sociales, para esclavizar a un pueblo, obligándole a vivir de limosnas. Nunca la libertad para morirse de hambre. Nunca para someterse a los demás. A ver cómo salimos de esta.

Lo que me produce pánico es esta forma de gobernar que se está implantando entre nosotros. Empieza por la democracia de mayorías: reunirse en despachos para impedir que gobierne quien obtuvo más votos populares. Siguen las mociones de censura para echar a quién gobierna. Esto se está poniendo de moda. Llueven insultos graves y se planean venganzas anunciadas. ¿Qué democracia es ésta? Es como si molestara la estabilidad e imperara el ruido. Todo este proceder me resulta escandaloso.

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