Ya es miércoles, San Juan para los cristianos, y no han pasado setenta y dos horas del fin del Estado de Alarma pero… Sigo alarmado.

Desde el lunes, Sanidad ha confirmado 12 brotes activos en España. El de Huesca ha desencadenado nuevas restricciones. Pontevedra, Vizcaya, Guipúzcoa, Navarra, Valladolid, Lérida, Toledo, Cádiz, Canarias, Málaga y Murcia, junto a Huesca, son las provincias afectadas aunque los «invitados» a quedarse en casa son los barceloneses y madrileños.

La Nueva Normalidad trae dos puntos fundamentales para nuestra salud. Sigue siendo básico el lavado de manos, añadiendo ahora el uso de gel hidroalcohólico y, además la Mascarilla.

Esa especie de bozal para humanos, por la que tanto ladraba la derecha cavernícola española, por falta de existencias y que no se ponen ahora ni por asomo, cuando son más necesarias y cuando ya se fabrican en suelo patrio, tanto en Béjar (Salamanca) como en Álava, por poner dos ejemplos.

La Mascarilla cubre boca y nariz para proteger a quien la lleva y a quien está a su lado de posibles patógenos. Hoy es el mejor aliado para frenar el coronavirus. Por lo que se ve, los cavernícolas patrioteros y conspiranoicos así como los negacionistas lo consideran inútil.

Disculpen que escupa mi mala baba pero propongo que, a quien no la lleve puesta y bien puesta, se le haga una fotografía que deje constancia. Sanción con una buena multa, mínima de 600€.

Y que rece para no contagiarse y no contagiar a nadie. Por ser el más listo, y repito, discúlpenme, le negaría la asistencia sanitaria, con acusación de propagar el virus. El precio de las mascarillas ha bajado, no es excusa y menos para aquellos que presumen de tener cuentas saneadas en barrios solventes.

Somos, lamentablemente, un pueblo que sólo aprende a fuerza de multas y represión. ¿Seremos masoquistas o sólo brutos?

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