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La madre del cordero

Manuel I. Cabezas González
Manuel I. Cabezas González
Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada Departamento de Filología Francesa y Románica (UAB)
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análisis

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Las lecciones de la historia

Se suele decir que si olvidamos la historia, corremos el riesgo de repetirla. Observando la gestión que hace la Unión Europea (U.E.) de los flujos migratorios de refugiados y de inmigrantes ilegales, da la impresión de que la Europa de los 27 no tiene memoria de lo que les sucedió a nuestros antepasados, los romanos. Por eso, no es ocioso echar una mirada hacia la caída del Imperio Romano y tender puentes entre el pretérito y lo que puede suceder mañana o pasado mañana, si los políticos y burócratas de la U.E. no recuperan la memoria histórica y no sacan las lecciones oportunas para no cometer los mismos errores que los romanos. En efecto, estamos a punto de que la historia se repita.

La caída del Imperio Romano

Entre los grandes imperios de la Antigüedad, uno de los más importantes, para el mundo occidental, fue sin duda el Imperio Romano. Como todos sabemos, tuvo su origen en la expansión de su capital, Roma, que progresivamente extendió su dominio sobre todas la tierras ribereñas de ese mar que los romanos llamaron Mare Nostrum.

Se podría establecer una analogía entre la evolución de los imperios y la de los seres vivos: nacen, crecen, se reproducen y mueren. El Imperio Romano no escapó de esta ley. Su caída-destrucción, como todo lo que acaece en este mundo, no obedeció a una sola causa sino que fue el resultado de la convergencia de una serie de causalidades.

Ahora bien, la chispa que provocó su caída anunciada fue la “barbarización” de las legiones romanas. Ante la desafección por la vida militar de los ciudadanos romanos, se confió la defensa de las fronteras del Imperio a mercenarios, i.e. a las tribus bárbaras apostadas en las fronteras naturales del mismo: las riberas del Rin y del Danubio. Estas legiones “barbarizadas” fueron las encargadas de impedir la entrada en el Imperio de las tribus bárbaras situadas más allá de sus fronteras. Sin embrago, estas legiones de mercenarios no tenían la disciplina militar, ni disponían de los equipamientos militares necesarios, ni tampoco eran leales a Roma, como las legiones prístinas. Y, ante la presión de los pueblos bárbaros, pasó lo que se quería evitar: la invasión del Imperio y la destrucción del mismo.

La previsible y anunciada caída de la Unión Europea

Hoy, la Unión Europea se encuentra en la misma encrucijada que el Imperio Romano en el s. III d. C. A sus puertas, en sus fronteras, se encuentran, apostados y a la espera de poder entrar, ilegalmente y por la fuerza, cada vez más millones de seres humanos (refugiados e inmigrantes). Éstos son atraídos por el Estado de Bienestar del que disfrutamos los occidentales. Pero, también están huyendo de las crisis económicas de sus países, de la miseria y del terror de las guerras locales.

Ante los intentos de estos seres humanos, desahuciados y desesperados por llegar a Occidente, la historia se repite y la respuesta de la U.E. es análoga a la de los romanos ante el peligro de invasión de los “bárbaros” (extranjeros para ellos). En efecto, la U.E., en vez de coger este morlaco por los cuernos, se ha dedicado sólo a proteger y sellar sus fronteras, comportamiento que denota ceguera y amnesia interesada y cobarde. Por eso, para defenderse de los “nuevos bárbaros” e impermeabilizar sus fronteras, ha comprado y confiado la defensa de las mismas a tres gendarmes o países mercenarios.

Para las fronteras del este, a la que llegan, entre otros, los refugiados sirios por la ruta del mar Egeo, la U.E. ha mercado los servicios de un país tercero: Turquía. El 18 de marzo de 2016, ésta firmó un pacto con la U.E. por el que se comprometió a mantener en su territorio a los más de 2,7 millones de sirios ya residentes en Turquía y a impedir que los que lleguen, en el futuro, abandonen sus fronteras. En contrapartida, Turquía recibirá, para empezar, 6.000 millones de euros; por otro lado, se le ha prometido que serán aceleradas las negociaciones para que pueda formar parte de la Unión; además, se hará lo necesario para que los turcos puedan acceder a la U.E. sin visado; la U.E. también mirará para otro lado ante el deterioro de los derechos humanos y de las libertades en Turquía, etc. Algunos analistas han tildado este acuerdo de “soborno” indecente, por  parte de la U.E.; y de “chantaje” inaceptable, por parte del presidente Erdogan. Tal para cual.

Lo mismo puede decirse de Libia y de Marruecos, dos focos de partida de los flujos ilegales de migrantes magrebíes y subsaharianos, que utilizan la ruta central del Mediterráneo (entre Libia-Italia) o la ruta occidental (entre Marruecos-España). Por un lado, la U.E. también ha sobornado a estos dos países para que controlen y eviten estos flujos migratorios. Pero, por el otro, Libia y Marruecos chantajean y amenazan a la U.E. con las migraciones desbocadas para conseguir más y más prebendas, más y más pingües beneficios y privilegios.

La madre del cordero

La U.E., como Roma,pretende sellar sus fronteras con mercenarios para impedir la llegada de refugiados e inmigrantes. Ahora bien, como reza el refrán, no se pueden poner puertas al campo. Es tanta la miseria, es tanta la violencia, es tanto el dolor, es tanta la desesperación,… de los que huyen, que la detención y el internamiento en CARs o en CIEsy la expulsión de la U.E. nunca les harán desistir de intentarlo una y otra vez. La experiencia de los últimos años lo confirma: son cada vez más numerosos los que pretenden llegar a Occidente. En efecto, para los inmigrantes políticos o económicos, la U.E. es la nueva arca de Noé o la única tabla de salvación, es el paraíso terrenal, es la tierra prometida. Sin embargo, para la casta política y los burócratas europeos, este paraíso terrenal, que es nuestro Estado del Bienestar, está amenazado por estos flujos migratorios masivos, descontrolados e ilegales. Pero, no hacen nada efectivo para atajarlos.

Es evidenteque no se pueden abrir de par en par las fronteras de la U.E. Por eso, habría que gestionar racionalmente los flujos migratorios. Ahora bien, esto sólo no es suficiente ni eficaz, si pensamos en el bienestar y la felicidad de todos (de los europeos y de los migrantes). Para evitar las migraciones masivas y descontroladas, se debería fijar la población en los países de origen. Y para esto, los países ricos no pueden seguir, como hasta ahora, saqueando los recursos de los países del llamado Tercer Mundo, saqueo que está en el origen de la miseria, de los conflictos, de las guerras, de la violencia, que empuja a los emigrantes a abandonar sus países.

Por eso,  podríamos afirmar que lo que está sucediendo en las fronteras de la U.E. nos lo hemos ganado a pulso los europeos con nuestro depredador Estado del Bienestar. Seguir erre que erre por este camino es certificar el fin del sistema de vida occidental, como en su día la presión de las oleadas de los pueblos bárbaros en las fronteras del este del Imperio Romano fue el presagio del fin definitivo de un estilo de vida, que no podía seguir sin ser compartido con otros pueblos. Como ha afirmado un responsable subsahariano, los países del Tercer Mundo necesitan una “segunda descolonización”, para que acabe la corrupción en sus países, el expolio de sus riquezas, la esclavitud de sus poblaciones y las migraciones masivas.

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