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“La libertad del novelista es peligrosa, porque puedes llegar a lugares de los que después es muy difícil volver”

El guionista de cine y televisión Santiago Díaz presenta su segunda novela, ‘El buen padre’, una intriga en la que presenta a la peculiar inspectora de policía Indira Ramos como protagonista

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análisis

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Hace un cuarto de siglo ya que Santiago Díaz (Madrid, 1971) lleva marcando el inconsciente colectivo de varias generaciones de españoles gracias a sus guiones televisivos. Aquí no hay quien viva, Compañeros, Yo soy Bea, El secreto de Puente Viejo… y así hasta ser denominado “el hombre de los 500 guiones”. Después del éxito de su primera incursión en la novela con Talión, ahora llega El buen padre, un thriller en toda regla que tiene de todo lo que debe tener un buen libro de intriga: tensión, emoción, sorpresa, giros inesperados. En su nueva novela presenta a la inspectora de policía Indira Ramos, con un estricto código moral al tiempo que carga también con un trastorno obsesivo compulsivo.

Con El buen padre parece haberle cogido gusto a la novela tras su exitosa primera obra, Talión. ¿Tiene su carrera de décadas como guionista de cine y televisión los días contados?

A mí me encanta escribir guiones, pero desde que publiqué mi primera novela, creo haber encontrado mi verdadera vocación. Eso no quiere decir que reniegue de la tele o el cine, ni mucho menos, pero no puedo negar que sueño con poder vivir de la literatura. Puestos a pedir, me encantaría hacer la adaptación audiovisual de mis propias novelas. Con “Talión”, la primera de ellas, estoy a punto de lograrlo.

¿Es el camino natural desembocar en la novela negra después de muchos años hilvanando historias para cine y televisión?

Para escribir novela negra te tiene que gustar el género, pero es cierto que los guionistas partimos con algo de ventaja porque estamos acostumbrados a estructurar, a llevar varias tramas en paralelo y a mantener la tensión y la intriga hasta el final. De no hacerlo así, corres el riesgo de que los espectadores cambien de canal.

“Trabajar en una serie de televisión supone estar al tanto de lo que sucede en plató, reescribir muchas secuencias por necesidades de producción”

¿Cómo se puede dejar aparcado al guionista que lleva dentro para enfundarse en el traje de novelista? ¿o es todo una sucesión natural que se puede complementar?

Se puede complementar, yo llevo haciéndolo ya cuatro años, pero a veces es complicado. Trabajar en una serie de televisión supone estar al tanto de lo que sucede en plató, reescribir muchas secuencias por necesidades de producción y mantener reuniones con tus compañeros, productores o la cadena o plataforma que haya comprado la serie. Y para escribir novela, al menos en mi caso, necesito estar muy concentrado y metido en la historia. Cuando me alejo de ella, aunque solo sea durante un par de días, necesito otros tantos para volver a recuperar el hilo.

Carmen Mola alaba la “adicción” de su novela. ¿Cómo se consigue crear ‘drogadictos’ de sus obras?

Mi máxima es no aburrir, y creo que eso se logra haciendo que pasen muchísimas cosas y que la trama siempre avance, lo que genera la necesidad de seguro leyendo. Aparte, la estructura multitrama y el hecho de que los capítulos sean cortos y acaben siempre en alto provoca eso que todos nos hemos dicho alguna vez: “Venga, un capitulito más y apago la luz…”.

Al plantear el rompecabezas de esta intriga, ¿ya parte de salida con todos los elementos ensamblados o éstos van poco a poco encajando conforme va avanzando en la escritura?

Sé dónde quiero ir y la manera de llegar hasta allí, pero eso no quita para que, de camino, te puedas encontrar nuevas historias o personajes que enriquecen el relato. A diferencia de las series o las películas, donde muchas veces los guionistas estamos limitados por presupuestos, decorados o disponibilidad de actores, en una novela puedes ir hacia donde quieras. Esa libertad es maravillosa, pero también peligrosa, porque puedes llegar a lugares de los que después es muy difícil volver.

Sería fácil preguntarle por el secreto del éxito. Pero mejor que nos dé alguna receta infalible, o casi, para lograr una novela negra ‘redonda’.

Ojalá tuviera esa receta. Yo creo que El buen padre está gustando tanto (a los cuatro días de publicarlo hemos tenido que sacar una segunda edición) porque me he preocupado de trabajar mucho los personajes, que para mí es primordial. Eso, sumado a una protagonista tan diferente como la inspectora Indira Ramos, a una buena premisa que se mantiene hasta la última página y a la ilusión con la que la he escrito, es mi manera de buscar ese éxito.

La intriga novelesca al modo ‘Diez negritos’ augura tensión y, por consiguiente, la fidelidad del lector hasta las últimas líneas. ¿Cómo ha evolucionado este modelo con el paso de los años desde entonces, si es que lo ha hecho?

Creo que era Lemaitre el que decía que la estructura de las novelas de Agatha Christie, novelas de enigma, que se basaban en un asesinato y la resolución final del crimen por parte de los investigadores, ya no les sirve a los lectores de novela negra actual, que necesitan giros y sorpresas hasta desembocar en un final a la altura. Los lectores de novela negra ya conocen a la perfección cómo se lleva a cabo una investigación y es muy difícil engañarlos. Hay que sudar tinta para conseguir que siempre estén a punto de descubrir al culpable y que no lleguen a hacerlo hasta las últimas páginas. Por eso yo considero que este género es el más complicado de todos y también el que más éxito tiene, aunque todavía haya gente que lo considere un género menor.

Usted aborda la tríada perfecta para retratar los males de nuestro tiempo: dinero, sexo y poder. ¿Es la novela negra una crónica perfecta para estudiar las sociedades del momento en que fueron escritas?

El gran atractivo de la novela negra es que te ofrece la posibilidad de entrar en ambientes y de conocer personajes que difícilmente conoceríamos en la vida real. Cualquiera de nosotros nos limitamos a movernos en nuestro ambiente y a tratar con gente afín, pero a través de las páginas de una novela como El buen padre puedes ser testigo de la vida de una joven escort, de los negocios turbios que se cierran en los despachos de los rascacielos o de las pesquisas de los investigadores por los bajos fondos de una ciudad. Eso retrata una sociedad que existe, pero que es ajena a la mayoría de nosotros.

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