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La lección de independencia del PNV

Sergio Arestizabal Pastor
Sergio Arestizabal Pastor
Periodista con 27 años de profesión a sus espaldas, ha trabajado en medios de Comunicación de Extremadura y Castilla y León, además de colaborar con prensa económica como el Cinco Días y de poner en marcha su propia agencia de Comunicación Comunica2, que se ha caracterizado por la organización de eventos nacionales e internacionales y gabinetes de Comunicación para empresas públicas y privadas. También ha dirigido campañas de Comunicación Política y asesorado a personajes públicos. Según su criterio, los principios básicos del Periodismo, sólo pueden tener como base la libertad de expresión. Algo que empresas e instituciones políticas se han ocupado de manejar en favor de sus intereses.
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análisis

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La Política en España tiene un grave problema, y es que la mayor parte de nuestros cargos electos no saben para qué están o no quieren saberlo, que es peor. Se comportan como si en lugar de unos comicios hubiesen ganado por oposición una plaza que les pertenece ‘porque-yo-lo-valgo’ y, una vez recibidos los votos, si te he visto, no me acuerdo… hasta dentro de cuatro años.

A estos mediocres les gustaría que todos los que se dedican a la Política hicieran lo mismo y cuando esto no ocurre se ponen muy nerviosos. Ellos y los de sus corroblas. La falta de talla de muchos de nuestros actuales políticos les ha llevado al discurso fácil, la demagogia y el maniqueísmo, haciendo ver que quien no está con ellos está en su contra. Pero la Política es, ante todo, diálogo y negociación, porque nuestra sociedad es heterogénea y hay muchas sensibilidades e ideologías que merecen respeto y consideración.

El PNV tiene claro a quién representa y dónde están sus votantes o posibles nichos de votos, por lo que sus estrategias buscan conjugar los réditos en las urnas con los postulados jeltzales que marcan su ideología.

Y en esto llegó Rajoy y su necesidad de buscar apoyos para sacar adelante sus presupuestos. Y siguió con el mercadeo al que muchos gobiernos españoles han acudido durante tantos años para conseguirlos, sobre todo con los partidos nacionalistas vascos y catalanes. En el ADN de estas formaciones, como todo el mundo sabe, está el componente identitario del que echan pestes quienes buscan sus apoyos. Paradójicamente, les parece mejor venderse en unos territorios donde apenas son capaces de rascar nada en las elecciones, que negociar con partidos más afines a su concepto de Estado para conseguir el apoyo a sus planteamientos presupuestarios. Igual su nivel político no les llega para tanto.

Así las cosas, el PNV consigue por apoyar los presupuestos de Rajoy 540 millones de euros en inversiones para el País Vasco. Su territorio. Al único que tiene que dar explicaciones. Un excelente negocio que ya quisieran otros.

Por otra parte está la cuestión ideológica que los burukides tienen que afrontar en relación con la situación catalana. Un tema delicado, por la oposición frontal del PNV a la aplicación del artículo 155 y su histórico apoyo a los nacionalistas catalanes. Pero los jeltzales ya están un poco hartos de cómo los independentistas están haciendo las cosas en el ‘Procés’ y no están dispuestos a que este apoyo les deje sin las inversiones conseguidas, además de que un adelanto electoral no sería nada bueno para ellos si, como se prevé, supone un auge de Ciudadanos. Ha sido suficiente un compromiso de desactivación del 155 en Cataluña a corto plazo para no dejar pasar esta suculenta ocasión y, además, han contado con el respeto de los secesionistas.

El PNV ha hecho un excelente ejercicio de diálogo y negociación en Madrid que supone un gran beneficio para los habitantes del País Vasco sin renunciar a sus principios políticos. Ahora toca negociar en casa temas ideológicos, como los que ahora está tratando con EH Bildu, pero los jeltzales han demostrado que son capaces de llegar a acuerdos con diferentes formaciones políticas y lo han hecho en diferentes ocasiones con PP y PSE-PSOE sin que se hayan resentido las bases del Estado.

Es la Democracia. Acuerdos precisos, en momentos determinados y circunstancias concretas, pero sin que suponga un ‘casarse para toda la vida’. Porque, en política, eso no debe existir.

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