Los resultados de las últimas elecciones presidenciales francesas no dejan lugar a la duda: el Partido Socialista Francés (PSF) -todavía en el gobierno y al frente de la primera magistratura del país- está en estado de coma, casi al borde de su extinción política. Con apenas un 6% de los votos recibidos, por debajo incluso de la extrema izquierda, la extrema derecha y los nuevos movimientos antisistema, el PSF tiene ante un sí un futuro incierto y todo indica, sin necesidad de ser un avezado analista, que en las próximas legislativas francesas, previstas para junio, podría cosechar una histórica derrota e incluso quedar fuera del legislativo o con una representación mínima a merced de un sistema mayoritario que premia a los grandes partidos.

Esta debacle se une a la larga lista de batacazos en las filas socialistas o socialdemócratas en los últimos años en todo el continente. A la ya consabida desaparición de los socialistas italianos, que acabaron engullidos en las filas de la derecha o la izquierda moderada tras haberse vistos inmersos en sonados casos de corrupción, huida de su gran líder, Benito Craxi, por medio, le vino el turno a los socialistas griegos. El Pasok, que había sido una fuerza determinante en el siglo pasado y principios del XXI, comenzó su larga travesía del desierto en el 2012, cuando pasó de ser el partido mayoritario en el parlamento a obtener apenas el 13% de los votos y 41 diputados. Sonoros escándalos de corrupción, una pésima gestión de la crisis económica, varios rescates económicos por las organizaciones financieras internacionales y un rosario de comportamientos poco éticos ante la ciudadanía, amén de un estrategia política suicida por no haber sido capaces de hacer frente a las demandas de la ciudadanía, llevaron a los socialistas griegos al abismo. En las elecciones del 2015, para colmo de males, se agudizó la crisis y el Pasok obtuvo unos peores resultados aún, llegando por unas décimas el 6% de los votos y viéndose superado por un nuevo movimiento de izquierdas, Siriza, que llegaba al gobierno del país y eclipsaba como alternativa de gobierno definitivamente a los socialistas. Para mayor humillación, los socialistas contemplaban atónitos cómo se convertían en una fuerza residual al verse aventajados por el partido neonazi Amanecer Dorado.

Del Reino Unido a España, pasando por Europa del este y Alemania

Algo parecido les está ocurriendo a los laboristas británicos, que no levantan cabeza desde la salida del gobierno de Tony Blair y que en las elecciones de 2015 perdieron votos y escaños en el parlamento. ¿A dónde fueron sus votantes? Mayoritariamente a las filas del nacionalismo escocés, al Partido Conservador, al emergente Partido Verde y al partido de corte populista y eurófobo UKIP (Partido para la Independencia del Reino Unido). El problema radica en que para las próximas elecciones generales previstas para este año los sondeos señalan que al nuevo Partido Laborista del izquierdista Jeremy Corbin no le irá mucho mejor en su debut electoral. Todos los sondeos publicados hasta la fecha, atendiendo a todos los colores, apuntan a que la diferencia entre conservadores y laboristas podría superar los veinte puntos porcentuales a favor de los primeros y muestran una tendencia a la baja  de los segundos. Dados los antecedentes y las características del sistema electoral británico, es fácil que prever una sólida mayoría absoluta para la actual primera ministra, Theresa May, y un rotundo y contundente castigo a la deriva izquierdista de los laboristas, cada vez más perdidos en su laberinto e incapaces de reaccionar ante el tremendo castigo que seguramente les infligirá el electorado.

En lo que respecta a Europa del Este, en la República Checa, visto lo visto, los socialdemócratas obtienen unos modestos resultados, con el 14% de los votos, y son todavía la primera fuerza en las instituciones, aunque están previstas elecciones generales este año y los sondeos señalan que están a la baja; en Hungría, los socialistas húngaros son miembros de una gran coalición de izquierdas, Unidad, y en las últimas elecciones, celebradas en el 2014, superaron el 24% de los votos y sus expectativas son al alza o al menos mantenerse frente al empuje de los nuevos movimientos populistas, como Jobbik; y, finalmente, en Polonia los socialdemócratas son apenas inexistentes y en Bulgaria, aunque fuera del gobierno, llegaron al 25% de los votos en las últimas elecciones. Mención aparte merecen los casos de Albania y Rumania, donde los socialdemócratas o socialistas están al frente de sus gobiernos pero claramente gobernando con una orientación liberal, proeuropea y atlantista, es decir, los partidos socialistas en Europa tienen éxito cuando hacen políticas de derechas. ¿Será así?

Para terminar, quedan los casos de Alemania y España. En el caso de los socialdemócratas alemanes hay que reseñar que tras haber pasado una grave crisis política y electoral, que se arrastra desde las elecciones del año 2009, en que obtuvieron el 23% de los votos, y sin haber levantado cabeza en el 2013, con algo más del 25%, ahora parece que el escenario político está cambiando a su favor y se han convertido en alternativa de gobierno razonable y creíble a los demócratas cristianos de la canciller Angela Merkel de la mano de su nuevo e inesperado líder: Martin Schulz. Tras haber padecido un notable desgaste y un rosario de derrotas regionales sonoras y significativas, ahora los sondeos indican que se acercan al partido del gobierno, que lleva en el poder desde el año 2009, y que podría haber un empate técnico entre los dos grandes partidos alemanes, al haber llegado los socialdemócratas a casi un 35% en intención de voto, algo impensable hace apenas un año.

En lo que respecta a España, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) obtuvo los peores resultados de su historia en las elecciones legislativas de 2015 y 2016, quedando en algo menos de 100 escaños en el Congreso de los Diputados en ambos casos, y casi viéndose superados por la nueva fuerza emergente de izquierdas, Podemos. Además, bajo el liderazgo de su Secretario General y cabeza de lista en las dos  últimas elecciones, Pedro Sánchez, el partido atravesó una grave crisis y se fragmentó notablemente hasta la salida del cuestionado líder al frente de los socialistas.

El PSOE actualmente está liderado por una gestora, a cuya cabeza se encuentra Javier Hernández, y se encuentra inmerso en un proceso de primarias en las que participan tres candidatos. Sánchez, que es candidato en estas elecciones internas, representa el ala más izquierdista del partido y fue partidario, en su momento, de llegar a un gran pacto con Podemos para auparse al frente de la presidencia de Gobierno y desplazar así al Partido Popular del poder. Este pacto finalmente no concretado por la oposición de numerosos sectores del PSOE y algunos líderes históricos, como Felipe González y Alfredo Pérez Rubalcaba, ha llevado al partido a una grave crisis y todos los sondeos señalan que de haber elecciones ahora incluso quedaría por detrás de Podemos y con algo menos del 20% de los votos. Pero, de ganar la candidata oficialista apoyada por el aparato del partido, que apuesta por la insustancial Susana Díaz, las cosas  podrían ir a peor y el batacazo llegaría al calificativo de histórico, de creer en los estudios de opinión publicados. El PSOE, en definitiva, tendrá que elegir entre lo malo y lo peor y al día de hoy, a tenor de lo que se percibe, no se divisa una salida de esta grave crisis que tiene mucho  más que ver con su indefinición ideológica y su escasa concreción estratégica que con la elección de su futuro líder. 

1 COMENTARIO

  1. tranqui que ahora cuando se resuelvan las primaria del psoe se arreglará todo y quedará medianamente clarificado que eso de la socialdemocracia fue una ilusion momentanea dela que algunos paises disfrutaron una miaja

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