Advertía Herbert Marcuse, filósofo de la Escuela de Frankfurt e ideólogo del mayo francés del 68, como los efectos combinados de la desublimación cultural así como la publicidad y la represión llevan a la sociedad tecnológica a un estado de hipnosis o anestesia. Los términos embotamiento, encerramiento, sociedad sin oposición, utilizados por Marcuse son hoy de una inquietante actualidad. La tecnología es totalitaria, produce unificación, cohesión e integración social. Así la sociedad capitalista se convierte en un universo político, en el cual por medio del dispositivo de la tecnología, cultura, política y economía se amalgaman en un sistema omnipresente que devora o repele todas las alternativas. Este antecedente conceptual lo padecemos actualmente con la obsesión por el modelo cerrado, el factum de no hay alternativa, que ha entregado la socialdemocracia en manos de la derecha, ha quebrado la dinámica creativa del pensamiento crítico y ha conducido directamente al abismo.

Si no existe alternativa, las cosas no podrían haber sido de otra manera y, por lo tanto, el disentimiento no tiene sentido. El camino está marcado. Y así la democracia se queda sin contenido. A partir de ahí, sólo existe el extrañamiento del debate y la responsabilidad política. Como nos recordaba Felice Mometti, el “no hay alternativa” impone un estado de sufrimiento y desesperación, de desesperanza e irracionalismo propicio para la demagogia, el odio a la alteridad y el recurso a “supremos salvadores”. Es esta falta de relato alternativo lo que produce que la sociedad esté perpleja ante su propia indefensión. Al final de este precipicio se encuentra el autoritarismo posdemocrático, que está ya alumbrando como destino la impotencia de los partidos de siempre y que presenta a la socialdemocracia vergonzantemente adosada a la derecha y temerosa a la hora de mirar hacia la izquierda.

Si las cosas no pudieron ser de otra manera por esa falta de alternativa todo ha de moverse en la lógica conservadora del pasado, en el sentido que afirma Ian Buruma: “la única manera de salvar la democracia liberal es que los partidos tradicionales recuperen la confianza de los votantes.” Sin embargo, no se advierte que esa falta de credibilidad es causa y no efecto de la incapacidad de los partidos tradicionales, singularmente los de izquierda, de vertebrar auténticas alternativas a una uniformidad que no hace sino expandir los déficits democráticos y conmocionar la centralidad soberana de la ciudadanía.

Las dirigentes del PSOE que han propiciado la actual situación del partido reorientando, a través de la gestora, el acto político del socialismo hacia la contemporización con la derecha y las minorías influyentes económicas y mediáticas enfrentándose, por ello, a sus propios valores, ideología, militantes y electores, es un paradigma de esa decadencia de la izquierda que apela a los liderazgos mesianistas y a la ley de hierro de las oligarquías, al tiempo que anatematiza el pensamiento crítico y la inteligencia analítica para huir de sus responsabilidades históricas autoderogando al Partido Socialista como instrumento de cambio y transformación social.

Artículo anteriorTransversales
Artículo siguienteNegacionismo. Escepticismo. Relativismo
PREMIOS Premio Internacional de Poesía “Desiderio Macías Silva.” México Premio Internacional de Poesía “Videncia.” Cuba. Premio de Poesía “Dunas y sal.” España. Premio de Poesía “Noches del Baratillo.” España. OBRA IMPRESA Penélope y las horas sin retorno. Instituto Cultural de Aguascalientes. México. Todos los días sin tu nombre. Editorial Carrión Moreno. Sevilla. El origen mitológico de Andalucía. Editorial Almuzara. Córdoba. Socialismo en tiempos difíciles. Izana ediciones. Madrid. Breve historia de la gastronomía andaluza. Editorial Castillejo. Sevilla. La cocina sevillana. Editorial Castillejo. Sevilla. La cocina musulmana de occidente. Editorial Castillejo. Sevilla.

DEJA UNA RESPUESTA

Comentario
Introduce tu nombre