Quizá nos resulte ya incluso normal que cuando se comete un asesinato o una masacre y el perpetrador es musulmán automáticamente se presente por ciertos sectores políticos o mediáticos como un acto de terrorismo. Sin embargo, tendemos a estar menos alarmados cuando el perpetrador no es musulmán y la prensa y los políticos no lo presentan como un acto de terrorismo. Se puede dar el caso de distintos actos que ocurran al mismo tiempo y sean tratados de distinta manera.

La masacre de Orlando y el asesinato de la diputada británica Jo Cox son un ejemplo de esto. El primero se ha tratado ampliamente como un atentado terrorista mientras que el segundo no. Sin embargo, las pautas de los dos sucesos son similares, ambos han ido llevados a cabo por lobos solitarios, ambos constituyen ataques contra la diversidad, ambos contra iconos de esa diversidad, ambos contra géneros no masculinos, ambos contra personas desarmadas… El contexto es también similar, un contexto de tensión y de rechazo a la diferencia, a la emigración y al refugio.

Buscar la forma de catalogar uno y otro o los dos de terrorismo tiene más que ver con descalificar el acto que con buscar las pautas, los contextos y las dinámicas que yacen detrás, a veces de maneras no visibles, a veces de maneras no verbales. La denominación de terrorista no significa ni explica nada. Quienes para unos son terroristas para otros son luchadores por la libertad y los derechos o incluso héroes.

El teórico y pionero Noruego de la resolución de conflictos Johan Galtung ha dicho en múltiples ocasiones una serie de equivalencias que deconstruyen las percepciones aprendidas (y aceptadas) en los discursos mayoritarios, es decir, los discursos de los grupos dirigentes.

Terrorismo: bombas sin aviones

Terrorismo de estado: bombas con aviones

Al mencionar consecutivamente los términos ‘terrorismo’ y ‘terrorismo de estado’ y sus correspondientes denominaciones muestra, quizá con una cierta ironía, que el uso del término ‘terrorista’ no es más que una descalificación intencionada por el estado de sus enemigos no estatales. Terrorismo, según se usa el término hoy día, es una violencia que carece de legitimidad. Terrorista, es una persona o grupo que solamente busca hacer daño, con quien no se puede dialogar ni negociar. Al aplicar el término ‘terrorismo de estado’ a la violencia que desata el estado con todo sus recursos está deconstruyendo la legitimad que el poder concede a sus acciones.

Muestra que la legitimidad no es algo dado y objetivo, sino subjetivo e interesado. Galtung, hace equivalentes los dos términos (‘terrorismo’ y ‘terrorismo de estado’) en un ejercicio de recomposición, irónico en el primer caso, recriminatorio en el segundo.

Tanto la masacre de Orlando como el asesinato de Jo Cox merecen sin duda alguna una reflexión, una evaluación y un análisis. Pero un análisis que no oscurezca más  la comprensión de problema y que no dificulte la prevención de futuros estallidos. La utilización del término terrorismo en ambos casos no es más que una descalificación y una instrumentalización partidaria que impediría la comprensión más que una ayuda a la prevención.

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