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La histórica costumbre de crear una ficción democrática

Alberto Vila
Alberto Vila
Analista político, experto en comunicación institucional y economista
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análisis

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“¿La diferencia entre realidad y ficción? La ficción tiene mayor sentido.”

Tom Clancy

La ficciónnace del latín y significa irreal. Es sinónimo de invención, imaginación o fingimiento. Como tal, se designa como ficción a la acción y efecto de fingir. La palabra proviene del latín fictĭofictiōnis.

Por tanto, la ficción trata de un estado alterno a la realidad. Como ejemplo, decirse republicano y defender la monarquía. Inclusive también, anunciarse socialista y practicar el neoliberalismo más impúdico. Proclamarse patriota y traicionar la confianza recibida de la ciudadanía. Hablar de sacrificios y evadir las obligaciones fiscales. Ser corrupto o practicar el fraude y la colusión. Carecer del sentido más elemental de decencia. Todo esto, al tiempo que se requiere del conjunto sacrificios y comportamientos cívicos. Es impúdico pero real.

Una ficción es producto de la creatividad humana. De fabular. De construir escenarios irreales. Mundos ideales que expresan los más profundos deseos y esperanzas de algunos colectivos humanos. Es el campo de la literatura. Es parte del género fantástico y tiene sus orígenes en la tradición oral. En los escritos griegos e incluso en los egipcios, en los cuales muchos autores hablaban de seres supremos o de viajes que, para la época, eran imposible llevar a cabo. Actualmente todas esas obras son tomadas como historias fantásticas.

El universo de los movimientos negacionistas son alentados, desde las redes sociales, en estas ensoñaciones. Relatos que mantienen adormecidas a las personas que quieren creer, pero le aumentan la luz sin justificación alguna. Les despojan de sus escasos bienes. Les recortan derechos. Les mantienen que pueden despedirlas bajo el amparo de la Reforma Laboral de Rajoy. Que les siguen privatizando las pensiones, la sanidad y la dependencia, con la ficción que supone el llamado Pacto de Toledo. Que mientras se aprueban insignificantes aumentos del salario mínimo, se permiten comportamientos monopolistas del lobbie bancario.

También es una ficción permitir que siga prorrogándose la composición del Consejo General del Poder Judicial, que ya no representa a la voluntad democrática del país. Inclusive admitir que los máximos responsables del Estado puedan ser inviolables. Se podría pensar que la fuente de la legitimidad les pertenece, cuando a la vez se transgreden los principios de la ética pública.

En eso se está convirtiendo la práctica política en España. En una ficción. Una creación que no pertenece a estos tiempos porque proviene de épocas que nada tienen que ver con lo democrático. Una entelequia.

La ficción es una manera sutil de mentir basándose en los más profundos anhelos humanos. Hoy vivimos en nuestro país una ficción. Realidad alternativa alentada desde los medios televisivos y radiales. La prensa escrita ha ido quedando al descubierto.

Es el tiempo de despertar o en poco ya será tarde.

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