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La grúa

Julián Molina Illán
Julián Molina Illán
Psicólogo, Fisioterapeuta, Enfermero, Filólogo, e Historiador del Arte.
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análisis

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El otro día se me llevó el coche la grúa, pero tranquilos que no os voy a contar la movida en sí. Lo único que sí diré, en mi descargo y para vuestra tranquilidad, es que el coche estaba aparcado en un sitio que no estorbaba para nada, y en ese sentido, aunque estuviera prohibido, es más que cuestionable el hecho de la retirada del vehículo.

El motivo del artículo es compartir con todos vosotros, compañeros de batalla, tres reflexiones políticas que a colación de semejante evento podemos hacer al respecto.

La primera reflexión tiene que ver con la ausencia de coches de gama alta que había en el parking del servicio municipal. Todos los coches, por así decirlo, eran coches corrientes, de obrero, como el tuyo y como el mío. Los motivos para que esto sea así son tres: el primero que hay pocos coches de gama alta porque los ricos en este país no serán más del diez por ciento. El segundo es que quien tiene un coche de gama alta normalmente tiene un sitio privado donde dejarlo, y no se ve en la tesitura de tener que “morir” en la calle. El tercero es que a los coches de gama alta normalmente no los multan. Y lo digo así de claro. Estoy harto de ver cochazos aparcados en las aceras, en pasos de cebra, invadiendo las esquinas, o sobre rayas amarillas, sin que jamás haya visto a un municipal multándolos ¿No os ha pasado a vosotros lo mismo? Y es que son los poderosos los que imponen las normas o los que están en disposición de ejercer presión para que las normas que nos imponen a ellos les afecten poco. Las multas no son sino un método de recaudación, y ya sabemos lo poco que a los ricos les gusta pagar impuestos ¿No os parece, compañeras y compañeros, que habría que hacer algo al respecto?

La segunda reflexión tiene que ver con el trato recibido. Un trato distante y deshumanizado porque este sistema que primero te incita a consumir, a que te compres coches más allá de la posibilidad operativa de poder estacionarlos, luego necesita criminalizarte para esquilmarte el bolsillo, y, de esta manera, de forma súbita e imperceptible, los honrados ciudadanos que se compran coches y contribuyen al sostén de esta sociedad, se convierten en infractores, que es algo muy cercano a “delincuentes”. Nos aliviamos pensando que son otros, unos desalmados que merecen lo que les pase después de lo que han hecho, pero lo cierto es que somos tú y yo, nosotros y nosotras. Como somos infractores, nos tratan con desprecio y chulería. Encima. También hay que tener en cuenta la deshumanización “necesaria” para trabajar en semejantes condiciones: en una oscura garita, en un sótano, y teniendo que bregar con “quinquis” que han soliviantado el orden público dejando el coche diez minutos en un paso de cebra. No pretenderán, encima, que se les trate con amabilidad… ¿No os parece, compañeras y compañeros, que habría que hacer algo al respecto?

La tercera reflexión tiene que ver con la cuantía del “servicio”. Nada más y nada menos que 105,04 euros. Más la multa, unos 200 euros. Y todo por dejar el coche en un sitio donde no estorbaba para nada, y en donde por ese motivo, dejan ahí su coche infinidad de “infractordelincuentesquinqueños”. El salario mínimo interprofesional, el que cobra la mayoría de los trabajadores y trabajadores de este país, es decir, los que pagamos las multas, es de 735,90 euros. Para todas estas personas 200 euros representan aproximadamente el 30% de un sueldo con el que no llegan a fin de mes. Es decir, pagar una multa ridícula como la que me pusieron a mí, como las que nos ponen a cualquiera, nos condena al “hambre viva”, pues ya no se trata de ir a casa de los padres a llenar la capaza el último fin de semana del mes. Se trata directamente de no poder comer. Y lo más gracioso es que estas medidas, tanto la del exiguo salario mínimo interprofesional como las cuantías de las multas las deciden las mismas personas, que, además, dicen cosas “Indaianas” como que “donde mejor está el dinero es en el bolsillo de los ciudadanos. Supongo que Eduardo Inda se refiere a los ciudadanos que tiene dinero. Los que suben sus cochazos a las aceras y no pagan impuestos, ni multas ¿No pensáis, compañeras y compañeros, que habría que hacer algo al respecto? Pues el próximo mes de mayo tenemos la oportunidad de cambiar algo, de hacer unas políticas centradas en la igualdad de oportunidades y en la justicia social, para que todos paguemos lo justo, por igual, y en una cuantía razonable. Por humanidad, por necesidad, por caridad cristiana, vamos a cambiar esto el próximo mes de mayo. Un saludo a todos, y a todas.

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