La acusada, durante el curso escolar 2016-2017, se dirigió desde el principio a sus doce alumnos con expresiones como que estaba dando clase “en el aula de los tontos” y que eran “cortitos”, “anormales” o “barriobajeros”. Incluso les comentaba que sólo iba a subir la nota a los que le caían bien o les ponía un parte sin motivo alguno.
También faltaba el respeto a los otros profesores delante de sus alumnos. Así opinaba en voz alta que el jefe de estudios era un “dictador” o que el profesor de tecnología era un “gordo guarro”. Al mismo tiempo la acusada se postulaba como tutora porque la persona que desempeñaba el cargo era una “pelota”, una “traidora” y una “mala persona”. Todo ello provocó en los menores una situación de angustia y la profesora les reprochó que por su culpa sufría una crisis de ansiedad.
Los alumnos alertaron a sus padres sobre las prácticas de la profesora y hasta intervino el director del centro. Pese a ello la acusada, “lejos de deponer su actitud”, focalizó su comportamiento en tres alumnos: dos niñas y un niño con un grado de discapacidad sensorial del 37 por ciento. Al chico, delante de todos sus compañeros, le llamó “sudaca”, “cabrón”, “gilipollas” o “drogadicto”. Es más, le advirtió de que iba a acabar en la cárcel porque era un desequilibrado mental y que no se aprovechara de la muerte de su madre (fallecida a consecuencia de una sobredosis) “provocando que abandonara llorando la clase”. A las otras dos chicas se refería a ellas como que eran antisistema con insultos como “hija de puta”, “roja”, “anarquista” o “subnormal”, según fuentes de la Fiscalía.
El Ministerio Público, imputa a la acusada tres delitos contra la integridad moral. Adela Mercedes Gallego, afirma el fiscal, presenta un trastorno de “ideas delirantes y trastorno de personalidad paranoide, “que, aunque no merma su capacidad de juicio y raciocinio, puede ocasionar la presencia de alteraciones emocionales que producen la aparición de alternaciones de conducta y/o comportamiento social inadecuado”.