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La filosofía como brujería mayor

Francisco Tomás González Cabañas
Francisco Tomás González Cabañas
Licenciatura en Filosofía (USAL) (1998-2001). Licenciatura en Psicología (UP) (1998-1999)- Licenciatura en Ciencias Política (UCA)(1999-2000) y Licenciatura en Comunicación (UCES) (2000-2001) Desistió de culminar los mismos y continúo formación autodidacta. Publicó su primera Novela “El Macabro Fundamento” en el año 1999. Editorial Dunken. Publica su segundo libro “El hijo del Pecado” Editorial Moglia. Octubre de 2013. Publica su tercer libro, primero de filosofía política, “El voto Compensatorio”, Editorial Ediciones Académicas Españolas, Alemania. Abril de 2015. Publica su cuarto libro, segundo de filosofía política, “La Democracia Incierta”, Editorial SB. Junio de 2015.
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análisis

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El término “magia” proviene de una raíz Persa, que significa “tener poder”. Esta acepción se constituyó, no casualmente, en la piedra basal, de una forma de interpretar el mundo, que se dio en llamar “Mágico-animista”. Los hechos de la naturaleza (condiciones meteorológicas, tiempos de oportunos de siembra y cosecha) como los que afectaban al hombre en su ser más íntimo (salud, reproducción, muerte) eran decodificados, interpretados o leídos, por unos pocos, por quiénes conocían, mágicamente, los sucesos acaecidos. Chamanes o magos, eran los seres, que escogidos, por un Demiurgo (no casualmente es una acepción Platónica, que referencia al creador o hacedor), un prestidigitador, o hasta un genio maligno, depositada, arbitrariamente, casi dinásticamente, el poder, en unos pocos, a los que la comunidad, les debía responder, social y políticamente. Esta concepción de la humanidad, generaba este acto mágico, que se traducía en el poder en unos pocos, en que lisa y llanamente, las reglas de juego eran sólo conocidas por estos y los demás están subsumidos a este poder, a este conocimiento.Sobrevino, con la llegada del cristianismo una disputa entre quiénes podían detentar la oficialidad de la relación con los seres superiores o mágicos. En la figura de Simón el Mago, recae simbólicamente la disputa que más que religiosa se constituiría en una de orden del poder político-social. En el nuevo testamento se reconoce la figura citada, en Hechos 8:9-24 “usaba la hechicería” para diferenciarlo de la curia instituyente y constituyente que se terminaría de amalgamar para consolidar durante siglos la estructura occidental teocentrista, que dominaría las relaciones de poder hasta la llegada, o el acuerdo con los sectores militares o tuteladores del dominio exclusivo y excluyente de la fuerza pública. Este proceso, se observó hasta bien entrado el siglo XX donde por la razón (la del poder vinculado a esa magia, oficializada en fe, dogma o religiosidad) o por la fuerza (en verdad casi siempre concluía aquí) facciones “cívico-militares-clericales”gobernaron a sangre de ley distintas comunidades del globo. Párrafo aparte merecería la historia de las que en pleno apogeo de esta concepción, sufrieron y padecieron la caracterización de “brujas”. Enviadas a la hoguera (la condición femenina, como en tantos casos de la historia, fue un agravante por la concepción patriarcal de un dios varón, cuyos hombres más cercanos debían y aún siglos después se mantiene la varonil jerarquía, ser no mujeres para comunicarse más estrechamente con ese dios-padre), todo acto de indisciplina o desobediencia, era previamente anunciado bajo tal figura para más luego ejecutar la orden, en un sistema punitivo que la narrativa presentaría con el épico nombre de “santa inquisición”. 

El conocimiento, es decir, el paso de la humanidad, a una visión, o cosmovisión, lógico-racional, mediante el método científico, determinó que algunos más podían conocer esas reglas de juego, a las que se accedía a través de un método, en el que no necesariamente, sólo podían participar los elegidos. Y que no necesariamente quiénes participaran, terminarían siendo fusilados o desaparecidos, como muchos lo fueron, por el pecado capital de querer profanar aquella tutela o patrimonio de la verdad. Esa verdad insistimos, vinculada al poder sobrenatural de que sólo mediante la disciplina eclesial, se podría mantener una relación con dios, para a partir de este vínculo, gobernar sobre los cuerpos (con el consabido apoyo de las armas) y sobre las cabezas como las almas.   Así como Sócrates hubo de ser condenado a muerte, por preguntar, la simonía política y social, es alteradora del orden establecido. Pretender conjeturar, es decir, pensar, reflexionar, razonar y filosofar, por fuera de los cánones determinados, más allá del ejercicio disciplinar y académico (el título habilitante para que te reconozcan como autorizado, la licencia para doctorar de acuerdo a los términos con los que te gobernaron previamente para que sin darte cuenta, seas pensado por tales opresores) sólo será difundido y comunicado por las cadenas de medios que se avienen a replicar, solamente esos discursos que no salen de la norma. En caso de que, por el misterio de la vida (el inescrutable que ningún mago, es decir que ningún poderoso tiene ni podrá tener) cada tanto surjan hechiceros que obren el milagro que se puedan ver, pensar y leer, conceptos que brinden la libertad necesaria e indispensable de la existencia de otras opciones, bienvenida sea la caracterización, que brutalidad mediante, pretenden consagrar como maliciosa y perniciosa, por parte de seres temerosos, que aferrados a posiciones privilegiadas y de poder, vía la temeridad, imputan todavía a ciertos pensantes, bajo los significantes de hechiceros, gurúes o nigromantes. La filosofía como dinámica es el obrar precisamente de brujas que barren con lo absoluto de una verdad única e insoslayable. Tal vez la condición monoteísta de ciertas populosas religiones, habiliten menos la posibilidad de que pensemos en lo múltiple, a riesgo de que no necesariamente los cultos politeístas lo hagan. De todas maneras, se vuelve sobre el mismo punto, la hechicería, en esta resignificación que se propone es la práctica del filosofar.   

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