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La factura de… ¿la guerra?

Iván P. Roche
Iván P. Roche
Licenciado en periodismo y C. Audiovisual por la Universidad Pontificia de Salamanca. Ha trabajado como periodista en el sector de los videojuegos y el sector cannábico, colaborando con diferentes agentes políticos y sociales en el proceso de regulación. En 2018 empieza a escribir con su pareja, la escritora Katy Bertrand P, con quien tiene dos obras publicadas, la colección de relatos “Otro Sentido: Relatos desde la caverna” y la novela “Ana Clara teje su destino: El Juego que apaga la voz”. Juntos escriben en el blog kativaworks.com y son padres de una niña.
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análisis

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“Es por la guerra”. El nuevo mantra de moda parece creado por los guionistas de «es por seguridad» y «es por tu salud». Los precios han subido: de la luz, del gas, del combustible, pero claro “es por la guerra”.

Lo curioso es que si vamos retrocediendo en el tiempo, a aquella era en la que había pandemia, los precios también subían y entonces era por un virus, y anteriormente por el confinamiento, y por un barco que encalló en un estrecho, o por una tormenta de nombre Filomena, o por los cultivadores de marihuana…

Siempre hay una excusa, que resulta ser ajena a quienes toman decisiones en nuestro nombre.

Ahora, por supuesto, la culpa de que el precio suba es de Putin, un malvado dictador que amenaza la seguridad mundial en un relato de buenos y malos.

Así que los informativos se dedican a abrir con titulares alarmistas, hablando sobre las consecuencias de una bomba nuclear en Madrid, con mucho rótulo rojo y música de tensión, para que nos quede bien claro quién es el malo y que por su culpa los precios están por las nubes y seguirán subiendo. 

Nos dejamos impresionar mientras ignoramos que esta situación se repite en todo el mundo. En Perú el pueblo protesta por la subida del precio de la vida; y en Sri Lanka declaran estado de emergencia para contener a los manifestantes. En Chile “es por el cambio climático”, en Canadá por “la huelga de transportistas”. No importa que sean países “ricos” o “pobres”, con gobiernos de un lado u otro, cada presidente tiene su excusa y el resultado es el mismo: los precios suben para el ciudadano.

Y de igual modo, tampoco nos fijamos en los problemas de aquí, los que afectan directamente a nuestros bolsillos, como que España está a la cola en crecimiento económico en Europa y a la cabeza en deuda. Que cada español debe ya más de 30.000 €, que seguimos pidiendo dinero a Bruselas y mientras el BCE reduce su compra de deuda, o que aún estamos devolviendo el préstamo recibido para rescatar a los bancos en 2012.

Los autónomos siguen soportando el peso de pagos y empleos; los abuelos se mueren y con ellos las pensiones que sostuvieron familias en las últimas décadas; las bolsas de plástico pasan de dos a quince céntimos en el supermercado mientras en la caja piden dinero para Ucrania -el resto de países que se apañen-; y las mascarillas por fin se van a quitar para entrar en el bar aunque la cuarta dosis de la vacuna vuela por el aire, ya la utilizarán cuando les sea necesario.

Nada de todo esto importa ahora, porque nos ponen las anteojeras de caballo y repetimos el mantra que toca en este momento: “Es por la guerra…”

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