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La «fachifestación» de Colón, un nuevo intento de derribar al Gobierno

Casado, Abascal y Arrimadas pretenden dar el golpe definitivo a Sánchez con una concentración en la que se reeditará el pacto de sangre entre los ultras, Cs y el Partido Popular

José Antonio Gómez
José Antonio Gómez
Director de Diario16. Escritor y analista político. Autor de los ensayos políticos "Gobernar es repartir dolor", "Regeneración", "El líder que marchitó a la Rosa", "IRPH: Operación de Estado" y de las novelas "Josaphat" y "El futuro nos espera".
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análisis

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El domingo se celebrará nuevamente una concentración en la Plaza de Colón que volverá a llevar el tema del conflicto político en Cataluña a la primera plana de la actualidad. Sin embargo, las razones del Partido Popular, Ciudadanos y Vox van más allá de la legítima protesta ciudadana: es un nuevo paso para intentar derribar al Gobierno de Sánchez por la vía de los hechos. Se trata de un movimiento estratégico que pretende cauterizar las consecuencias positivas de la llegada de los fondos europeos tras la crisis provocada por la pandemia.

La extrema derecha, a la que se han unido de manera incondicional el Partido Popular y Ciudadanos, está alimentando su escalada hacia la Moncloa gracias a un gobierno débil que no ha sabido marcar los tiempos en el tema de los indultos, y, sobre todo, por las consecuencias sociales y económicas de la pandemia.

Sin embargo, tanto Abascal, como sus «lacayos» Casado, Díaz Ayuso y Arrimadas, saben que la debilidad del Ejecutivo de Sánchez puede tener fecha de caducidad en cuento comiencen a estar operativos los fondos europeos. Por eso era necesario sacar a las masas engañadas por un discurso patriotero más propio del franquismo que de una democracia consolidada.

Réditos electorales

El conflicto político en Cataluña generó importantes réditos electorales tanto a Vox como a Ciudadanos, no tanto al PP, después de la primera «fachifestación» en la Plaza de Colón de Madrid. Esta es la razón por la que tanto la ultraderecha como sus nuevos afiliados del Partido Popular y Cs, sobre todo a éstos, les interesa generar más tensión a cuenta de un asunto que, seamos serios, no da de comer.

Por esta razón, en un escenario en el que la debilidad del Ejecutivo propiciada por los graves errores políticos de Sánchez se está acentuando, los residuos del patriotismo franquista necesitaban de un golpe encima de la mesa para intentar romper definitivamente el apoyo popular al Gobierno. Y lo han logrado gracias al asunto de los posibles indultos a los líderes independentistas condenados por el Supremo.

Por un lado, Casado pretende no quedarse atrás y continuar aumentando los apoyos que, en la actualidad, le dan las encuestas. Algunos sondeos, incluso, le garantizan ya la mayoría absoluta con el apoyo de Abascal. Queda claro que el líder del PP no dudará, de llegarse a esta situación, en abrazarse a Vox para recuperar lo único que le importa a los «populares»: el poder.

Por otro lado, Ciudadanos pretenden recuperar la estrategia de Albert Rivera de centrarlo todo en el conflicto político de Cataluña y, de este modo, intentar recobrar parte del apoyo popular perdido cuando la ciudadanía se dio cuenta de que Cs no era más que un producto del marketing político financiado por el IBEX35. Cuando la formación naranja perdió el apoyo de las élites económicas, los ciudadanos les dieron la espalda hasta llevarlos a la insignificancia, como ya ocurrió con UPyD. La «fachifestación» de Colón es una puerta a la supervivencia que se les abre y no la van a dejar pasar, aunque tengan que pasar por el trago de juntarse con Abascal y los suyos.

Respecto a Vox, los ultras no van a dejar pasar la oportunidad de hacerse con el control de la oposición al Gobierno en el tema catalán. La extrema derecha volverá a utilizar los antiguos mantras del franquismo, como la unidad de España, y extenderá el veneno del odio hacia lo catalán, como ya hizo Franco. Esto, evidentemente, tiene importantes réditos electorales en la España que aún sueña con la recentralización del Estado y el mando único.

Cataluña, la nueva Belfast

Tanto Casado como Abascal y Arrimadas, al igual que millones de españoles, desean convertir Cataluña en un remedo de la Irlanda del Norte de la época de Margaret Thatcher. Si en España hubiese pena de muerte, no se puede dudar que la habrían reclamado cuando se produjo el juicio del procés.

El sueño de todos estos partidos y de quienes les siguen es ver al Ejército patrullando por la Barceloneta, la Diagonal y que todo afiliado a los partidos independentistas sea encarcelado por el mero hecho de pensar distinto o de pretender un anhelo que es totalmente legítimo en democracia.

Desde hace años llevan intentando sacar del Congreso de los Diputados a los partidos nacionalistas con la subida del porcentaje mínimo de votos. Desde hace años pretenden que las medidas punitivas para los delitos relacionados con el independentismo catalán sean permanentes y que no se aplique ningún tipo de beneficio que, por cierto, está recogido por la ley española para toda la población penitenciaria, corruptos del PP incluidos.

Odio a Cataluña

En la «fachifestación» del domingo en la Plaza de Colón de Madrid, además de revivirse la foto de la victoria de las posiciones ultrafascistas, se concentrará todo el odio que se quiere imponer en toda España hacia lo catalán.

Es muy triste que en una democracia el único argumento que puedan tener la derecha y sus jefes de Vox para intentar ganar unas elecciones sea el del enfrentamiento y el odio entre ciudadanos. El Gobierno de Sánchez ha planteado desde el principio un escenario que a los nostálgicos del «España, Una, Grande y Libre» no les viene bien. Del mismo modo que se opusieron a que ETA dejara de matar porque la solución no pasaba por la violencia y la venganza.

Ante esto el único sistema que pueden aplicar es el de exaltar los sentimientos patrióticos y esto es muy peligroso porque los que no piensan como Casado, Arrimadas y Abascal también los tienen.

Los errores y la debilidad de Sánchez

Con los indultos a los líderes independentistas, Pedro Sánchez está intentando dar un golpe de efecto que palíe las consecuencias de la pandemia y de la grave derrota sufrida en las elecciones en Madrid, de la que él es el único responsable.

Una crisis social, política y económica como la que se está viviendo en la actualidad no la soportaría ni siquiera un Ejecutivo fuerte, cuanto más uno que se ha caracterizado por la debilidad, sobre todo cuando el líder demuestra graves carencias de liderazgo.

Los indultos son una herramienta necesaria, fundamental para iniciar una vía de diálogo para arreglar desde la democracia el conflicto catalán. Sin embargo, Sánchez no ha sabido, en primer lugar, marcar los tiempos para anunciar esta medida ni, en segundo término, analizar las graves consecuencias que puede tener su error de estrategia.

El asesoramiento político que recibe el presidente viene, principalmente, de un estratega que ha mostrado su eficacia para ganar elecciones pero que también ha confirmado que es nefasto en el poder. Por eso se han equivocado.

Ahora se encontrará con decenas de miles de personas en las calles de España sumando el tema de los indultos a las justas reclamaciones de soluciones sociales y económicas tras la pandemia. Un líder no se crea nuevos problemas cuando ya está ahogado por los existentes.

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