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La extrema derecha impone su ley del odio en el desfile del 12-O

Una año más, la parada militar pierde solemnidad con los insultos a Pedro Sánchez y a los demás miembros del Gobierno

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análisis

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Una vez más, ha vuelto a ocurrir. El tradicional desfile militar de las Fuerzas Armadas del 12 de octubre se ha vuelto a convertir en el escenario ideal para que los de siempre, los que no saben convivir en paz, los antidemócratas, den rienda suelta a su bilis y a su absoluta falta de educación con abucheos a Pedro Sánchez y a los demás miembros del Gobierno. Si bien es cierto que se trata de una minoría, el espectáculo denigrante desluce una festividad que debería estar marcada por la solemnidad, la tolerancia, el buen gusto y el saber estar. Lamentablemente, la extrema derecha carpetovetónica de este país ya se ha acostumbrado a convertir este día señalado en una grotesca corrida de toros donde se trata de darle el descabello a la izquierda, propalar un discurso del odio consistente en deslegitimar al adversario político y en apropiarse de los símbolos nacionales, que deberían ser de todos.

Los gritos y gañidos de los ultras, escondidos tras el anonimato de la masa en la grada del público, hielan el corazón a esa otra parte de la ciudadanía que se siente tanto o más española que ellos. Pero la extrema derecha es así. Creen que el país es suyo y que aquí sobran más de 26 millones de rojos, a los que convendría fusilar o exiliar, como dijo aquel mando militar jubilado de infausto recuerdo que fue cazado in fraganti en un chat clandestino de veteranos del Ejército.

Año tras año, espeluzna escuchar los improperios de toda esta gente por civilizar que vive del odio y del rencor, unos sentimientos trogloditas que otros como Isabel Díaz Ayuso, Pablo Casado y Santiago Abascal difunden con descaro y total falta de rubor. En las últimas horas, la presidenta madrileña se ha descolgado con unas incendiarias declaraciones en las que sugiere que Sánchez quiere «destrozar» Madrid. Era su manera particular de calentar el ambiente de cara al desfile militar de hoy. Así trabajan los ultraderechistas de hoy, así degradan la democracia gente como Ayuso y otros que no reparan en crear el caldo de cultivo apropiado para que después los nazis salgan a la calle espoleados y dispuestos a reclamar lo que creen que les pertenece, que no es otra cosa que el país entero.

Puede que ese discurso poligonero y tabernario de Ayuso contra la izquierda le sirva a la lideresa castiza para arañar unos cuantos votos en su frenética competición con Vox por conquistar la hegemonía de la derecha de este país. Pero son de una bajeza, una inmoralidad y una irresponsabilidad que espanta. El daño que esta muchachita malcriada en lo peor de la política aznarista le está ocasionando a este país no se ha calibrado todavía suficientemente. Y que buena parte de los madrileños sean capaces de comprar semejante bazofia retórica con total impunidad demuestra el nivel de baja estofa al que ha llegado nuestra degradada democracia.

Una mitad de España no conseguirá imponer el miedo a la otra mitad, ni doblegarla, ni lograr que renuncie a sus principios e ideales políticos progresistas. Este país es de todos y una banda de chulos y faltones dialécticos irrespetuosos no va a amedrentar a la gente de bien. Poco a poco se están dando pasos en la buena dirección hacia una sociedad más justa e igualitaria. Medidas como la renta mínima vital, la subida del salario, los ERTE, las leyes de eutanasia y de memoria histórica son hitos importantes de nuestra democracia, logros que a la derecha rancia y cañí le hacen temblar por lo que tienen de pérdida de privilegios franquistas, feudales, ancestrales. Por eso intentan descarrilar el proceso y tratan de impedir que el país avance por la senda de la modernización y las reformas sociales. Por eso reaccionan como perros rabiosos, lanzando mordiscos a diestro y siniestro, destruyendo las reglas elementales del juego democrático como el respeto al rival político, la convivencia y la tolerancia (pilares fundamentales de la convivencia en paz). Y por eso no respetan ni siquiera un acto institucional que debería estar rodeado de la mayor solemnidad. La extrema derecha lleva su guerra cultural hasta sus últimas consecuencias y no respeta nada.

Ayuso y el ala dura de la derechona española han emprendido un camino peligroso hacia la radicalización que puede conducir a escenas como las que se vivieron el pasado fin de semana en Roma, donde los camisas negras trataron de saquear las sedes de los sindicatos, tal como ya ocurrió en la Italia de Mussolini. Ella, con su discurso duro y recio y con sus pactos con el fascismo posmoderno que alienta lo peor del ultranacionalismo y nos devuelve a tiempos que parecían felizmente superados, será juzgada por la historia. Su dialéctica de la confrontación y el odio permanente, su caprichoso juego infantil basado en el bulo y la mentira contra la izquierda, su constante criminalización del adversario político, no caerá en saco roto. Sus palabras son semillas de resentimiento que brotarán más tarde o más temprano. Lo que alguien de su poder y responsabilidad institucional dice delante de un micrófono, sin calibrar las consecuencias, repercute en la sociedad como un movimiento sísmico. Por eso cada andanada de estúpida ofensa verbal que ella y otros como ella sueltan a diario (véase el propio Abascal) la convierten en pirómana y en autora directa de lo que ocurra en las calles de este país. Jugar al guerracivilismo cainita y al trumpismo barato puede ser muy divertido y muy cuqui para alguien como ella que vive en un mundo de unicornios y fantasía. Pero cuidado, que esto es la vida real y el fuego quema de verdad.

La fiesta de la extrema derecha

El desfile ha vuelto a las calles de Madrid tras un año de parón por la pandemia. Los españoles vuelven a vivir un 12 de octubre al uso, siguiendo los protocolos habituales y después de un 2020 en el que el Ministerio de Defensa tuvo que sustituir la exhibición militar por un acto de representación en el Palacio Real.

Los reyes presiden el acto solemne de homenaje a la bandera nacional y el desfile militar que ha dado comienzo las 10.30 horas en la Plaza de Lima. Después, ofrecerán la tradicional recepción conmemorativa.

Un total de 2.656 militares, 68 aeronaves y 115 vehículos participan en la parada militar. La mejora de la situación sanitaria ha permitido recuperar el tradicional desfile, que el año pasado tuvo que ser sustituido por un reducido acto en el patio del Palacio Real. Sin embargo, el número de participantes es algo menor que en anteriores ediciones.

A ella están invitados los poderes del Estado, los miembros del Gobierno, la Mesa y portavoces de Congreso y Senado, el presidente del PP, Pablo Casado, los presidentes autonómicos, expresidentes del Gobierno y presidentes de otras instituciones como el Consejo de Estado, el Tribunal de Cuentas, el Defensor del Pueblo y el Fiscal General del Estado. También la extrema derecha.

Además, han acudido los agentes económicos y sociales, el Consejo Económico y Social y Cámara de Comercio de España, máximos representantes de organizaciones, organismos y entidades de asistencia social, miembros del Comité Olímpico Español y abanderados Tokio 2020 y representación del ámbito educativo y cultural.

Pedro Sánchez ha felicitado el día de la Fiesta Nacional a través de redes sociales con una reivindicación por «el compromiso, la solidaridad y la cooperación». «Este 12 de octubre reivindiquemos lo que nos une, lo que nos engrandece como sociedad, lo que hace de España un país acogedor, abierto, diverso. Celebremos nuestro compromiso, la solidaridad, la cooperación, el multilateralismo. Celebremos lo que somos», ha escrito en Twitter.

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1 COMENTARIO

  1. Está celebración comienza a ser una clara provocación en los estados americanos. Lo vimos desde el caso de George Floyd y las continuas agresións contra los no blancos por parte de las autoridades de casi todos los países del continente. La negación es cuasiprovocadora y es lo que corrompe los nexos, hoy muy debilitados. Perseverar en la negación no hace sinó que mayor daño y los que criticaron al Papa no se han percatado de que, aunque de Argentina, es de raza blanca y ascendencia europea y las críticas se han vuelto contra los críticos de forma notable en la población cristiana. No te digo ya entre los indígenas no creyentes, que obviamente no están a favor de la iglesia pero aceptan las disculpas del pontífice. La extrema derecha se cree con derecho a opinar sobre un continente que tenía sus problemas, pero no éstos y ya cualquier comemerdas tiene opinión sobre lo que no le importa y antes jamás le ha importado. No hay más que ver como viven los habitantes del continente más rico en toda materia prima tras 500 años de ignominia.
    Hay mucho Ortiz.

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