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La extraordinaria aventura de vivir 100 días en completa soledad

"He tenido coches de lujo, comido en los mejores restaurantes, viajado a lugares muy lejanos..., pero eso no me ha aportado nada. Lo que queda en mi recuerdo son algunas caminatas, el bocadillo que me comí en una cima, mi cabaña del alma…"

Isabel Blasco
Isabel Blasco
Periodista y editora con más de 15 años dedicada al sector editorial. Experta en comunicación cultural. Directora de www.arcopress.com, editorial dedicada a la publicación de libros relacionados con la salud, bienestar, deporte, nutrición, sexualidad y redes sociales.
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análisis

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Desde hace quince años, José Díaz, un diseñador de interiores, padre de tres hijos, va una vez por semana a los bosques de Asturias donde siempre sintió la necesidad experimentar un retiro en total soledad. Pudo cumplir su sueño colaborando con el productor José María Morales – Wanda films – aislándose junto a un dron y tres cámaras en su cabaña en el Parque Natural de Redes (Asturias). Y de esa película de enorme belleza y gran éxito de crítica y público surgió el libro Cien días de soledad. Diario de una experiencia  que ahora publica Grijalbo Ilustrados .

En las páginas de este retiro físico y mental, Díaz -el Thoreau del siglo XXI- nos pone en contacto directo con el crujir de los árboles, las pisadas de un animal salvaje en la lejanía o los infinitos matices del firmamento… en un ejercicio de abrazar lo inmóvil, sentir la cercanía de su familia a pesar de la distancia y conectarse desde lo alto de la montaña a la memoria de su hermano fallecido acariciando la sensación de sentir la lírica de la vida con una profunda sencillez y sin echar mano a ningún tipo de artificio.

En esta charla, en exclusiva para Diario16, José Díaz reflexiona sobre lo que sintió y aprendió de esta experiencia de conectar con la vida totalmente incomunicado en una época en la que parece que estemos más comunicados que nunca.

 

– Te marchas a vivir 100 días al monte, en completa soledad para sentir la naturaleza. ¿Qué nos estamos perdiendo entre el asfalto, el estrés, el miedo, las prisas…?

La esencia del ser humano, o mejor dicho, la esencia de las relaciones verdaderas, entre muchísimas otras cosas…

 

-Y de aquella experiencia surgió un documental y ahora un libro. ¿Tal vez con el fin de pausar y etiquetar con palabras lo vivido?

Sentí que la experiencia quedaba a medias con el documental, por eso decidí escribir un libro, a modo de diario, en el que contase todo lo vivido. Además, me permití la licencia de reflexionar sobre temas importantes de la vida.

 

-Uno de los peores avances de la civilización es nuestra separación con la Madre Naturaleza. ¿Lo compartes?

Efectivamente, es la desconexión y el nulo respeto por la naturaleza uno de nuestros mayores males, por no decir el peor. Las consecuencias están por llegar, entonces seremos conscientes de lo torpes que fuimos. ¿Pero tendremos tiempo de reacción, entonces?

«Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentar sólo los hechos esenciales de la vida y ver qué era lo que tenían que enseñarme, no fuese que cuando estuviera por morir, descubriera que no había vivido»

 

-En tu prólogo dices: «soy muy humilde y poco ambicioso empresario, para quien ganar más dinero del estrictamente necesario nunca ha estado entre sus metas. Por ello llevo muchos años intentando desviarme de ese erróneo camino, tratando de vivir de forma sencilla». ¿Crees que deberíamos darle más importancia a la austeridad en nuestra vida?

Por supuesto. La austeridad y la sobriedad simplifican la vida y te hacen mucho más feliz. En mi caso lo tengo comprobado. He tenido coches de lujo, comido en los mejores restaurantes, viajado a lugares muy lejanos…, pero eso no me ha aportado nada. Lo que queda en mi recuerdo son algunas caminatas, el bocadillo que me comí en una cima, mi cabaña del alma…

 

-Háblanos de esa cabaña situada en los frondosos bosques de Redes. Tu asentamiento durante 100 días. ¿Sigue siendo tu refugio ahora?

Es mi refugio desde que la compré, hace ya 5 años, y lo será hasta que las piernas no me permitan dar un paso, que espero sea dentro de muchos más.

Es una cabaña mágica, en medio de frondosos bosques, rodeada de altas montañas y arroyos de aguas impolutas, alejada de mundo y llena de animales salvajes (no en el término despectivo del adjetivo, por supuesto).

 

-Aquello es una vivencia extrema pero también la oportunidad de conectar con uno mismo y también con la memoria de tu hermano.

Tiene más de lo segundo. Vivencia extrema es la que tenemos a diario en las ciudades. Allí, entre la paz y la belleza del lugar, uno se encuentra consigo mismo y con el recuerdo de sus seres queridos.

«Es la desconexión y el nulo respeto por la naturaleza uno de nuestros mayores males, por no decir el peor»

 

-Precisamente de ese recuerdo a tu hermano te quería comentar que resulta muy emotivo cómo te comunicas con él y sientes su presencia.

Pues sí. Qué menos que hacerle un homenaje a alguien como él, que tanto me quiso y con quien compartí algunos de mis mejores momentos. La última excursión de su vida, y quizá la más emotiva por estar ya enfermo fue conmigo y por esas mismas montañas.

 

-¿Todo lo emitido lo rodaste tú? ¿Cómo gestionaste todo el timming de la experiencia? 

Sí, todo menos dos tomas, la de la despedida y el reencuentro. Las 300 horas que grabé fueron fruto de mucho esfuerzo y sacrificio. Intenté rodarlo todo, para así tener mucho donde elegir, aunque creo que me equivoqué, incluso la selección se hizo mucho más difícil y laboriosa.

 

-Una de las cosas que más me gustó del documental fue oír los ruidos de la Naturaleza. Impresionaban. ¿Qué escuchaste y supiste de ti, que no sabías o no habías «oído» en medio del ruido diario de la ciudad?

Que soy más imperfecto de lo que pensaba, que tengo que mejorar. El ritmo de la vida ni siquiera nos permite darnos cuenta de algo tan básico y evidente.

 

-100 días en los que has tenido que hablar solo para que no se te atrofiara el aparato fonador. ¿Quién crees que te escuchaba?

Mis únicos sonidos altos fueron los aullidos con los que me comunicaba con los lobos de la zona. El resto, algunas charlas con Atila, el caballo que me acompañó, y mis seis gallinas. También hablaba en alto mientras escribía.

 

-Huevos de tus gallinas. Fuente de proteínas, pero ¿de qué más vivías? ¿Disfrutaste cocinando para ti o comías por pura supervivencia? 

Verduras de una huerta, que preparé unos meses antes, legumbres y frutos del bosque, que por esa época son abundantes. Cocinaba y disfrutaba mucho comiendo, aunque volví a casa con 8 kilos de menos. Eso es lo que tiene haber pasado más de 700 horas de duras caminatas y cargado hasta arriba.

«Entre el asfalto nos estamos perdiendo la esencia del ser humano, o mejor dicho, la esencia de las relaciones verdaderas»

 

-¿Qué fue lo que más valoraste en esos días de retiro? (Esas pequeñas cosas que conforman nuestra vida)

La belleza de todo lo que me rodeaba. La sencillez de la vida austera, la generosidad de la naturaleza, el amor de mi familia.

 

-¿Y tus peores momentos? Si los hubo…

No hubo peores momentos, todos fueron especiales, salvo la ausencia de mis seres queridos. Tuve momentos buenos y menos buenos, nunca malos.

 

-En el libro las fotos de amaneceres y atardeceres te dejan realmente sin palabras. ¿Eres más de amaneceres o de atardeceres? 

Soy de ambos. He visto miles y nunca dejan de sorprenderme. Además, vivimos en un lugar con las estaciones tan marcadas, que son siempre muy diferentes.

 

-Después de estos 100 días se me antoja que esta experiencia se te ha quedado corta. ¿Me puedes avanzar un nuevo reto?

Estamos madurando un nuevo proyecto, pero todavía es temprano para desvelarlo. No obstante, ya no habrá nunca otros cien días como esos, que permanecerán para siempre en mi recuerdo. Entre ellos estuvieron algunos de los días más felices de toda mi vida.

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