Somos muchos los que dijimos hace años que esta Europa no servía para las clases populares y, por desgracia, el tiempo cada vez nos está dando más la razón, sólo le sirve al gran capital que campa a sus aires sin control que es lo que quieren los neo liberales.

La crisis de la socialdemocracia europea, que desnuda de ideología ha terminado por asumir el llamado pensamiento único, ha sido el tiro de gracia que le hacía falta a esta Europa para colocar al capital, a los especuladores, por delante del Estado de Bienestar, sin duda la mejor idea que ha salido de nuestro viejo continente, pero que, poco a poco, de forma sostenida, se está derritiendo como un azucarillo. La idea de una Europa más social, en estos momentos, duerme el sueño de los justos en los cajones de los burócratas de Bruselas.

Al final todo ha quedado resumido en una moneda única y un banco central europeo, que no han hecho otra cosa que poner la economía de los países más pobres en manos de actores como el FMI, y otros, que después de hundir la parte sur del continente americano, han puesto el objetivo en países como Grecia, al que han conducido a una situación de no retorno, consistente en una pobreza extrema que castiga con saña los bolsillos de los más desfavorecidos.

Esta unión europea no se ha conformado sólo con Grecia, ni mucho menos, otros países entre ellos los del sur de Europa como Portugal, España, e Italia, se encuentran en el ojo de mira de los neo liberales, que están prestos a intervenir en cuanto alguien se aleje un ápice de sus “mágicas” recetas basadas en la consolidación fiscal, expertas en rescatar bancos y empresas constructoras de autopistas, mientras que a los ciudadanos se les niega un hogar y un salario digno.

La Unión Europa se ha quedado como pastor de un rebaño, cuya única misión es conseguir que ninguna oveja lo abandone, y pobre de la que lo haga, porque de inmediato se desatarán todas las furias hasta reconducirla; eso sí, después de haber recibido un fuerte castigo que le servirá de escarmiento. La claudicación de los socialdemócratas alemanes, que prefirieron formar la Gran Coalición con los conservadores, en lugar de conformar un gobierno de izquierdas con Los Verdes, sirvió como despertador para anunciarnos que abandonáramos toda esperanza en una reorientación de la Unión Europea.

Malos vientos corren por Europa con una extrema derecha emergente aprovechando las políticas de inmigración, pero no debemos caer en el abandono de la idea de una Europa Social que sigue viva: la resignación es una de las actitudes más miserables que se pueden adoptar y debemos evitar por todos los medios caer en ella.

Mal haríamos si al final tuviéramos que volver a los viejos nacionalismos; lo que procede es un rearme de la izquierda a nivel europeo, que le dé el vuelco a esta UE, si es que queremos una Europa más social. Para ello, habría que eliminar órganos poderosos que no han sido elegidos: Comisión Europea y Consejo de Europa, para colocar todo el poder en el Parlamento, del que debe salir un gobierno fuerte, que sea capaz de invertir la situación para salir de las nefastas políticas de consolidación y sustituirlas por otras basadas en los estímulos. También sería necesario que el presidente del BCE fuera elegido por el parlamento y, cómo no, poner en marcha una política de empleo a nivel europeo que sea capaz de disminuir las escandalosas cifras de paro que soportamos los países más pobres.

Y si además de lo anterior, le vamos poniendo reguladores a una globalización, que es capaz de hundir un país en un solo día con varias operaciones especulativas, no se habrán terminado todos los problemas, ni mucho menos, pero habremos dejado el camino equivocado para entrar en una senda esperanzadora para la ciudadanía.

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