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La ética solo necesita a los éticos para existir

José Repiso Moyano
José Repiso Moyano
Escritor español de larguísima trayectoria nacido en Cuevas de San Marcos, Provincia de Málaga, que ha publicado miles de obras en 50 años (literarias, de conocimiento,etc), y ha obtenido premios y reconocimientos por su participación en concursos, periódicos, revistas, recitales, programas de radio, acciones humanitarias y eventos literarios en todo el Mundo.
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análisis

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La ética objetivamente jamás necesita a los charlatanes de los medios de comunicación para existir, ni necesita a los mediáticos de los programas de entretenimiento caníbal o de la televisión basura para existir, ni necesita a los payasos (en desvergüenza) de Twitter para existir,  ni necesita a los intelectuales cómplices o tan irresponsables (en no defender decentemente la razón o lo equilibrado) para existir, ni necesita a esos tóxicos mensajes o a esos ladrones de espacios sociales de lo que corresponde (sin que nadie deba quitar nada) a lo que se ha de justificar solo con exacta racionalidad. Porque la ética ha de ser siempre en todos una esencialidad no excluida o no sustituida por nada, y ha de ser insobornable, o sea, no corrompible, ¡o invendible!

También hay una base ética para “tus comunicaciones públicas”, por lo que tú (en tal base) lo que ves de equivocado en la sociedad o en los demás siempre (sin excusas o sin trampas) has de demostrarlo racionalmente, ¡así solo es!, porque tú no estés equivocado. Está clarísimo: Porque tú no estés equivocado, sí, has de marcar unas diferencias (ante los demás) en guiarte ejemplarmente por eso que no te puede llevar de ninguna manera a la equivocación; y es el cumplir con la racionalidad o con una respetada ética cada instante que vives.

Dicho aún más claramente: Si todos han llegado a ser machistas por utilizar un camino (que determinó unas locuras o unas consecuencias), pues lo que tienes que hacer tú es no utilizar ése mismo camino (hablando una y otra vez con las mismas frases-confusiones o con los mismos errores mentales) para evitar que llegues otra vez a ser un machista o un loco. En la vida, se trata todo de evitar (de evitar que se repitan otra vez tus confusiones, tus chulerías o tus errores mentales).

En realidad, siempre los seres humanos (y cuanto más intelectual sea o se crea peor) mantienen los errores mentales a toda costa, a toda terquedad, a todo egoprotagonismo y a todo capricho (aquí con cierta vanidad de siempre creerse por delante de todo gratuitamente, del bien y del mal, de quien les supera en ser más correcto-racional o, a veces, de Dios incluso).

Los seres humanos no dan marcha atrás o no dimiten en los privilegios que han conseguido a costa de confusiones. Tienen cierto orgullo que han hecho irrenunciable y, además, actúa o está en ellos ya de una manera inconsciente; algo así como si fuera una competencia entre ellos o un competir de sus dignidades ya creídas, una a una, como las mejores (en irrealidad). Así, la dignidad del humano A enloquece ante la dignidad del humano B y viceversa; porque siempre una quiere estar por delante, “a todo precio” o a todo autoengaño.

Hay intelectuales españoles que, aunque el mismo Dios, les explique o les demuestre que las frases que dicen son incorrectas, ellos ¡van a seguir repitiéndolas! Sí, es como si ellos quisieran estar delante de todas las esencialidades, del Universo, de la Naturaleza, de la razón, de la ética, etc. a la fuerza, ¡eso mismo!; es como si ellos se rieran de cualquier responsabilidad, de cualquier decencia, de cualquier bien, y solo porque a ellos les da la gana. En el fondo es como si les dominase una vanidad escalofriante, desalmada o engendradora de cualquier mal, y que nunca se abstuvieran a seguir con ella.

Pero, por ética, uno u otro ha de ceder siempre a lo que le va viniendo más razonablemente (o más éticamente) sea de ése o de aquél, ¡por ética o por equilibrio!  Al mundo le sobra la vanidad. Daré un ejemplo: Si Galileo ( o la persona X) me dijera a mí que tal frase que dije era irracional, pues por ética he de ceder y, además, siempre ofrecer mi espacio social a él por haber tenido más corrección (más mejoría) que yo en ese tema o asunto, sin más. ¡Las cosas como son!

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