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La eterna lucha de Vasili Grossman contra la estrella de la desgracia

La última obra que escribió antes de su muerte refleja la dignidad de un escritor constantemente censurado por el régimen soviético

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análisis

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Cuando el escritor ruso Vasili Grossman –nacido a comienzos del siglo XX en una ciudad de la actual Ucrania en el seno de una familia judía– asumió plenamente el dicho de Chéjov, su escritor de referencia, ya había sufrido en sus propias carnes los desmanes del estalinismo en forma de censura y también de purga de su pareja, familiares y amigos en 1937. “Para todos nosotros ha llegado la hora de librarnos del esclavo que llevamos dentro”, dejó dicho el inmortal autor de Tío Vania, Las tres hermanas o El jardín de los cerezos.

Cuando en 1961 Grossman ya no daba un duro por recuperar su gigantesca Vida y destino de las garras censoras de la KGB, recibe el encargo de traducir una novela del armenio

Grossman lo logró a duras penas, e incluso murió –en Moscú en 1964– sin tener la certeza siquiera de que el mundo podría valorar algún día en su justa medida su imponente legado literario. El régimen soviético censuró para siempre su obra. Pero lo que no sabía este sistema totalitario era que sería él el que no duraría para siempre y sí lo haría la obra de un autor imprescindible para conocer la barbarie humana llevada al extremo de los totalitarismos.

Vida y destino, Por una causa justa, Todo fluye, Años de guerra o El libro negro –todos publicados en España por Galaxia Gutenberg– dan cuenta de un escritor que por encima del compromiso ideológico siempre antepuso la ética y la dignidad, y sobre todo el afán de lucha por la libertad de expresión.

En esta ocasión se presenta por primera vez en español, con traducción del ruso de Marta Rebón, Que el bien os acompañe, el último libro escrito por Grossman antes de fallecer de cáncer. Cuando en 1961 Grossman ya no daba un duro por recuperar su gigantesca Vida y destino de las garras censoras de la KGB, recibe el encargo de traducir una novela del armenio. Cargado con su maleta y el grueso manuscrito a traducir, emprendió rumbo a la más pequeña de las repúblicas soviéticas.

Grossman, durante su estancia de dos meses en Armenia en 1961.

Esta vez no viajaba ni como escritor ni como periodista, sólo como traductor. Dos meses duró su estancia en tierras armenias. En este tiempo pudo conocer muy de cerca un sentimiento que le era muy cercano: el sufrimiento del pueblo armenio. Dolor gemelo del sufrimiento del pueblo judío. Persecución, represión, exterminación, genocidio, diáspora…

Si algo ayudó a Grossman a escribir con absoluta libertad esta obra ensayística y de meditación fue que tuvo claro desde el primer instante que no tenía nada que perder porque ya lo había perdido todo. Sus grandes obras permanecían secuestradas, su familia había sido purgada, estaba gravemente enfermo… En definitiva, sólo le quedaba la palabra y engrandecer su trayectoria con el valor de la belleza.

Ilyá Ehrenburg, con quien firmó El libro negro, escribió en sus memorias: “Dicen que hay gente que nace con estrella. Uno de los mimados por el destino podría ser, por ejemplo, Pablo Neruda. Pero la estrella bajo la que nació Vasili Grossman fue la estrella de la desgracia”.

 

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