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La España que hiela el corazón

RESISTENCIA VIII

Antonio Periánez Orihuela
Antonio Periánez Orihuela
Maestro de Primera Enseñanza. Licenciado en Filosofía y Letras (Historia del Arte) Doctor en Comunicación Audiovisual. Tesis: La Imagen de Andalucía en el Cine Español (1940-1960) Diplomado por la Universidad de Valladolid. Historia y Estética Cinematográfica. Colaborador varios años del Periódico Comarcal, "El Condado".
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análisis

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Hay que leer. La producción de libros en nuestro país es de las más importantes de nuestro entorno, las editoriales se han multiplicado notablemente aunque la mayoría tienen muchas quejas de cómo arrostrar el futuro, pero esa es otra historia. Sigamos. Cuando en estos días se está poniendo de relieve la nefasta contribución de los gobiernos de derechas al desarrollo de la Sanidad pública, no olvidamos otros servicios públicos, casi desmantelados, como es la Educación unido a la Cultura en todas sus manifestaciones.

Pese a esto, entendemos que a la derecha le preocupa la salud, los estudios y la cultura, por eso existe la derecha para reivindicar el modelo de país que ellos pretender construir en cuanto puedan, pienso que lo están demostrando en aquellas comunidades donde gobiernan. ¿Ya nos hemos olvidado de José Ignacio Wert Ortega y de sus pretensiones? El capitalismo es un sistema económico, pero también social y cultural que se ha venido desarrollando y perfeccionando a través del tiempo, por eso se mantiene y no conviene minusvalorar su capacidad de acción. La derecha española está con los tiempos y tiene una recua de jóvenes mandarines que, aunque hayan copiado en los exámenes, están perfectamente preparados para realizar el trabajo encomendado por el jefe supremo.

No hay que poner en entredicho las capacidades del adversario, y menos, cuando se ha demostrado que el capitalismo se cuida muy mucho de poner a su servicio a un personal fiel a sus principios y sin escrúpulos. Conviene tener en la memoria al ministro de Educación Cultura y Deporte de la etapa Rajoy, recordemos las disciplinas que intentó desmantelar y que fueron la Historia y la Filosofía. Pensemos.

Sólo una cosa sobre la historia. Comparto con los historiadores que defienden la premisa de que no son los datos de los acontecimientos lo valioso, sino la interpretación que hagamos sobre esos datos. Primero es la historia, pero si no tenemos datos fidedignos de las distintas etapas de nuestro pasado, podemos apoyarnos en la literatura de su tiempo, en este sentido parece que somos de los únicos países que ha creado un movimiento o género literario propio, la novela picaresca.

Resaltemos, entonces, que mientras los aguerridos españoles expoliaban y masacraban, cuando era preciso, a los indígenas resistentes en las vastas regiones andinas en nombre de la España Imperial, en este lado del charco la miseria estaba cercenando las capas más desfavorecidas de la sociedad española. Durante un largo periodo, chulos, rateros, tramposos, y rameras alternaban con la cochambre social junto a los arcos ojivales y barrocos de unas catedrales, infestadas de pedigüeños.

La picaresca y la miseria humana fueron descritas con fuerte realismo por la literatura de su tiempo, pero también por algunos artistas como Murillo o Zurbarán, que además de obras de exaltación religiosa y del poder regio y nobiliario, se les escapaban imágenes de niños hambrientos, desarrapados o despiojándose. Y es que, a veces, la censura inquisitorial se combinaba con la alabanza al sentimiento de misericordia que el propio sistema defendía desde los púlpitos. De este modo ha llegado hasta nosotros historias de villanos burladores de clérigos y de la hambrienta hidalguía de los Siglos de Oro.

Pero el mal vivir no se quedó en aquellos tiempos, también los reconocidos viajeros del siglo XIX siguieron hablando seriamente de un problema sin resolver durante siglos. Sin embargo, llegado el tiempo, la morralla conservadora cambió el sentido de una crítica seria sobre las propias vivencias convirtiéndola en el costumbrismo safio y ramplón de la chulería sainetera. La conversión de un villano mercenario en héroe medieval es una cuestión de ideología, en el teatro popular la incultura se confunde con el humor y el gracioso es siempre el criado que hace reír por su torpeza iletrada. Aunque lo diga la patriotería de pulsera y jaca alazana, aunque se preocupen por los muertos y dejen morir a los vivos por una reforma laborar miserable, todo es cuestión de lo que seamos capaces de pensar. Los seres humanos no viven sin ideología y la política está cimentada en una ideología determinada. No nos dejemos engañar.

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