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La era postmachista

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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Ea, pues ya no somos machistas. Qué gozo. Pero, lamento decir esto, me temo que… Daré un circunloquio: Hablando con Daniel Ruiz en su taller de “luthería” en Dos Hermanas (magnífico técnico y constructor de guitarras), concluíamos algo en lo que probablemente habríamos aparentado ser dos tipos antiguos, conservadores y hasta de tertulia decimonónica… Sí: se está atacando a la familia, que hasta ahora era el fundamento organizativo de nuestras sociedades…

Tranquis, empero, al afirmar esto no estoy soportando la Obra o a los del Cristo Rey que tanto abundan por los foros palaciegos en los Madriles. Qué va. Yo no tengo un concepto preconcebido de familia, ni siquiera tengo una especial confianza en él salvo por lo que construimos personalmente y cada cual a su manera… Pero existe; y no olvidemos que este sistema de reconversión neocón que estamos sufriendo llega disfrazado de esa modernidad en la que las relaciones sólo son “actuales” sin estabilidad (no hablo de fidelidad) con la que comprometerse a tener descendencia, y resulta que las consecuencias definitivas y brutales (que debería tener traer churumbeles) son, simplemente, la opción del fracaso: de quien no va a viajar, no va a tener una carrera internacional, contactos “plurirraciales” superguáis, un cuerpazo de la muerte para todas las edades y libertad para cambiar de rutina: la vida de triunfo y pasión que tenemos casi todas, todos, ¿no?

No. Y no voy a caer en la simpleza conceptual de acusar a un diseñador, pero no olvidemos que todo esto ocurre porque al cambiar el modelo económico (y el motor es la avaricia y nada más) estamos modificando la estructura de nuestras sociedades y necesitamos a gente móvil (no contratable), sin cargas ni rémoras que le impidan tener una vida al servicio de la empresa. Antes se trabajaba para mantener a la prole, ahora hemos dado un salto a la modernidad ¡para abandonar a la prole y ser esclavos de las empresas! Enhorabuena, toma modernura.

Ahora, curiosamente, se necesitan hombres igual de hijosdeputa que antes, es decir, tíos que hagan sus vidas sin importarles lo que caiga a su alrededor; ahora las mujeres deben abandonar su capacidad reproductiva (ahora verán) y amamantatoria para convertirse en hombres, esto es: “Seres indiferentes a las consecuencias de sus actos salvo la gratificación egoísta y pueril”. Estamos haciendo el juego al capital.

Yo tengo otra idea. Salvo que el futuro consista en ir a supermercados de inseminación (cosa que no descarto), ¿por qué no hacemos de una vez corresponsables a los machotes (lo de la capacidad reproductiva)? Conste (y lo aclaro otra vez) que no arranco de ninguna fórmula preestablecida sobre qué es una familia…

Parece ser que los contratos se hacen para el beneficio económico de la parte contratante, supongo que nadie creerá esa estúpida idea de la creación de puestos de trabajo o de riqueza, la propaganda ramplona de la patronal; por ello, confiar en que ésta se va a volver filógina (palabro sustituto de “filántropa”) es otro engaño político idiotizante más. Nadie que busque rentabilidad va a contratar a quien le suponga costes, diga la Ley lo que diga, tenemos experiencia en cómo la clase leguleya retuerce la letra para sentenciar lo que quiera.

Lo que digo es que si lo que putea a una mujer en su carrera profesional es un embarazo o su posibilidad, por ejemplo, y existen normas que la protegen pero suponen costes: ¿por qué no aplicarlas automáticamente a los hombres? Muy sencillo: el embarazo se comunica y conlleva un seguimiento por igual, consultas, cursos, bajas preventivas, partos, permisos, lactancia, protección sanitaria, protección laboral, todo automáticamente por igual porque lo que no vamos a conseguir es que por buena voluntad los hombres cedamos nuestro poder, sólo si nos sometemos a las mismas condiciones que generan la desigualdad equipararemos la brecha salarial y laboral.

Si se está preguntando usted cómo podemos asumir el coste de que cuando una criatura se ponga enferma sean todos sus progenitores los obligados u obligadas a atenderla, de compartir las obligaciones familiares por Ley y jodiendo a cada quisque por igual, yo le contesto: ése es el precio de la igualdad, ésa es la prioridad de una política progresista, eso es obligar a las empresas a contribuir con las sociedades de las que forman parte, quizá con menos impuestos encaminados a financiar la corrupción y más acción directa. Y vayamos cavilando algo para valorar económicamente el trabajo en casa, pensando en cotizaciones y pensiones de jubilación, porque sólo eso dignifica un trabajo tan necesario o más que el de la calle…

Sólo cuando quien contrate encuentre el mismo problema ante una mujer o un hombre, sólo entonces carecerá de opción para elegir, para discriminar. Es fácil de entender. Y eso es proteger a la familia, quizá evitemos así caídas en las tasas de natalidad (vinculadas a la sostenibilidad económica del sistema), los ministerios dedicados a buscar familiares de ancianos muertos en soledad y podridos en sus habitaciones, las residencias de abandono pre-muerte, la chavalería educada sin referencias de comportamiento en un hogar que sólo es dormitorio… todo eso que en el cine americano se nos vende como modernidad y que consiste en consumir una vida infantiloide de placeres dejando tirado a todo Dios sin responsabilidades. Qué facha soy.

Algo ha cambiado, desde la movilización del día 8 hay una mirada de ilusión y novedad en las chicas jóvenes a las que imparto clases, a pesar de que en algunos institutos se les condicione el derecho legítimo a la huelga con exámenes o profesorado que no se entera más que de viajar en las vacaciones para después contarlo y que sigue propalando que el feminismo es análogo al machismo pero en “modo tía”. Promovamos la traducción a los hechos, lo otro será la demagogia de siempre.

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